Por Iliana Orozco Hernández*
Más de cinco años girando en torno a un sueño: acompañar a pobladores del Consejo Popular Aeropuerto Viejo en el camino de la auto organización para gestar cambios en sus condiciones de vida, a través de un ejercicio del poder popular que privilegia la acción de base.
¿Los “cómos”? Han sido muchos: talleres, cursos, trabajo productivo en el campo, búsqueda de recursos necesarios, convivencia, encuentros, reuniones, cientos de papelógrafos y plumones… y entre todo ello, la siembra de algunas semillas de nuestra savia educadora y humanista.
Momentos de dudar, de no creer posible que la chispa prenda incendiando todo un bosque de inercia, verticalismo y contemplación de la realidad, de impaciencia porque los cambios no se dan al ritmo esperado; momentos de no ponerse de acuerdo las miradas diversas, de batallar casi hasta el límite. En todos ellos siempre ahí, pequeña o grande, la esperanza.
La vida tira hacia adelante e impone nuevas metas, nos obliga a adaptar nuestro diseño y se hace clara la voluntad común de volcarnos a la tierra, fuente del sustento imprescindible en estos tiempos duros. Difíciles también han sido los debates, los silencios, el desacople de ritmos, el miedo a fallar, a perdernos y perder lo avanzado.
Esta tarde, otra vez bajo el abrazo regañón de Osmany, la palabra segura de Ciro, el optimismo de Luisito, la sintonía inmediata de Raubel y la pasión de nuestras palabras defendiendo la idea nueva, sentí que lo mejor está por venir. Que no ha existido un momento más oportuno que éste para imbricarnos en los secretos, desvelos, sacrificios y alegrías de trabajar la tierra y que este puede ser el aporte más alto de nuestra presencia en Aeropuerto Viejo: vivenciar y enseñar la comunión como fuente de realización espiritual y material. Inventar la equivalencia entre un abrazo y un saco de boniatos, aprender al mismo tiempo cómo sacar un cangre de yuca y cómo nos comprendemos unos y otros.
¿Lo lograremos? ¿Estará a nuestra altura humana tamaño reto? Nos responde el gran Cortázar: está en nosotros.
* La autora es miembro de la Red Demanos de Educadores Populares, territorio Bayamo