Los conflictos políticos y la crisis económica que atravesaba Cuba en la segunda década del siglo XIX, obligaron a muchos cubanos a emigrar algunos huyendo de la política española y otros en busca de mejoras económicas. El destino principal fue los Estados Unidos, donde crecieron poco a poco las comunidades de emigrados.
La mayoría de los cubanos que viajaron solo conocían la fe al estilo católico romano, religión impuesta por España. El establecerse en los Estados Unidos, dio la posibilidad a los exiliados cubanos de conocer la fe desde las iglesias protestantes y estas a su vez tuvieron un acceso directo, sin obstáculos ni obstrucciones en medio de las comunidades de emigrantes (algo que ya habían intentado, sin resultado alguno, los misioneros estadounidenses, pero que fracasaron por la hostilidad de la jerarquía católica).
Pronto se vio el resultado del trabajo de las iglesias protestantes en las comunidades de exiliados, a través de la construcción de capilla, implementación de escuelas dominicales y misioneras que cada vez se llenaban más y más de exiliados que deseaban la propuesta de una nueva fe, que significaba ante todo lo opuesto a la iglesia católica la cual representaba un símbolo del colonialismo español. Por otra parte, el protestantismo estaba asociado a la modernidad, al progreso, representaba para los cubanos confianza, optimismo, la seguridad de que existía un futuro y ellos eran parte de él. Las religiones protestantes admitían la participación de cubanos hombres y mujeres como ministros ordenados, algo novedosa que la iglesia católica en Cuba no podía admitir.
El atractivo del protestantismo, también era la expresión del malestar cubano, el descontento político y el rechazo, por consiguiente a la religión asociada a España. A esto se le une el deseo de sustituir el catolicismo español por una iglesia que identificaban con la democracia liberal. Los temas religiosos se fundieron con las preocupaciones políticas y la salvación del individuo encontró contraparte en la redención de la nación. El protestantismo ofrecía una manera de promover la primacía de los intereses cubanos y se transformó en un agente más al servicio de Cuba libre.
Ese necesario este preámbulo para entender la participación de los misioneros patriotas, no solo en la historia de la iglesia protestante cubana, sino también en la historia de Cuba.
Entre estos misioneros encontramos a Evaristo Collazo, quien en 1890, inició la obra presbiteriana en Cuba. Evaristo era obrero y torcedor de tabaco, en La Habana y Santa Clara, amigo de Pedro Duarte y Alberto J Díaz, compartió con ellos sentimientos y compromiso revolucionario, de lucha por la independencia de Cuba. Fue lector laico en la iglesia episcopal, al abandonar esta, comenzó a visitar la iglesia bautista de la cual fue expulsado “por inconveniente”. Manrique 190, Moreno 134 en el Cerro y el número 146 de la calle Sitios fueron los lugares en los cuales Evaristo estableció un centro de predicación al estilo presbiteriano, conjuntamente con su esposa Magdalena, quien abrió una escuela para niñas. Al parecer Evaristo estuvo entre los miles de cubanos que emigraron por razones económicas o políticas y allí conoció la doctrina y forma de gobierno de la iglesia presbiteriana.
Collazo participó en las luchas por la independencia de Cuba. Durante los años 1893 y 1894, mientras vivía en Santa Clara conspiró con los generales José B Alemán y Francisco Carillo, para un alzamiento en la región, encubiertos bajo la pertenencia a la iglesia masónica. El alzamiento se produjo en febrero de 1895 y después de esto Evaristo (fue expulsado por las autoridades españolas) se traslado a Pinar del Río donde se incorporó al campamento del general Pedro Delgado, sirviendo como agente de enlace con los conspiradores en las poblaciones.
Dejaba atrás una congregación de 87 miembros en Santa Clara y varios grupos organizados en varios poblados villareños También laboró como enfermero y dentista en las tropas mambisas. Fue primer teniente del Ejercito Libertador, cargo que recibió mientras estaba en el campamento El Caimán bajo el mando del coronel Emiliano Collazo, fue destacado en el Departamento Occidental en la cuarta brigada.
El arribo de los misioneros presbiterianos norteamericanos, durante la intervención de los Estados Unidos, trajo cambios en el trabajo de Collazo, quien al parecer durante este tiempo no tuvo responsabilidades pastorales. Todo su trabajo fue opacado por la presencia de pastores y misioneros extranjeros, quienes, en ocasiones no tuvieron en cuenta el papel fundador del trabajo de Evaristo. Fue asignado a una obra rural, donde continúa su trabajo sin entablar demandas o buscar ventajas como una muestra de humildad y desinterés. Fue jubilado por el presbiterio de Cuba en septiembre de 1923 y muere el 25 de octubre de 1944 en el municipio Artemisa.
La Iglesia Presbiteriana- Reformada Cubana reconoce en Evaristo su fundador y su trabajo como el inicio de la obra presbiteriana cubana. Collazo, representa lo esencial de la fe cristiana al reconocer en la lucha por la libertad de su nación, un legado cristiano de lucha por la justicia y la dignidad.
El legado de Evaristo: – Ver la lucha por la libertad de Cuba como responsabilidad cristiana, unirse a las causas justas. – Trabajo misionero en medio de persecuciones y represalias – La humildad y constancia en el trabajo sin esperar reconocimiento, protagonismo o vítores por la labor realizada – La visión de comprometer a las comunidades con el trabajo independientemente de la presencia de un ministro. – La preocupación por la educación.
Por: Izett Samá