En el primer caso, se trata de la atribución de esta distinción a un dignatario de la Iglesia, quien ha apoyado el golpe de Estado en Honduras, el cual ha sido condenado por la unanimidad de la Asamblea general de Naciones unidas. Personalmente yo he podido asistir a esta reunión y escuchar los comentarios del conjunto de los paises sobre este grave problema. Por respeto a la democracia en el mundo, nadie puede aceptar un golpe de Estado que además está acompañado de la expulsión del país del presidente legal, y solamente a algunos meses de las elecciones presidenciales.
Por otra parte, esta acción ilegal, organizada por los poderes económicos locales, especialmente por el grupo de familias que monopolizan la economía hondureña y por el Ejército, significa claramente, el regreso al poder político de la oligarquía tradicional, hoy día cada vez mas ligada al capital internacional y apoyada por las fuerzas del orden. Se trataba de frenar la transformación social en curso y la alianza del país con las otras naciones que integran el ALBA, la iniciativa de integración latino-americana basada no sobre la competitividad sino sobre la complementaridad y la solidaridad. Frente a aquello, los movimientos sociales, que representan las víctimas del sistema económico, y los mas pobres de la sociedad hondureña, se han federado en una resistencia organizada. Se trata de movimientos obreros, campesinos, indígena, de los afrodescendientes, las mujeres. Este movimiento de oposición ha indicado claramente lo que estaba en juego: oponerse a la eternización de los privilegios y apoyar un proyecto, sin duda aun modesto e imperfecto, de transformación social.
La Conferencia episcopal, a iniciativa del Cardenal Maradiaga, ha apoyado el golpe de Estado. Solo un obispo se ha opuesto, tomando parte por los excluidos de la sociedad. Se trata, en efecto, de la expresión de un poder eclesiástico, aliado a las fuerzas políticas conservadoras y de explotación económica. En lugar del esperado testimonio de solidaridad con los pobres, se pasó todo lo contrario. ¿Podemos pensar que se trata de un alineamiento del Instituto católico de París sobre la misma linea de ideas o una falta de información, dificilmente aceptable para una institución académica ?
La segunda persona condecorada es el señor Michel Camdessus, el ex-director general del Fondo monetario internacional. En plena crisis de la cual, un factor fué la orientación económica señalada por las instituciones de Bretton Woods a nivel mundial, y justamente a uno de sus principales artesanos de ésta política, el Instituto católico otorga un doctorado honoris causa. Cuando se conoce los estragos sociales producidos por las políticas del FMI, las consecuencias dramáticas de la crisis financiera y monetaria sobre el empleo y el derrumbe económico, especialmente de ciertas sociedades del Sur, no se puede evitar de poner en cuestión los modelos de analisis utilizados en las decisiones tomadas. Si existiera una Corte penal internacional para los crímenes económicos, el señor Michel Camdessus se encontraría en el « banco de los acusados » por crimen contra la humanidad. En lugar de aquello, el representa hoy día, la Comisión pontifical de Justicia y Paz en las instancias internacionales, el preside las semanas sociales de Francia y recibirá un doctorado Honoris causa del Instituto católico de París.
Tales contradicciones se explican solamente por una lectura de la situación del mundo, a partir de la visión de aquellos cuya lógica ha producido las catástrofes sociales y no con la visión de las víctimas, como la fidelidad a las enseñanzas y a la práctica que Jesús Cristo lo hubiera exigido.
Esta es la razón por la cual, en este caso, se trata de un contratestimonio perfecto.