Tanto para el Ballet Nacional de Cuba (BNC) como para el público, fue estimulante la presencia en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, del General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba.
Las palabras de apertura las pronunció Eusebio Leal, historiador de la Ciudad de La Habana, quien recogiendo el sentir de los presentes llamó a la ilustre cubana con los títulos de «amada y querida amiga».
«Bastaría recorrer el ámbito de este teatro para, superando el paso de las generaciones», dijo Leal entre otras frases llanas y profundas, «encontrar en cada una de sus butacas, a alguien que ayudó a formar esa (la) nación.
Si llegásemos, recorridos esos caminos, al día de hoy, nos inclinaríamos, como lo hacemos, con sincera reverencia, ante el acto fundacional que hace 62 años Alicia y Fernando Alonso realizaron.»
La gala, como el 22 Festival, se insertó en el año de homenajes a la prima ballerina assoluta por «su nuevo e importante aniversario», diría Rosalía Arnáez en la introducción, para referirse, con prestancia, a los ya próximos 90 diciembres de la artista más grande de Cuba.
La velada comenzó ratificando lo que habían señalado los anfitriones: el protagonismo de la música en este 22 Festival. Por intermedio de la primera bailarina Bárbara García, el primer solista Dani Hernández, los corifeos Serafín Castro y Raúl Mazorra, y miembros del cuerpo de baile, asistimos al estreno mundial de Impromptu Lecuona, ballet de Alicia Alonso sobre versiones orquestales de dos obras de Ernesto Lecuona, a saber, La comparsa (1912) y Malagueña (1928).
Imprescindible
Acto seguido recibió los aplausos del respetable Alicia Alonso. Para que Giselle no muriera, documental de la serie Imprescindibles de Televisión Española (Nicolás García).
Monserrat Caballé, la cantante de ópera; Pedro Simón, director del Museo Nacional de la Danza y de la revista Cuba en el Ballet; Carmen Caffarel, directora del Instituto Cervantes; y Víctor Ullate, bailarín y coreógrafo español, son algunos de los entrevistados.
Así expresan sus juicios otra cantante de ópera, Teresa Venganza; Ramona de Saa, directora de la Escuela Nacional de Ballet; el cantautor Pablo Milanés; y Alberto García, director del Instituto Universitario de Danza «Alicia Alonso».
Son conmovedores los argumentos de la propia Alonso; de Carlos M. de Céspedes, vicario general de La Habana; de Loipa Araújo, una de las cuatro joyas del BNC; y de Lienz Chang, maître de ballet del Teatro alla Scala de Milán, antiguo partenaire de la bailarina.
«Después aprendí a bailar en puntas —cuenta Alicia—, cuando me regalaron mis primeras zapatillas; me levantaba por la mañana y me las ponía; iba a abrir la puerta, o a cualquier lugar, e iba en puntas. Y mi madre: “¡¿Es que esta niña jamás volverá a caminar normal?!”».
Están las consideraciones de Cyril Atanassoff y José Carlos Martínez, bailarines estrellas, pasado y presente, de la Ópera de París. «Se habla de Nureyev, de Nijinsky […], pero Alicia Alonso ha hecho algo que no ha hecho nadie», proclama José Carlos.
«Yo soy como un árbol que está plantado en su tierra», exclama la imprescindible. «Nosotros siempre estaremos en deuda con Alicia por haber hecho del ballet un fenómeno nacional, eso no se puede ni creer», se maravilla Carlos M. de Céspedes. «Alicia Alonso es Cuba», afirma Miguel Barnet, presidente de la UNEAC.
El teatro reventó en ovación al oír las últimas palabras de la diva en el documental, dirigidas a un grupo de bailarines del BNC a los que les está tomando ensayos: «¿Cómo es posible que no sientan eso por dentro? ¡Es un momento tremendamente dramático! […] ¡Háganlo, crean, sean artistas grandes, denlo, desarróllenlo; vamos a verlo de nuevo, vamos a verlo!».
Humilde
En más, casi de pie, el público se deleitó con el ya tradicional desfile, obra de ese maître de niños que es Eduardo Blanco. La solemnidad de la revista fue afectada, para bien, con toda intención, por el guiño de cinco parejas de párvulos gemelos que aparecieron ante el telón de boca.
La gala se hizo grane cuando Alicia, en el umbral de sus 90, en el día del aniversario 62 del BNC, se inclinó, primero ante nosotros, y luego ante sus bailarines. Aseguran que en ese instante la farola del Morro pestañó.