Agradezco enormemente la invitación a participar en este lo panel sobre lo que significa “vivir conectados por el Espíritu”, que tiene, por supuesto mucho que ver con la Espiritualidad. Este es tema con tremenda importancia para el mundo de hoy, que se debate entre el materialismo consumista del capitalismo decadente y las espiritualidades escapista del presente en sus búsquedas de alternativas falsas como consecuencia de un socialismo necesario y alternativo, que no acaba de encontrar su propio camino. El Socialismo es un proyecto ético que no ha encontrado históricamente su contraparte sustentadora económica. Desde el intento de los primeros cristianos que se narra en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pasando por el socialismo utópico, hasta el socialismo llamado real de Europa.
Oremos los unos y trabajemos todos para que el nuevo modelo económico cubano logre ser el sustento económico del proyecto ético del socialismo que todos queremos y por el cual seguimos y seguiremos trabajando.
Hablar simplemente del Espíritu y de espiritualidad puede ser sumamente peligroso pues nos puede llevar a soluciones escapistas, alienantes y por ello asociales al promover un individualismo espiritualista que desconozca las necesidades materiales de los seres humanos, ignore las injusticias económicas, las virtudes del cuerpo y la necesidad de entender al ser humano como un ser íntegro, no solo como persona sino como ser natural relacionado con el resto de la creación. Es como un volver al platonismo desintegrador del ser humano como alma y cuerpo, con sus injustas consecuencias marginalizadoras y alienantes.
Provengo de una tradición teológica que rechaza esta aproximación dualista del ser humano, enfatizando el sentido bíblico integrador del mismo, que Jesús de Nazaret practicó a lo largo de su ministerio. Jesús oraba, predicaba el Reino de Dios y practicaba el amor concreto y eficaz.
Uno de los aportes más importantes a la teología cristiana en los últimos tiempos lo han dado las teólogas. A partir de una nueva hermenéutica han revolucionado la interpretación bíblica y teológica llamándonos la atención de los contenidos jerárquicos, patriarcales y discriminatorios, fundamentalmente genéricos en detrimento de la mujer, que caracterizan a muchas interpretaciones que históricamente se han hecho de la Biblia y que durante decenios han distorsionado el mensaje del Evangelio.
El concepto que proponen las teólogas es el de la corporalidad, es decir, la de entender al ser humano como una unidad integrada de materia y espíritu, que nos aleja del dualismo griego que divide al ser humano en cuerpo y alma, en donde el primero constituye el depósito de lo pecaminoso y maléfico y lo segundo, de lo bueno, lo sano y lo superior. En las Escrituras podemos encontrar muchos ejemplos, el libro de Cantar de los Cantares, tan olvidado por las Iglesias cristianas, (precisamente quizás porque constituye una celebración al amor, la poesía y la sensualidad elevada como plegaria de fidelidad y pureza a Dios) puede ser un ejemplo de la unidad y del sentido de plenitud para la vida desde la perspectiva bíblica.
En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús de Nazaret en el camino sanando a enfermos corporal y espiritualmente, es decir, íntegramente y al apóstol Pablo quien presenta el concepto básico y central de la fe cristiana; la confianza en la resurrección del cuerpo, siendo este cuerpo para él “templo del Espíritu”. En ambos casos, cuerpo y espíritu se nos presentan en una unidad indisoluble.
Vivir conectado por el Espíritu, según la tradición de la cual provengo significa:
1. Tal y como pensaba Juan Calvino, estar convencidos de que la historia tiene un fin divino y que por ende, el ser humano tiene un carácter histórico. Así que siempre tendremos una actitud positiva ante todos los eventos históricos, por difíciles que sean. Una mentalidad abierta ante los sucesos de la historia puesto que creemos y confiamos por el Espíritu que de una manera u otra Dios actúa en la misma, en cada uno de los sucesos. Ante nuestros ojos, Él es el autor y consumador de todo: “Del Señor es la tierra y lo que contiene, el mundo y todos sus habitantes” (Salmo 24:1).
2. Vivir conectados por el Espíritu, significa estar obligados a trabajar por la felicidad de todos los seres humanos. Por la vida abundante que Dios le ha prometido para todos los seres humanos y toda la Creación. Reconocer que es Dios quien está detrás de todas y de todos, impulsando con su Espíritu, y, al mismo tiempo, delante, como guía. Entender que no somos otra cosa que unos instrumentos de Dios para lograr sus propósitos en el mundo y la creación. Y este propósito es la Justicia y la Paz para todas y todos y para toda la Creación.
3. Vivir conectados por el Espíritu, significa concebir al ser humano como persona, no solo como individuo, sino también como ser social. Por lo tanto, ninguna cristiana o cristiano que recibe ese Espíritu de Dios puede verse como un ser independiente frente a Él, ni frente al prójimo. Sus decisiones son hechas como persona ante Dios y además son compartidas y sufridas por toda la comunidad. El ser humano, persona, asume frente a Dios una responsabilidad ante la comunidad, ante la comunidad que llamamos Iglesia pero también y sobre todo, ante la comunidad que llamamos Humanidad.
4. Vivir conectados por el Espíritu, es vivir el carácter corporativo de la fe cristiana, que constituye otro de los cimientos del verdadero protestantismo y, por lo tanto, debe ser el fundamento de nuestra práctica social y de nuestra manera de entender la sociedad, la política y la economía. Se trata de lo que llamaron los reformadores “el sacerdocio universal de todos los creyentes” que reafirma el carácter comunitario de los seres humanos y como tal nuestra responsabilidad compartida ante Dios y la sociedad, en cada una de sus esferas: en lo económico, lo político y lo social-ecológico.
5. Vivir conectados por el Espíritu, nos conduce inexorablemente a la práctica del amor. Con amor eficaz, como decía el sacerdote Camilo Torres cuyo aniversario de su muerte heroica recordamos hoy. Adorar a Dios es amarle y la única manera de amar a Dios es sirviendo al prójimo. Dios nos llama a servir. Lo importante es actuar según la fe y tomar las decisiones inspiradas en la fe que nos provoca el Espíritu. “No quiero culto ni sacrificio”, dice el profeta, “quiero misericordia”. Esto no es más que un llamado a la práctica concreta y definitiva del amor.
6. Vivir conectados por el Espíritu, es vivir en su poder para cumplir con el testimonio profético al que Dios nos ha llamado:
a. Señalar el camino de la justicia y denunciar sus desvíos.
b. Salvar a la sociedad de sus injusticias y reconciliar a la sociedad con los mejores propósitos de Dios para el ser humano y la Creación.
c. Decir Sí a la Vida y No a la muerte.
d. Reafirmar que el mundo es de Dios y por eso ofrecer seguridad al Pueblo de esta verdad, que es el fundamento de nuestra Esperanza.
e. Reafirmar siempre, como cristianos que Jesucristo es el Señor y no hay otro. Derrumbando a todos los ídolos y todos los Señores. Que no quiere decir que rechacemos otras formas de revelación de Dios en su mundo y por lo tanto otras maneras de adorarle y servirle.
f. Criticar y trabajar para eliminar las diferencias sociales que aparecen en la Cuba de hoy. Las manifestaciones de marginalidad y pobreza. Las manifestaciones de sexismo y racismo.
g. Ayudar a hacerles entender a las nuevas generaciones que este es el lugar, Cuba, la Cuba de hoy, donde Dios nos ha puesto para obrar y servir
h. Ayudar a solucionar comunitariamente los problemas de la sociedad cubana de hoy a través del servicio.
i. Vivir proféticamente conectados por el Espíritu significa oponerse a los ídolos que fabricamos constantemente:
i. Del neo-liberalismo y sus manifestaciones.
ii. Del capitalismo y del “American Way of Life”
iii. Del énfasis del falso concepto del pecado y salvación como individual olvidando el pecado estructural.
iv. Del falso concepto de la “libertad frente a liberación.
v. De “democracia” frente a la participación del pueblo.
vi. De la propiedad privada como lo dado por Dios frente a la propiedad comunitaria.
vii. De los falsos dioses que nos creamos como iglesia, obsesionados por el número de personas que asisten a nuestros templos, olvidando que hemos sido llamados a ser sólo sal y luz en la tierra.
Porque el Espíritu, si es verdaderamente el Espíritu del Dios bíblico en el cual creemos, – Une, no divide – Genera Amor, no indiferencia u odio – Da fuerzas, no debilita – Da esperanzas, no pesimismo – Da valentía, no cobardía – Libera, no esclaviza – Genera honestidad y no deslealtad y mentira.
Termino con algo que las cristianas y los cristianos nunca debemos olvidar. Y que nos recuerda Juan Calvino:
“El ministerio de la Palabra no debe su eficacia más que al Espíritu Santo“… Ha habido en nuestros tiempos grandes debates sobre la eficacia del ministerio, queriendo unos ensalzar demasiado su dignidad; pretendiendo otros en vano atribuir al ser humano mortal lo que es propio del Espíritu Santo”. [Institución de la Religión Cristiana, Libro IV, I, 6].