Desde nuestro sitio web compartiremos parte de sus testimonios y sus sermones hasta el 4 de abril próximo, fecha en que conmemoramos su asesinato, fragmentos de esos textos y discursos suyos, que nos impulsan a luchar por un mundo con todos y para el bien de todos, como él mismo hizo.
La segregación racial
“Desde que tuve uso de razón la segregación me produjo gran indignación y dirigía a mis padres frecuentes y apasionadas preguntas acerca de la misma. Cuando todavía era demasiado niño para ir a la escuela, ya aprendí algo sobre lo que significaba la discriminación…
“Recuerdo un día que en los arrabales de la ciudad entramos en una zapatería, cuando yo todavía era un niño. Nos sentamos en los primeros asientos desocupados frente a la tienda. Un dependiente blanco se acercó y nos susurró amablemente:
«Será un placer servirles si pasan a los asientos posteriores».
“Mi padre contestó: «No tenemos nada en contra de estos asientos, estamos muy cómodos aquí».
«Lo siento, dijo el dependiente, pero deben cambiarse».
«Bien», contestó mi padre, o «compramos los zapatos sentados aquí o no los compramos.» Dicho lo cual me cogió de la mano y salimos de la tienda. Fue la primera vez que vi a mi padre tan enfadado. Todavía recuerdo cuando ya en la calle, yendo a su lado murmuró: «No sé cuánto tiempo tendré que soportar este sistema, pero nunca lo aceptaré».
(…)
“Con esta herencia no es sorprendente que yo también haya aprendido a odiar la segregación, considerándola inexplicable racionalmente, e injustificable moralmente” (…)
“Ser un buen prójimo”
“El pasaje (del buen samaritano) explica la historia de un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones que lo desnudaron, lo golpearon y lo dejaron medio muerto. Por fortuna, apareció un sacerdote, pero pasó de largo por el otro lado del camino. Poco después hizo lo mismo un levita. Por fin apareció un samaritano, un mestizo de un pueblo con el que los judíos no tenían tratos; viendo al herido se compadeció, le prestó los primeros auxilios, le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él….
“Hace años, un coche que transportaba diversos miembros de un equipo de baloncesto de un colegio negro sufrió un accidente en una carretera importante del sur y tres de los jóvenes resultaban gravemente heridos. Se avisó inmediatamente a una ambulancia, pero al llegar al lugar del accidente, el chofer, que era blanco, declaró sin rodeos que no acostumbraba servir a los negros y se marchó. Un automovilista que pasaba por allí condujo a los heridos al hospital más próximo, pero el médico de servicio declaró en tono hostil: “En este hospital no se admiten negros”. Cuando por fin, los muchachos llegaron a un hospital para gente de color en un pueblo situado a unas cincuenta millas del lugar del accidente, uno de ellos ya había muerto y los otros dos murieron, respectivamente, entre treinta y cincuenta minutos más tarde.
Probablemente se hubiesen salvado los tres de haber podido ser atendidos inmediatamente. Esto es solo uno de los miles de accidentes inhumanos que se producen cada día en el Sur, manifestaciones increíbles de las bárbaras consecuencias de toda ética basada en la tribu, la nación o la raza.
“La verdadera tragedia de este provincialismo estrecho es que vemos a la gente como entidades o simplemente como cosas. Muy pocas veces consideramos a la gente como personas. Los vemos como judíos o gentiles, …chinos o americanos…No pensamos en ellos como hermanos humanos, hechos de la misma materia que nosotros, modelados sobre la misma imagen divina. …El buen samaritano nos recordará siempre que hay que extirpar de nuestros ojos espirituales la catarata del provincialismo y ver a los hombres como hombres. Si el samaritano hubiera considerado el herido, en primer lugar como un judío, no se hubiera parado, pues judíos y samaritanos no mantenían relaciones. Pero lo vio primero como ser humano, y que era judío por accidente. El buen prójimo mira más allá de los accidentes externos y distingue las cualidades interiores que hacen a todos los hombres humanos y por tanto hermanos.
“(…) Otra manifestación del excesivo altruismo del Buen Samaritano fue su voluntad de hacer más de lo que era su deber. Después de haber asistido al herido lo subió a su cabalgadura, lo condujo a una hospedería, dio el dinero necesario para que lo cuidasen y aseguró que si se producían gastos suplementarios lo pagaría de buen grado. “y los gastos que hagan de mas cuando yo vuelva los pagaré”. Incluso sin esto, abría superado ya toda medida posible sobre el deber a favor de un extraño herido. Fue mas allá, su amor era completo.
“En nuestra búsqueda para convertir el amor fraterno en una realidad tenemos para guiarnos, además del ejemplo estimulante del buen Samaritano, la vida magnánima de Cristo. Su altruismo fue universal pues pensaba en todos los hombres, publicano y pecadores, como hermanos.
Su altruismo fue peligroso pues recorrió voluntariamente caminos llenos de peligros por una causa que sabía era justa. Su altruismo fue excesivo pues prefirió morir en el Calvario, y la historia no nos puede proporcionar una expresión mayor de obediencia a aquello que no puede ser impuesto”.
Nota: se utilizaron fragmentos de Notas sobre el problema racial en Estados Unidos