No se trata de un contrapunteo de palabras y frases, sino de un inventario mínimo de la realidad latinoamericana en todas sus descarnadas contradicciones –mejor dicho, en sus antagonismos.
Eso es América Latina hoy: anverso y reverso, luz y contraluz. No vivimos la resurrección de viejos fantasmas de siglos remotos; sencillamente el enemigo no duerme, no se ha dormido nunca: no podemos dormir nosotros.
El paisaje actual de nuestra América está hecho de senderos múltiples que se entrecruzan: procesos de cambios nacionales desde los gobiernos en Ecuador, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, que junto a la emergencia y multiplicación de movimientos sociales, buscan adelantar en los caminos de la liberación, sorteados por los escollos y trampas preparados por la confabulación transnacional de las fuerzas de reacción propias y foráneas. Ninguno de estos elementos puede ser comprendido sino en sus múltiples interrelaciones de confluencias y oposiciones.
Hoy, la estrategia de la contraofensiva reaccionaria se muestra en toda su coherencia bárbara: vuelven los militares, la represión masiva, los asesinatos selectivos… El correlato perfecto es el discurso de unos medios que no tienen más fin que silenciar las luchas, masificar la mentira y motivar la violencia. Los sucesos en Honduras son la evidencia ejemplar de ello.
Los intereses de los sectores reaccionarios de nuestras sociedades se encuentran en consonancia con las intenciones imperiales hacia nuestros países. Por tanto, una arista característica del escenario latinoamericano es la confluencia de posturas y objetivos entre actores que trascienden los espacios nacionales y constituyen fuerzas hostiles para el desarrollo de movimientos emancipatorios.
Del lado del cambio, hay fragmentación y falta de articulaciones entre los movimientos sociales, y de estos con las organizaciones políticas y los Estados. Los procesos de refundación del Estado-nación que se llevan a cabo desde algunos gobiernos de izquierda de la región (Estado Plurinacional de Bolivia, Consejo Comunal en Venezuela), a la vez que facilitan el diálogo con los movimientos sociales, precisan de mayor articulación entre estos y los partidos en el poder.
Superar la visión de separación entre lo político y lo social que atraviesa algunas conceptualizaciones en torno al tema no solo resulta una cuestión teórica, sino que ha de venir también desde las experiencias. Se trata, en fin, de consolidar los movimientos como organizaciones políticas/sociales en un replanteamiento de su configuración y relaciones con los Estados.
La respuesta a la coyuntura latinoamericana actual pasa por la radicalización de nuestras posturas y reclamos. Ante las nuevas puertas cerradas y la intensificación de la represión, la única ruta posible es buscar alternativas que se entroncan sin remedio con métodos de acción más efectivos.
Las prácticas deben articular demandas particulares y proyecciones comunes de subversión del orden capitalista. Ello llevaría a una mayor madurez de nuestros movimientos, y a la concreción de una perspectiva estratégica, de largo alcance, de nuestras acciones específicas.
Aún cuando se haga pertinente atender y responder a cambios recientes en el contexto socio- político latinoamericano, la nueva realidad hace evidente también la necesidad de seguir enarbolando demandas históricas en nuestros pueblos.
Los movimientos sociales poseen el reto de adaptar sus respuestas al contexto actual, pero además el de establecer la continuidad con ciertas reivindicaciones que han regido la historia de las luchas contrahegemónicas, antioligárquicas y antimperialistas en América Latina.
En este contexto, no debemos caer en triunfalismos que pretendan ver el fin inmediato del sistema en signos como la crisis económica global capitalista y en el descrédito de la ideología neoliberal, pero tampoco podemos derivar en el pesimismo o el escepticismo. Se trata de superar las debilidades, de re-pensar(nos) en el hacer, re-inventar(nos), para aprovechar las oportunidades que propicia la crisis.
Hay en los movimientos sociales reservas por explorar, posibles articulaciones antisistémicas, nuevos métodos a ensayar, entretejimiento de redes, formas alternativas de entender el bienestar y la felicidad que rescaten las culturas originarias y sus valores… Definitivamente, tenemos la certeza de que existen alternativas emancipatorias.
Relatores: Lázaro Bacallao y Abel Samohano.