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La Izquierda tiene necesidad de reflexionar

Paula Companioni

El 13 Taller sobre Paradigmas Emancipatorios sucedió en La Habana entre el 22 y 25 del pasado mes de enero. A él asistieron representantes de todo el Sur Global para reflexionar acerca de las coyunturas actuales del contexto político. Ante la actual crisis en la que el imperialismo global amenaza con eliminar cualquier idea emancipatoria en el mundo, las discusiones de Paradigmas consensuaron en que los movimientos populares son los protagonistas de su propia historia y ellos no serán simples espectadores de la guerra que hoy se les declara. Yohanka León, miembro del Grupo América Latina: Filosofía Social y Axiología (Galfisa) del Instituto de Filosofía de Cuba y una de las coordinadoras del encuentro, dialoga con Contexto Latinoamericano sobre algunas de las principales temáticas políticas que allí se debatieron.

¿Cómo está la salud de los movimientos y organizaciones sociales en la región hoy?

Participar en Paradigmas es aprovechar el espacio para encontrarse y, al mismo tiempo, articular con otras organizaciones. Con ese objetivo estuvieron dos plataformas articuladoras, intelectuales orgánicos, militantes y representantes de organizaciones sociales de todo el continente. Vinieron, precisamente, para encontrarse en el espacio delegaciones de Puerto Rico, una red de jóvenes de República Dominicana, compañeras del Concejo Nacional Indígena de México, varias personas de Guatemala, Bertha Zúñiga como coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, militantes de movimiento feminista en Europa, del Frente Popular Darío Santillán de Argentina, vinieron desde Perú, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Costa Rica, y Colombia. Todas con una necesidad de aliarse.

La Izquierda tiene una necesidad de reflexionar. Nos estamos agarrando de procesos que nos articulan, pero necesitamos reflexionar más porque tenemos algunas armas que no usamos, por ejemplo, la comunicación y las complejas plataformas del instrumento de la comunicación.

Todo el mundo está consciente de que la articulación es vital pero cuánta inercialidad hay en eso. Cuán difícil es salirse del lugar donde estoy, de la organización que soy, de mi inmediatez para decir “vamos a hacer esto”. Y no creo que sea porque estemos en desacuerdos, sino que es como una fuerza inercial que nos lo impide. Y ese es el mismo sistema de dominación actuando: nos vuelve cápsulas.

Hay que poner puntos comunes para la formación, la organización y la comunicación. Por ahí están pasando nuestros derroteros de hoy: ponemos a gente en la calle a protestar contra el sistema, las calles se llenan y, así y todo, gana la derecha. Algo está pasando con nuestra propuesta política que nos plantea un problema y un desafío. Formamos y formamos militantes pero luego no sabemos traducir esa formación en organización. Las organizaciones no pueden ser para sí mismas, ni tampoco son eternas. Las organizaciones son institucionalizaciones de procesos, son necesarias e imprescindibles porque todo proceso de socialización lleva una institucionalidad. Pero el desafío radica en cuál es la lógica de esa institucionalidad. Entonces tenemos que pasar también del debate de qué institución no queremos a qué institución queremos.

Cada día nos convencemos de la necesidad de una formación política porque ella en sí es una condición de posibilidad indispensable para la movilización. Eso no se profundizó mucho pero es una necesidad, así como también la cooperación y la articulación en ese eje de formación. Hay que lograr sintonías que nos permitan actualizarnos en conjunto para leer el contexto, la actualidad y poder deconstruirla. Y la formación tiene que ir vinculada a un análisis y aprendizaje de la tecnología de manera eficaz. Esas son deudas de la izquierda.

Partir del feminismo revolucionario nos da la certeza de que es necesario pensar otra economía y otro territorio. Es mucho más complejo que lo visible pues pasa por la identidad de todos y cada uno de nosotros. El movimiento social y la izquierda ha acumulado mucha resistencia pero eso hay que reubicarlo, hay que volverlo formación y hay que comunicarlo.

En cuanto a la superación de esas deudas, ¿cuáles agendas de trabajo quedaron?

Hay dos cosas importantes que sucedieron en Paradigmas. La primera fue el Encuentro de Mujeres, que no es la primera vez que se hace. Fue especial porque se intercambió desde las verdades y cosas que nos duelen en la región como militantes del movimiento feminista en relación a procesos y gobiernos progresistas. Se vivió de manera muy intensa la solidaridad entre todas las compañeras. Estuvo acompañado por la Federación de Mujeres Cubanas y de ahí salió una propuesta de sororidad y afianzamiento del movimiento feminista en la región. Y esa fue una de las cosas más importantes que resultaron del evento: la presencia del feminismo popular, del feminismo militante, del feminismo socialista, del feminismo revolucionario. Fue un momento de no solo re-afianzar nuestros feminismos sino también de radicalizar la crítica, la resistencia y la lucha ante el sistema de dominación capitalista que es absolutamente patriarcal.

La segunda fue un Encuentro de Jóvenes, que sí se hizo por primera vez. Aunque yo no estuve, puedo contar que fue coordinado por Galfisa y acompañado por la Unión de Jóvenes Comunistas, la Federación de Estudiantes Universitarios de Cuba y por la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes. De ahí salió la propuesta de crear una red de jóvenes anticapitalistas como una potenciación de esa fuerza juvenil dentro de la resistencia al Sistema de Dominación Múltiple. Eso, sobre todo para Cuba, es muy importante.

La idea es hacer previo a Paradigmas otros encuentros de jóvenes y de mujeres, respectivamente. Hay una declaración de guerra a la región. Entonces estamos en un conflicto de guerra y vamos a defender nuestros procesos, nuestras realidades, por todos los medios. Pero hay que considerar el diálogo por la consecución de la paz.

¿Cuáles aprendizajes nos permitirán asumir esa ofensiva popular?

Lo primero es revalorizar ese desencuentro entre movimientos sociales y gobiernos progresistas. Hay muchos estereotipos de análisis ahí. Eso tiene que repensarlo el movimiento social, que es el protagonista. Y los protagonistas no pueden ser espectadores. El movimiento social tiene que analizar cuáles puntos de sus propias agendas fueron posibles lograrse a partir de los llamados Gobiernos Progresistas y cuáles son los límites mismos que tenía el proceso. Eso es clave es clave en el rearme de la ofensiva.

La dominación en la región cada vez es más radical y, por eso, más expresa y más cínica. Pero, a la vez, esto posibilita la construcción social del enemigo. Sabemos dónde está pero tenemos que trabajar más en nuestra organización de la lucha. Por ejemplo, a pesar de que el ALCA [Área de Libre Comercio de las Américas] venía como para que cualquiera le diera una patada completa; el movimiento social se organizó y articuló para la movilización social.

Después de este Paradigmas, estoy pensando que nosotros tenemos que armar y profundizar una reflexión acerca de que esta nueva ofensiva de la dominación viene en clave de guerra. Hay una declaración de guerra a la vida, a las comunidades, a los estados, a las naciones, a los territorios, a los grupos sociales, a todo. No hay límite. Es una guerra de tierra arrasada. Y, ¿qué cosa es una guerra? ¿Cómo nos coloca esa guerra? La complejidad es una situación de guerra que Cuba conoce perfectamente, pero reflexionar sobre eso nos uniría.

Sin embargo, la dominación no viene para todo el mundo igual. Va mutando para combatir las formas de resistencia de cada territorio. Porque cómo está la situación de guerra en mi contexto, cómo está en el Cono Sur, etc. Si se mira bien, las fake news son misiles en contra del movimiento popular. Establecer en todos nuestros saberes que el Capitalismo es una guerra, es importante.

Otro aprendizaje fundamental es la experiencia de la articulación regional de los Gobiernos Progresistas. Ella es una agenda pospuesta porque no logramos el verdadero objetivo: la articulación entre los pueblos. Las mismas coyunturas hicieron que no fructificara mucho. Pero que los movimientos sociales trabajaran y funcionaran articulados y en paz, fue muy importante. Desde la diversidad rica que somos, tuvimos la oportunidad de construir desde diversas maneras otra socialidad y otra cultura de vida. Se pudieron pensar y hacer escuelas de formación, de comunicación, de pensar otras economías. Y esa posibilidad nos llevó a poner a la paz como un proyecto de vida, no solo como un acuerdo. Ese proyecto de vida hoy está en el centro de la ofensiva popular.

Una de las agresiones que más fuerte se ha sentido en los últimos 20 años viene de la proliferación en el continente de iglesias evangélicas de Derecha. Ellas están generando una fuerza ideológica, económica, de movilización muy fuerte en el continente y, obviamente, en Cuba también. En ese sentido de la disputa ideológica, ¿cómo se siente la guerra?

No siempre se está viendo que una de las armas más sofisticadas de esa guerra es el fundamentalismo religioso. Las organizaciones no lo tienen claro. Y se empiezan a enfrentar a ello cuando están en los procesos. Hay que volver a la crítica de la religión. Por lo menos para la formación del movimiento de izquierda.

Los movimientos de la Teología de la Liberación se convirtieron en movimientos de base por las comunidades eclesiales, pero las iglesias fundamentalistas también son hoy comunidades de base grandísimas que llegan a los sectores más pobres y allí solo promueven el falso dios de la prosperidad. Luego ves a los pastores, en medio de aquella pobreza, vestidos de Christian Dior y hablando de que está bien pasar trabajo en esta vida porque así está garantizado el reino de los cielos. ¿Cómo tú explicas eso? Es un desafío a reflexionar.

¿Cuál es la mejor manera de revertir, desmontar y explicar esos discursos sin demagogias, sin facilismos, sin panfletos? Ahí hay una construcción social clara del enemigo. Hay que hacer un trabajo desde la comunicación y desde el proceso de construcción y potenciación de nuestra espiritualidad revolucionaria. Porque espiritualidad tiene que haber en la Revolución. Si se pierde es un vacío de sentidos que ocupa otra ideología y otros símbolos. Eso es lo que está haciendo hoy el fundamentalismo religioso en América Latina ante la crisis de sentido que dejaron como saldo los Gobiernos Progresistas en la región.

Dicha ideología es muy coherente con el sistema de dominación capitalista pues el mercado es Dios. Se promueve que las personas vivimos y trabajamos para tener cosas, pero no llegamos nunca a tener cosas porque apenas podemos vivir. Y esa unión ideológica es muy sofisticada porque atraviesa la subjetividad de las personas.

Y así pasan cosas como el Plebiscito del No en Colombia, la elección de Bolsonaro en Brasil, y la acumulación de fuerzas fundamentalistas religiosas en la propia Cuba. La guerra no llega ya con la cara del Fondo Monetario Internacional, ni de transnacionales, ni de cosas abstractas. Llega desde el mismo pastor que está en la esquina del barrio imponiendo sus visiones y respaldado por los medios tradicionales y masivos de comunicación.

Los movimientos tienen que unir en sus programas de formación un desciframiento de esas ideologías. De dónde vienen, qué buscan, cuáles son las fuerzas que están detrás de ellas. Por eso hay que volver a la crítica de la religión: para que los fundamentalismos no sigan ganando los corazones de las gentes. Hay que reconstruir la narrativa de las organizaciones de izquierda desde la propia autocrítica de por qué hemos salido de los imaginarios del pueblo como proyectos de vida.

El 13 Paradigmas sucedió en el marco del 60 aniversario de la Revolución Cubana, ¿qué representa Cuba hoy para el movimiento popular?

Cuba siempre ha representado un referente. Pero a mí me gusta cómo está el referente hoy: cuestionándose e indagándose a sí mismo. Y en ese proceso le está pidiendo al movimiento popular que lo cuestione.

El proceso revolucionario de Cuba hoy está aprendiendo mucho y mirándose mucho en las experiencias y realidades de América Latina. Y nosotros necesitamos hoy ese espejo, incluso más de lo que el movimiento popular necesita a Cuba. Aquí hay una seria disputa de sentidos y no todos y todas están pensando en la Revolución. En todos los niveles de nuestra sociedad se ven todas las variantes del comunismo pero también del liberalismo. Lo más peligroso es que los sentidos comunes son mayoritariamente ocupados por la ideología neoliberal del socialismo cubano. Esa es mi gran preocupación porque hay un referente de Cuba que no es el barrio, sino que es una visión más aristócrata.

Estamos muy mal si afirmamos que el socialismo cubano está bien porque tenemos muchos negocios privados y empresas mixtas. No es un tecnicismo económico lo que va a solucionar el problema de Cuba hoy. Pasa por ese tecnicismo económico, pero no lo es todo. Confío en que el diálogo e intercambio con el movimiento social y popular del tercer mundo, enriquezca las visiones sobre el futuro cubano. Una de las cosas que este Paradigmas propició fue que se vieran estos 60 años de Revolución no desde un discurso, sino desde la gente que día a día trabaja y lucha por re-enamorarse de sí misma y de su entorno. Lo que ellas están haciendo cotidianamente y que las hace felices en medio de millones de dificultades, es el retrato más fiel de la Revolución.

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