Home Cuba Seguiremos en lucha hasta que todas seamos libres

Seguiremos en lucha hasta que todas seamos libres

Georgina Alfonso González

Este 8 de marzo cumpliremos 112 años de celebración del Día Internacional de la Mujer. Un día, resultado de muchos y principio de otros más, donde las mujeres damos cuenta de nuestra unidad y solidaridad internacionalista; un día a partir del cual nos ubicamos en la historia de las luchas anticapitalistas con autonomía y conciencia política propia.
¿Qué significa el 8 de marzo? El Día de la Mujer que no ha dejado de provocar sospechas y estremecer posturas políticas con un impacto dramático para los movimientos y partidos socialistas. Significa la dignificación de las mujeres y el reconocimiento a su condición de sujeto revolucionario, porque aún hay cuestiones no resueltas que entorpecen la plena emancipación humana: La supremacía de la producción mercantil sobre la reproducción de la vida; la hegemonía política que enfrenta la autonomía de los movimientos de mujeres como lastre de la diversidad social; la dicotomía de los espacios públicos y privados y la subestimación de lo social como espacio común; el control de los cuerpos y la sexualidad femenina; el divorcio entre la vida.
El proceso socialista cubano estableció como objetivo esencial de su programa: la eliminación de las formas tradicionales de discriminación entre el hombre y la mujer y la incorporación sostenida y amplia de la mujer a todas las esferas de la vida socioeconómica y cultural. El fomento de una conciencia crítica respecto a la existencia de una cultura machista, significa desafiar desde lo cultural, político y económico la retórica idealista de la “plena igualdad de géneros” y reconocer la existencia de una subjetividad femenina, resultado de una participación real que rompe arraigados esquemas mentales, afronta barreras sociales, culturales, psicológicas y comunicativas, abre caminos para la realización individual, promueve estilos de vida colectivos, diseña políticas públicas, impulsa normativas y leyes a favor de los cambios que ajustan la base material con la espiritualidad femenina para conquistar la justicia.
La educación y la concientización de las mujeres son procesos de acción autotransformadora. Ha sido la incorporación y participación de las mujeres a la experiencia socialista cubana la que demandó cambios radicales en las políticas públicas y obligó a impulsar, aun sin una base económica sólida, políticas sociales de beneficio popular.
En Cuba muy pocas mujeres se identifican feministas, aunque se reconocen abiertamente críticas del machismo y defensoras de los derechos de las mujeres. Todavía la teoría feminista es un déficit teórico y práctico del socialismo cubano. A pesar del trabajo de sensibilización y capacitación de género que se ha hecho por todo el país por diferentes instituciones y organizaciones cubanas sigue existiendo un desconocimiento de la historia del feminismo y sus luchas, incluso desde nuestra historia nacional. Hay dispersión y atomización en los esfuerzos por desarrollar una cultura feminista.
Esto se asocia fundamentalmente a la poca comprensión política de las instituciones estatales para desplegar acciones a favor de las mujeres establecidas en normativas jurídicas y la falta de una agenda articuladora con capacidad movilizativa, por parte de la FMC, que vincule los esfuerzos formativos y las acciones de incidencia estratégica sobre las mujeres (enfoques de género, masculinidades, visiones feministas y sobre las diversidades) con las urgencias de la vida cotidiana de las cubanas.
Las medidas económicas y sociales adoptadas en los últimos años han afectado considerablemente algunos de los derechos conquistados por las mujeres en el proceso revolucionario. La falta de coherencia entre el discurso y la práctica revolucionaria subvierte la lógica emancipatoria del proceso socialista cubano abriendo nuevas brechas a la opresión y discriminación de género.
El proceso de actualización del modelo económico y social cubano modifica sustancialmente prácticas desarrolladas por cubanas y cubanos durante décadas. Los cambios que se proponen tienen impactos desiguales para hombres y mujeres. Aunque no hay una intención manifiesta de modificar relaciones de género establecidas en las políticas públicas, muchas veces los cambios se interpretan, por funcionarios y decisores, como si fuera inevitable pasar por alto los beneficios sociales alcanzados por las mujeres cubanas “pues no se sustentan económicamente”.
Por diversas razones, hay una vuelta de la mujer cubana al hogar y un reacomodo de las relaciones de género hacia prácticas patriarcales, lo cual contrasta con el número significativo de mujeres profesionales y promovidas a puestos de gobiernos y de toma de decisiones en espacios locales. Nuevas y viejas concepciones sobre lo femenino y lo masculino se están enfrentando en medio de un complejo escenario social donde se reconstruye la subjetividad y el ideal de futuro de las mujeres cubanas.
Existe una diversidad de experiencias, enfoques y valoraciones sobre cómo las mujeres cubanas están hoy desafiando las lógicas patriarcales en sus experiencias de vida. Sin embargo, los procesos de formación y reflexión colectiva sobre la crítica al patriarcado y el nexo entre feminismo y socialismo son aún fragmentados e inconexos, existen diversos posicionamientos que no hallan el modo de ponerse en común, así como esfuerzos formativos sectoriales que impiden avanzar en estos temas vitales para profundizar el sentido emancipatorio del proyecto cubano.
Las mujeres cubanas están reclamando no solo la necesidad de cambios que viabilicen el dinamismo participativo de ellas, sino la permanente disposición a luchar por sus derechos y ser parte activa de las transformaciones sociales. Existe un amplio movimiento que despliega sus acciones en los espacios comunitarios dando respuesta a necesidades y carencias que tienen hoy las mujeres y las familias. Al mismo tiempo, proliferan grupos de mujeres de diferentes sectores sociales que se unen por intereses comunes u objetivos específicos vinculados a experiencias concretas de vida y las urgencias de satisfacer determinadas necesidades materiales y espirituales.
El accionar de las mujeres, muchas veces invisivilizado por darse fuera de las instituciones establecidas, habla de las posibilidades eficientes del no capitalismo en Cuba, de un modelo de sociedad, en constante construcción, donde el ser humano y la naturaleza sean la fuente de la riqueza social. Aun cuando el proyecto socialista se sustenta en un discurso ideológico que refiere a la igualdad y la emancipación plena de los seres humanos, la reproducción social y natural de la vida humana en la que las mujeres llevamos el peso fundamental, queda con frecuencia fuera del mismo y sigue funcionando invisible según la tradición y las costumbres como si esto no afectara al proyecto. Desde esta perspectiva, el socialismo deja de ser un proceso colectivo de deconstrucción y construcción de formas de relaciones sociales y convivencias humanas verdaderamente desenajenadoras.
Más difícil que el derrocamiento armado del poder capitalista es desmontar su lógica de producción y reproducción de la vida. La visión tradicional de la izquierda, sobre la emancipación económica y política en lo fundamental, y a partir de ellas promover un cambio hacia las otras esferas de la vida sociocultural, ha quedado sin fundamentos. La emancipación humana está condicionada por la abolición de la enajenación en su propia base: la existencia de la propiedad privada capitalista y la división social del trabajo. Este proceso de superación de la enajenación, abarca todas las esferas de la vida humana, comenzando por la vida cotidiana y requiere de acumulaciones paulatinas de orden material y espiritual.
Pongamos este 8 de marzo una mirada feminista a las prácticas cotidianas e intentemos reconstruir la imagen creíble y atractiva de una sociedad fraterna, solidaria y libre desde una perspectiva emancipatoria. Estamos, pues, urgidos de hacer entre todas y todos nuestro bienestar sostenible.

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