“Hoy, en la noche del mundo y en la esperanza de la Buena Noticia, yo afirmo con audacia mi fe en el porvenir de la humanidad. Yo rechazo la creencia de que en las circunstancias actuales los hombres queden incapacitados para hacer una tierra mejor. Yo rechazo la creencia de que el ser humano sea un hilo de paja transportado por la corriente de la vida, sin tener la posibilidad de influir mínimamente en el curso de los acontecimientos… Yo creo que la verdad y el amor sin condiciones tendrán efectivamente la última palabra. La vida, aunque provisoriamente derrotada, es siempre más fuerte que la muerte.”
Eso pensaba Martin Luther King Jr., el pastor bautista estadounidense, a quien la muerte no le derrotó aquel 4 de abril de 1968 en Memphis. Su fe por la humanidad y un mundo de paz convocó a un culto por la inmensidad de su vida en la Iglesia Presbiteriana-Reformada de Sancti Spíritus, al que se unieron autoridades religiosas, integrantes de las redes ecuménica y de educación popular, que anima el Centro Memorial Martin Luther King Jr., representantes de las direcciones de Cultura y el Partido Comunista, hermanas y hermanos de Villa Clara, Ciego de Ávila y la provincia sede.
Desde La Habana llegó el reverendo Raúl Suárez, director del Centro Memorial que rinde tributo en la isla al defensor de los derechos civiles de su pueblo y Premio Nobel de la Paz (1964). El CMLK, siglas con las que se identifica esta institución de la sociedad civil cubana, cumple en este mes sus primeros 25 años comprometida con una sociedad más justa y humana, que promueve la solidaridad y la participación consciete y organizada de mujeres y hombres por todo el país.
En el culto se resaltó la actitud de Martin Luther King ante la exclusión y discriminación que sufría su pueblo al sur de los Estados Unidos. Rompió la quietud de su pastorado y dijo basta ya de segregación. “En vez de llorar las mentiras, cantó las verdades”, parafraseó Suárez en su prédica al poeta uruguayo Mario Benedetti.
Quienes asesinan a los soñadores creen que de ese modo, asesinarán los sueños. Pero se equivocan. “Qué brutos son, porque jamás podrán eliminar de la vida, esa capacidad que Dios nos ha dado de volar, de soñar y de luchar por hacer realidad esos sueños”, añadió Raúl y lanzó las preguntas ¿De qué Dios estamos hablando, cuál es la imagen de Dios que están compartiendo nuestras iglesias?
En medio de la Semana Santa el también diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, recordó que Dios se hizo carne para “estar entre nosotros y acompañarnos. Se hizo Jesús de Nazaret, un judío pobre”. Como él “tenemos que convertirnos más a lo humano, para acercarnos más a Dios” y apegarnos a la justicia como desafío ético en la hora actual. El pueblo es uno, aunque eso no signifique uniformidad, porque hay una diversidad dentro de él, pero es preciso buscar lo que nos une y aportar una espiritualidad que sea sustento para lograr la dignidad de todos los cubanos y las cubanas, señaló.
Raúl Suárez predicó esta noche portando una guayabera. No fue casual que la mostrarse. En su labor pastoral, en verano e invierno, dentro o fuera de Cuba, prendas como esta le han acompañado, por eso quiso desprenderse de una de ellas, para que forme parte del patrimonio del Museo de la Guayabera, proyecto sociocultural espirituano que rescata la camisa típica de esta región.
Carlos Figueroa, gestor principal de esta iniciativa, recibió la donación de la camisa que utilizó Suárez, entre 1983 y 1992 cuando fungía como Presidente del Consejo de Iglesias de Cuba. “Con ella participé en múltiples eventos en el país y en el extranjero, atendí delegaciones que nos visitaron y compartí con el Comandante Fidel Castro”, rememoró.
“Me dio mucha alegría la noticia de la aprobación de la guayabera como prenda oficial para espacios protocolares y diplomáticos, porque de ese modo se distingue como lo que es, una expresión de nuestra cubanía. Ojalá cada pueblo haga algo así, porque estaría tributando al rescate de la memoria histórica y la cultura colectiva”, comentó.
Raúl Suárez prometió el envío de una fotografía en la que aparece junto a su amigo, el reverendo estadounidense Lucius Walker, quien animó hasta su muerte la visita a Cuba de las caravanas de Pastores por la Paz. De ese modo desafió en múltiples ocasiones la política hostil de las administraciones estadounidenses hacia la Isla, que limita el intercambio entre los pueblos de Martí y Lincoln. Lucius también entregó una guayabera a este proyecto espirituano.
Los mejores sueños, los más justos, se encuentran a pesar de las barreras, a pesar del tiempo, a pesar de la muerte. Esta vez el templo de la Iglesia Presbiteriana alentó el sueño colectivo de su comunidad y de otras, de vivir como una misma familia, que no olvida a quienes han dado hasta sus vidas por lograrlo. Por eso no detienen su andar.
Yo soy de los que sueñan una iglesia
Donde Dios en las obras se revele
Yo soy de los que sueñan una iglesia
Donde el bien se consagre por la vida
Yo soy de los que sueñan una iglesia
Donde todas las voces se liberen
Yo soy de los que sueñan una iglesia
Donde unidos seamos diferentes
Yo soy de los que sueñan todavía
Acompáñenme. Vamos no me dejen.
(Versos del poeta espirituano Dariel Martín)