Que la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra haya incluido el asunto en su programa de debates, revela cuánto han entendido los movimientos sociales la complejidad de su radio de acción.
Organizado por la Fundación Solón de Bolivia y el Centro Martin Luther King de Cuba, tuvo lugar un debate la noche del 19 de abril, que sentó en una misma mesa a un hombre y una mujer, bien distintos entre sí, pero con vocaciones parecidas.
Rina Aguirre es senadora del MAS en Bolivia. Una mujer hermosa que conjuga en su voz la gravedad de las cosas sencillas. Joel Suárez coordina en La Habana, Cuba, el Centro Memorial Dr. Martin Luther King. Con la pasión del rockero que siempre ha querido ser, practica un activismo político muy lúcido, en función de la transformación socialista de América Latina.
Un problema cultural y la modernidad
“El problema que estamos enfrentando va más allá de los grados de temperatura que hay que disminuir, más allá de todas las emisiones de dióxido de carbono y de los aspectos técnicos asociados al cambio climático. Nosotros lo que estamos enfrentando es un problema cultural”.
Así comienza Joel, que luego dice: “Y si nosotros no tomamos conciencia de eso, pondremos energía, tiempo y recursos en luchas muy importantes, y olvidaremos un campo de batalla fundamental que el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, ha llamado Batalla de Ideas”.
Rina, que en el tiempo real hablaría más tarde, pero que incluimos aquí ahora a manera de diálogo, dice lo siguiente:
¿Qué tiene que ver lo que estamos hablando con el cambio climático?
“Bueno, tiene mucho que ver, porque si no pasamos de esta cultura depredadora del capitalismo a una que respete la vida (por amor a la vida misma), seguramente todo lo que vemos hoy del cambio climático será todavía peor”.
Joel continúa: “Para reforzar lo anterior sigo a un amigo y pensador alemán radicado en la América Latina desde los años sesenta, Franz Hinkelammert. Él dice que los problemas que enfrentamos hoy (resumidos pero no agotados en la frase “cambio climático”) tienen que ver con un problema cultural, porque detrás de ellos y en su origen está la lógica cultural de la modernidad”.
“Gracias al capitalismo hemos visto la naturaleza como un bien de uso y abuso. Todo lo que me rodea tiene que servir para producir capital, porque mientras más tengo más soy −dice Rina con voz pausada, como si sus palabras videntes brotaran de la tierra−. Hemos ido destruyendo la vida, porque si hubiéramos pensado que la vida depende de la relación no hubiéramos negado al diferente. Negamos al diferente porque no pensamos en ellos como valor en positivo, sino como competidores, de la misma manera en que no pensamos en la naturaleza como el otro, sino como algo que tenemos que convertir en capital. Somos extractivos, acumulativos y depredadores”.
Joel piensa y dice: “La modernidad se levanta sobre el genocidio de otras culturas, o sea, es una cultura que comienza siendo sacrificial. El mundo que se veía como plano sufre su primera globalización con el llamado Descubrimiento de América. Entonces, estamos ante un hecho cultural y una lógica cultural asesinas que necesitan la sangre de las víctimas para reproducirse. Comienza sobre el genocidio de otras culturas, a unas las aniquiló y a otras las subordinó y excluyó”.
Sobre el micrófono vuelven a relucir las manos de Rina y su bonito vestido amarillo de flores: “Gracias a la vida que nuestros pueblos han sobrevivido, que son solidarios y preservan la cultura de nuestros antepasados, el amor a la naturaleza. Gracias a la vida, hoy esos pueblos tienen la posibilidad de decirnos su palabra en el proceso social que vive Bolivia. Nosotros hoy vemos esa historia en la sonrisa de niño que tiene el presidente. Y es que él viene de una comunidad indígena campesina, viene de los pueblos originarios”.
Una persona del público en la sala se impacienta. Quiere que se hable más de cambio climático y menos de cultura. Joel le pide disculpas, pero sigue con su línea de pensamiento:
“La modernidad se construyó sobre el valor absoluto de la razón, una razón que le da valor fundamental a la razón instrumental, tecnológica, y a la idea del progreso técnico ilimitado. Es decir, tenemos la naturaleza, las fuerzas de riqueza y los seres humanos, y todo se puede explotar una y otra vez en aras del progreso y el desarrollo.
“La modernidad reafirma el individualismo dentro de los límites del mercado. Se trata de una cultura que no se afirma sobre valores de solidaridad, sino que se centra en el mercado como ente regulador. Esto quiere decir que lo que se produce no está en función de los valores de uso –hace un stop para decir que antes un jean te podía durar diez años−, sino de los valores de cambio. Los productos se agotan rápidamente y entonces hay que ir una y otra vez a las fuentes de materias primas”.
*Por qué hablamos de cultura: el corazón de la gente *
Rina ha estado escuchando. Sale de un largo silencio para decir: “La cultura no es más que las experiencias acumuladas en la vida. Me relacionado a lo largo del tiempo con los campesinos, con los indígenas, con los pueblos originarios, y comprendí que la cultura es lo que hacemos cada día. Eso nos deja un saldo de experiencia y va haciendo de nosotros seres particulares, con una determinada manera de ser, de pensar y, por lo tanto, de hacer. De ahí concluyo que la cultura es el cúmulo de experiencias que nos van moldeando como quien dice en ese proceso y es de donde nacen las ideas”.
Ideas. Una batalla de ideas. La cultura.
Joel asiente. “Y si esas ideas son correctas, las acciones son correctas. Imagino un campo verde, sombreado, que protege del sol y alegra el paisaje. Y eso sólo es posible si me dedico a la agricultura, y si en lugar de tirar la semilla, la siembro. De ahí nacerá un árbol, porque la idea es fuerte.
Pero, por qué no tenemos ideas correctas sobre lo que tenemos que hacer cada día, sobre nuestra relación con la naturaleza. No hemos pensado que tenemos una relación con la naturaleza, porque algo nos impidió desarrollar esa teoría
“El capitalismo aprendió más rápido que la izquierda, incluida la marxista, de aquellas cosas que Gramsci llamó dominación, sentido común y hegemonía. Ellos dijeron «sobre esta plataforma que estamos construyendo y vendiendo y que conforma una lógica civilizatoria, tenemos que robarnos el corazón de la gente» −repite Joel y nos imaginamos a Gramsci y a Marx y a Eduardo Galeano hablando de estas cosas y tomando cerveza en el tiempo eterno de una taberna londinense−. Y esa lógica civilizatoria se cimienta en los símbolos de las catedrales cristianas, por ejemplo, construidas sobre los sitios de adoración y los templos de nuestros pueblos originarios”.
Rina resalta entonces el símbolo que esos pueblos significan, y cómo su corazón, a pesar de lo sufrido, late con fuerza:
“Nuestras culturas están basadas en la vida y en la paz, por el respeto a la naturaleza, por el respeto a nuestra madre. Por eso es importante cosechar el trigo o el maíz y luego enterrar el rastrojo, para de esa manera decirle gracias a la Pachamama. Por eso es importante ver los ríos como las venas abiertas de nuestra madre, que nos da sangre, y no las vamos a contaminar, ni vamos a permitir que la continúen contaminando. Por eso vamos a pensar que la llama, la oveja son nuestras aliadas, nuestras amigas y nos van a proteger del frío y nos van a alimentar, y que no vamos a acabar con su especie, ni con ninguna otra especie, porque todas son necesarias”.
Escucharlos hablar es como remontarse en el tiempo para ver Túpac Katari o a Jesús.
“Esa lógica transformó tradiciones como la judeocristiana, que hoy forma parte de esa cultura civilizatoria occidental. Discúlpenme que coloque un discurso teológico aquí pero este que les habla también va los domingos a la iglesia y alimenta su espiritualidad desde la fe cristiana y la reflexión teológica, por supuesto, y desde esa cosa tan grande para nosotros que es la Teología Latinoamericana de la Liberación”.
Cuando se pronuncian esas palabras hermosas uno piensa en la guerra contra los poderosos y también, sobre todo, en la paz:
“La tradición judeocristiana tiene una centralidad muy grande en la teología de la creación, en el Shalom, y ve al ser humano en una dimensión holística. El Shalom es la existencia de paz con justicia y dignidad. Y es la relación armoniosa con la naturaleza y la trascendencia. El capitalismo necesitaba trabajar sobre los valores y espiritualidades de la gente, y transformó la tradición profética y revolucionaria judeocristiana en una teología antropocéntrica, en la que el hombre blanco y cristiano es el centro y dueño de la naturaleza, para administrar, acabar con esa naturaleza”.
Dice Rina, la de Tarija: “Y pareciera que en esta cultura del uso se convierte en mercancía todo cuanto te rodea. Por eso se derrite el Illimani, por eso nuestros recursos económicos convierten a nuestro país en campo de batalla por el poder y el control de los recursos naturales. Si producir armas de guerra da ganancias, pues bienvenida sea la guerra”.
La nueva cultura
Ahora Rina y Joel parecen hablar al unísono:
*¿Cómo nuestros reclamos, nuestras visiones, nuestros sueños y los valores que nos sustentan pueden robarle el corazón a la gente? *
“Tenemos que lograr que lo que nosotros queremos se haga sentido común, que es la única manera de que vuelvan a nacer los otros valores. Y eso no sólo a través de la razón, sino de la risa, el cuerpo, la espiritualidad.
“No hablamos de una espiritualidad y subjetividad religiosas. El mundo que queremos construir tenemos que empezar a vivirlo en nosotros mismos de manera anticipada. Muchos aquí, en esta sala, tenemos certeza y convicción en cosas que aún no son, en lo que soñamos y no vamos a ver. Y para eso no sólo necesitamos los libros y los paneles, sino también espiritualidad y mística. Ahí tenemos la lección de los pueblos originarios.
“Debemos desmontar toda esta concepción antropocéntrica que no significa que el ser humano y la vida no sigan siendo un criterio fundamental, ético, a la hora de juzgar cualquier acción humana. Ahora, cuando afirmemos la vida, debemos incluir a la naturaleza y sus derechos.
A esta hora, ya el público de la sala escucha y murmulla, en completa sintonía.
“Junto con las batallas que damos− dicen los dos desde sus palabras diferentes−, ya sea por una agricultura sobre bases agroecológicas, por la soberanía alimentaria, por reducir las emisiones de carbono, y el resto de los temas que nos convocan en esta Conferencia, tenemos que mantener el debate y la vivencia por anticipado de una nueva cultura en nuestras prácticas.
“Evo nos ha convocado para que pensemos todos, porque todos y todas somos responsables. Este es el mundo, como dice una canción, que le queremos dejar a nuestros hijos. Pero no queremos contarle que el mundo era así. Queremos decirles que el mundo es esto porque cada uno de nosotros se alistó en esta revolución cultural por la defensa de la vida. A partir de hoy tendremos que crear una mentalidad nueva para compartir. Y las buenas prácticas nos ayudarán a vivir, a crear, a generar, a defender en la nueva cultura. Una cultura de paz que defienda la vida”.
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