Home América Latina De la cuarta urna, al genocidio en Honduras

De la cuarta urna, al genocidio en Honduras

Gonzalo Sánchez

Antecedentes
Jose Manuel “Mel” Zelaya Rosales, candidato del Partido Liberal de Honduras, de centro-derecha, ganó las elecciones hondureñas celebradas en 2006 con poco más del 50% de los votos emitidos, superando por un 5% a su inmediato perseguidor, Porfirio Lobo, del derechista Partido Nacional. Estos dos partidos suponían un bipartidismo que blindaba los privilegios de las clases altas hondureñas, que después de estas elecciones respiraba tranquila sin imaginar lo que uno de los suyos podría hacer.

Cuando Zelaya comenzó su mandato se encontró con un país muy empobrecido que necesitaba importar petróleo para funcionar, y que si lo hacía la deuda externa consumiría al país cada vez más. Es entonces cuando Zelaya se empieza a enemistar con la oligarquía de Honduras.

Venezuela se encontraba ya promoviendo por aquel entonces el PETROCARIBE, una iniciativa de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América por la que Venezuela vendía su petróleo a un precio justo y con muchas facilidades de pago a los países caribeños que no poseían en su suelo ese recurso hidrocarburo y no podían permitirse importarlo.

Zelaya no se lo pensó dos veces y se añadió a la iniciativa para poder pagar el petróleo un 40% más barato de su precio real y poder pagar la mitad de lo que comprase a un 1% de interés a 25 años con opción de pagarlo invirtiendo el dinero en programas sociales.

Más adelante dio ayudas para abaratar el precio de los combustibles para que el pueblo pudiera hacer uso de ellos sin empobrecerse, también ayudó al pueblo reduciendo la tasa de interés en el pago de la vivienda, minorándolo una tercera parte. Esas ayudas estimularon la actividad económica del país ya que los hondureños espoleados por el abaratamiento de los costes de la vivienda empezaron a construirse sus casas comprando los materiales y dando empleo en el sector de la construcción. Zelaya también ha aumentado en los últimos meses el salario mínimo en un 60%.

Todas estas acciones que ha ido desarrollando Manuel Zelaya en su gobierno han ido soliviantando a la oligarquía de la que él mismo proviene, que estaban viendo como Zelaya iba girando su política hacia la izquierda a favor de los pobres de forma decidida. Incluso su propio partido no le apoyaba en el congreso con sus iniciativas, igual que el resto de partidos de Honduras exceptuando a la Unificación Democrática, el único de los cinco partidos existentes en Honduras que, con sus cinco escaños en el congreso apoyaron siempre a Zelaya.

Lo que colmó la paciencia de la derecha capitalista fueron tres cosas. La primera, la unión de Honduras al ALBA, que le costó un año a Zelaya ya que su ingreso al organismo internacional debía ser aprobado previamente en el congreso, que lo rechazó varias veces. El ALBA le ha proporcionado fondos para aumentar el gasto social, proyectos conjuntos que han dado trabajo al pueblo hondureño y un nuevo mercado con preferencias comerciales para los productos del país centroamericano.

Lo segundo fue que, gracias al ALBA Zelaya quiso acabar con las bases militares norteamericanas en Honduras para convertirlas en aeropuertos comerciales que beneficiasen al pueblo en detrimento de los Estados Unidos y la última fue, la voz que quiso darle al pueblo en una consulta para que los hondureños se pronunciasen sobre si querían celebrar una Asamblea Nacional Constituyente para dotarse de un nuevo texto constitucional.

Se hablaba de nacionalizaciones, de democracia participativa, siguiendo el ejemplo de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Para ello se iba a celebrar un referéndum el domingo 28 de junio, donde el pueblo votaría sobre si en las elecciones generales de noviembre próximo ponían una cuarta urna, además de la de diputados, alcaldes y presidente, en la que el pueblo votaría si quería que se celebrase una Asamblea Nacional Constituyente.

Zelaya aspiraba a incluir el referéndum revocatorio, entre otros muchos aspectos de la democracia participativa, por el que el pueblo podría revocar el mandato de cualquier cargo público. Eso significaba que gente como el Presidente del Congreso por aquel entonces Roberto Micheletti, del mismo partido que Zelaya, podría no tener asegurado los 28 años que lleva éste en el cargo. También se hablaba de que los partidos no fueran el único medio por el que los ciudadanos influyeran en el gobierno una vez cada cuatro años, sino que en la nueva constitución se establecería que los ciudadanos podrían influir todos los días del año en los asuntos públicos, decidiendo aspectos como las obras públicas que se ejecutasen en sus lugares de residencia o incluso, las leyes aprobadas con el parlamentarismo social de calle que se da, por ejemplo, en Venezuela, El Salvador y Nicaragua.

La derecha tuvo que actuar. Zelaya había cambiado radicalmente, no sólo su discurso, sino que lo había acompañado por hechos. Un aviso que dio Manuel Zelaya fue cuando junto con los países del ALBA celebró en Caracas el décimo aniversario de la Revolución Bolivariana. Zelaya se dirigió a los cientos de miles de venezolanos que participaban, proclamando que Venezuela era “el ejemplo a seguir” y que había que “tumbar al capitalismo y al imperialismo que por cientos de años habían expoliado a América Latina”.

Antes de dar el golpe, la derecha capitalista dio un aviso. Pensaron que Zelaya se acobardaría cuando el general Vásquez Velásquez se negase, desacatando una orden de Zelaya, a repartir los materiales de la votación sobre la consulta popular sobre la Constituyente. El argumento era la inconstitucionalidad que suponía el injusto delito de preguntar la opinión del pueblo. Se ha podido observar más adelante que la oligarquía hondureña es consecuente con sus principios ya que por no preguntar al pueblo, han impuesto a Micheletti sin haber sido votado por nadie.

Zelaya destituyó de su cargo al general Vásquez Velásquez, pero la justicia hondureña, integrada por la oligarquía lo volvió a restituir, avisando a Zelaya que por allí no podía pasar. El presidente hondureño era además un líder popular y salió junto con el pueblo literalmente a tomar la base aérea donde se encontraba el material electoral y a repartirlo para efectuar las votaciones. Zelaya estaba irremediablemente del lado del pueblo.

La oligarquía no estaba dispuesta a ceder sus privilegios en beneficio de un pueblo por el que no sentía ni lástima y lo había conducido hasta la extrema pobreza de una forma totalmente egoísta.

El Golpe
El día de las controvertidas elecciones donde el pueblo iba a expresar si quería la cuarta urna que diera paso a una Asamblea Constituyente, la oligarquía se desprestigió ante el mundo: doscientos militares entraron abruptamente en la casa del Presidente de Honduras y violentamente lo secuestraron, llevándolo hasta Costa Rica en pijama y dejándolo tirado en ese país sin avisar a ninguna autoridad del estado costarricense.

Los Golpistas
La oligarquía dejó claro desde el primer momento que lo que habían hecho era parte de un plan muy bien trazado a juzgar por su rapidez en las acciones que vinieron después de secuestrar a Manuel Zelaya.

El congreso se reunió con la excepción de los parlamentarios de Unificación Democrática, que no asistieron por miedo a represalias. En esa sesión legislativa los congresistas golpistas intentaron justificar el golpe de estado como una sucesión constitucional.

Para ello se basaron en que Zelaya cometió delito en base a una ley que aprobó el congreso al momento de enterarse de que Zelaya quería preguntar al pueblo sobre la constituyente, aprobaron una ley que impedía la celebración de plebiscitos 180 días antes de las elecciones generales.

Presentaron una carta de renuncia supuestamente firmada por Zelaya el 25 de junio, tres días antes de la celebración del referéndum. Zelaya negó rotundamente que él hubiera renunciado. El Congreso dando por buenos esos hechos, eligió a Roberto Micheletti, del mismo Partido Liberal de Honduras al que pertenece Zelaya, el mismo partido que votó sin fisuras a favor de Micheletti.

Hasta ese momento Micheletti era el Presidente del Congreso de Honduras. La dictadura que acababa de surgir en ese país centroamericano no esperó tiempo para actuar contra el pueblo en busca de un silencio que aparentase la normalidad necesaria para su legitimación por parte de la comunidad internacional. Para ello los golpistas mediante el ejército tumbaron la señal del canal público de Honduras, para dejar al pueblo cercado comunicativamente y poder dividirlo con informaciones en los diarios propiedad de los empresarios hondureños que apoyan el golpe. Inmediatamente después de tumbar esta señal comenzó la caza de brujas contra los medios alternativos favorables a Zelaya y a la “cuarta urna”. Radio Globo Honduras y Canal 36 fueron desalojados por el ejército dejando al pueblo en total oscuridad mediática. Sus locutores están siendo amenazados de muerte para que se callen.

La dictadura del golpista Micheletti pronto se manchó las manos de sangre. El ejército tenía tomados los puntos clave de las principales ciudades hondureñas, como el Palacio Presidencial y el Congreso en Tegucigalpa y comenzó a reprimir al pueblo. El ciudadano Rosel Ulises Peña fue arrollado por un vehículo militar mientras defendía la libertad de prensa en la sede de Hondutel, empresa de comunicación, impidiendo que los militares entrasen en el edificio. Este asesinato se produjo el lunes 29 de junio, un día después del golpe de estado.

La represión desde que los golpistas constituyeron la dictadura no sólo no ha desaparecido sino que, según palabras de la Premio Nóbel de la Paz, Rigoberta Menchú, se ha endurecido alcanzando altas cotas de violencia. Las garantías constitucionales han sido suspendidas por lo que asesinar, entrar en las casas sin orden judicial, espiar llamadas… es legal, mientras que manifestarse o expresarse es ilegal.

Desde el primer día las manifestaciones, primero espontáneas y luego organizadas, han sido duramente reprimidas dejando miles de heridos, detenidos y varios muertos. Esto puede observarse de manera muy clara cuando el pueblo asistió en una multitudinaria manifestación de casi medio millón de personas a recibir al presidente Zelaya en su regreso a Honduras al aeropuerto de Toncontín, en Tegucigalpa.

El pueblo marchó y pudo acceder al aeropuerto gracias a que el coronel Mendoza retiró a su regimiento del aeropuerto desobedeciendo las órdenes de Micheletti. Cuando la cabeza de la manifestación colapsó el aeropuerto de manera pacífica, el ejército sin motivo comenzó a disparar a los indefensos manifestantes matando a tres e hiriendo a más de dos decenas de personas. Una de las víctimas, Isis Obed Murillo un joven de dieciséis años fue abatido por un francotirador. Poco después de estos hechos se anunció cuando faltaban diez minutos para las seis de la tarde que se adelantaba el toque de queda a esa misma hora, lo que supuso más de 800 detenidos.

La familia de Isis Obed, sumida en la tristeza le dijo a Xiomara Castro, la primera dama, en una conversación telefónica, que se sienten orgullosos de que su hijo muriera luchando por la justicia y la democracia. Los mismos que asesinaron a su hijo, han detenido a su padre para que no siguiera declarando a la prensa, según ha dicho la propia hermana del fallecido.

La represión ejercida a la ciudadanía no sólo se llevaba a cabo durante las manifestaciones sino que antes de celebrarse el ejército se cebaba con los que identificaba como partidarios de Zelaya. Autobuses y vehículos particulares que transportan “sospechosos”, distinguidos por su apariencia de pobres, a Tegucigalpa para formar parte de las movilizaciones y acciones contra los golpistas eran parados y sus ruedas desinfladas a disparos siendo sus pasajeros reprimidos a su vez para disiparlos e impedir su llegada a la capital que está fortificada desde el día del golpe y rodeada de puntos de control para que no entren en sus inmediaciones nadie que no deba.

Esta persecución no ha sido solamente hacia el pueblo que estaba en la calle, los cargos públicos que se mantuvieron fieles al mandato popular que subió a Zelaya a la presidencia de Honduras también han sufrido la persecución fascista de los usurpadores.

El gabinete presidencial que apoya a Zelaya pasó a la clandestinidad, altos mandos del ejército que dieron la espalda al golpe están en las cárceles y muchos alcaldes han sido perseguidos, algunos salvados por el propio pueblo que desde el primer momento fue a los ayuntamientos a protegerlos de las arremetidas del ejército y otros, pese a la protección popular, fueron detenidos como el alcalde de San Pedro Sula, Rodolfo Padilla Suncery.

El ejército entró violentamente en la alcaldía sacando a la gente que protegía al alcalde con bombas lacrimógenas y disparos, deteniendo al alcalde y a decenas de ciudadanos y haciendo, en ese mismo instante, alcalde de San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante de Honduras, al sobrino de Roberto Micheletti, William Hall Micheletti. Después de ir a por el alcalde el ejército la emprendió con el pueblo de igual manera virulenta. Se recibieron denuncias de que en las mismas celdas de las cárceles la policía tiraba bombas lacrimógenas dentro, en un ataque sin sentido contra los presos políticos.

La familia de Manuel Zelaya también está siendo perseguida y haciendo un alarde de valentía Xiomara Castro, la esposa de Zelaya ha salido de “las montañas” donde la protegía el pueblo para manifestarse pacíficamente con la ciudadanía en su lucha diaria por restaurar la democracia en Honduras.

Los golpistas han constituido una dictadura de terror, reactivando, según el gabinete presidencial en la clandestinidad, el escuadrón de la muerte 316 y nombrando como asesores de su “gobierno” a asesinos como Billy Joya que dirigió al nombrado anteriormente escuadrón de la muerte 316 que hizo desaparecer a decenas de personas de izquierda durante los años 80 en Honduras. Billy Joya está acusado por tribunales internacionales de responsabilidad criminal directa en 16 desapariciones y asesinatos. Todo esto Junto con la represión, la censura, las amenazas y la suspensión de las garantías constitucionales el gobierno golpista de Honduras cumple todos los requisitos de la práctica del terrorismo de estado.

José Manuel Zelaya Rosales
Cuando el alba de la mañana hondureña estaba a punto de dejar paso al sol que daría comienzo al domingo 28 de junio, el presidente de ese país centroamericano estaba convencido de que su pueblo iba a escribir una nueva página en la historia de Honduras, votando a favor de una cuarta urna que desembocase en una asamblea constituyente basada en la democracia participativa, que diera realmente y sin límites todo el poder al pueblo. Zelaya que durante el día anterior dio por finalizados los problemas que tuvo con parte de su gobierno y las altas instancias del ejército, se vio sorprendido cuando, doscientos militares allanaron su casa violentamente y lo secuestraron en pijama. Lo llevaron en un avión hasta Costa Rica y allí lo dejaron.

El presidente costarricense lo recogió y dieron juntos la primera rueda de prensa de las muchas que Zelaya ha dado desde que fuera secuestrado. Inmediatamente después, Zelaya fue a Managua, capital de Nicaragua para una reunión de la ALBA convocada con carácter urgente. Después de estas reuniones se sucedieron en Managua muchas otras del resto de organismos americanos como la OEA, SICA o el Grupo de Río.

Días después Manuel Zelaya partió a Washington, para hablar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, pocos días antes de su intento de regresar a Honduras, junto con el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas Miguel D’escoto, frustrado por los militares golpistas. Después del intento pasó un día en Nicaragua antes de partir de nuevo a Washington donde se reunió con la secretaria de estado Hillary Clinton.

El resultado de esa reunión fue que Óscar Arias, presidente de Costa Rica, mediase en el encuentro que Zelaya va a mantener con los golpistas en San José. Refiriéndose a ese “encuentro” Zelaya sentenció que no es una negociación sino “una planificación de cómo los golpistas van a salir del país”. Zelaya recalcó de cara al encuentro que hay cosas innegociables como su presidencia y la celebración de las elecciones para la “cuarta urna” que abran la puerta a una Asamblea Nacional Constituyente.

Además el presidente legítimo de Honduras declaró a TeleSUR minutos antes de partir hacia San José que los golpistas estaban “saboteando” el proceso porque no dejaban salir de Honduras rumbo a Costa Rica a los dos ministros del Gabinete Presidencial en la Clandestinidad y advirtiendo que serán detenidos en base a la orden de detención en su contra que la justicia golpista hondureña, controlada por la oligarquía, ha emitido como parte de la persecución política que los golpistas llevan a cabo a todos aquellos cargos públicos y periodistas que no apoyan su dictadura sangrienta.

El pueblo de Honduras

Los hondureños contrarios al golpe, el pueblo, nada más saber el secuestro de su presidente salió a las calles e hizo algo mucho más importante que eso: organizarse y unirse para encauzar las protestas, mantenerlas y acrecentarlas. Con ese objetivo se creó en las horas siguientes al golpe el Frente de Resistencia Popular, integrado por las tres Centrales Obreras existentes en Honduras, el Sindicato de Taxistas, los sindicatos magisteriales del país, la mayor organización de campesinos hondureña Vía Campesina y el único partido de izquierdas en Honduras Unificación Democrática.

Todas las organizaciones de izquierdas de la Patria de Morazán están presentes en ese punto común llamado Frente de Resistencia Popular. Desde el primer día el Frente tuvo claro que los objetivos de su lucha eran restituir al presidente Zelaya en su cargo, juzgar a los golpistas y sobre todo, la realización de las elecciones que fueron interrumpidas por el golpe de estado.

También estaba claro cuál era la forma de conseguirlo: pacíficamente. Para ello desde el primer día el Frente de Resistencia Popular llamó al pueblo para que tomase las calles y convocó una Huelga General Permanente que ha paralizado todo el país asfixiando económicamente a los golpistas quienes, pese a que en un primer momento negaron la existencia de una huelga, días más tarde el propio Micheletti llamó a los trabajadores a volver a sus labores, ya que la mayoría de gasolineras, supermercados, restaurantes y todos los colegios públicos se encuentran cerrados.

El pueblo respondió que sólo le llegada de Zelaya a la presidencial parará la huelga. Desde el martes 30 de junio, día en que Zelaya anunció que regresaría a Honduras, los esfuerzos del Frente se centraron en aglutinar a todo el pueblo que luchaba por Zelaya y la cuarta urna en Tegucigalpa, la capital del estado, para recibir al presidente Zelaya y unir fuerzas contra los golpistas.

Desde ese mismo día cientos de miles de hondureños marchan hacia Tegucigalpa, un camino difícil porque los golpistas usando el ejército han cerrado todas las carreteras y han blindado Tegucigalpa. Aún así fueron 400 000 personas a recibir a Zelaya en su intento abortado por los golpistas y ahora mismo casi un millón de personas se encuentran en Tegucigalpa manifestándose todos los días.

Los dirigentes del Frente de Resistencia Popular mantienen que si los golpistas abren las carreteras se llegarán a los dos millones de personas en Tegucigalpa, superando la población de la ciudad situada en un millón doscientas mil personas aproximadamente. El Frente envió a Costa Rica una delegación que se reunió con Zelaya para entregarle al presidente sus puntos esenciales para negociar con los golpistas:

* Exigiendo “el castigo para los responsables de la muerte de los compañeros caídos y la represión a las movilizaciones y locales del movimiento popular.”
* Rechazan “la posibilidad de la legitimación de las autoridades de facto y reafirmamos que la única salida aceptable es el regreso al orden institucional.”
* Exigiendo “la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente.”
* Además solicitan la integración de su delegación en la de Zelaya durante el encuentro con el sangriento dictador Micheletti.

Pese a la represión violenta, el miedo, la censura y la ausencia de derechos, el pueblo está saliendo cada día desde el 28 de junio en mayor número por la vuelta del presidente Zelaya y la celebración de la cuarta urna.

El Mundo
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América fue la primera organización internacional que se reunió con Zelaya y lo hizo apenas pasadas unas horas de que saltase la noticia del golpe. Los países integrantes del ALBA rompieron las relaciones diplomáticas y comerciales con la Honduras golpista, como presión internacional, sentando el ejemplo que otros países como El Salvador y Paraguay siguieron. Otros muchos como México, Argentina o España simplemente rompieron relaciones diplomáticas con los golpistas.

Los países del ALBA dinamizaron a la comunidad internacional convocando todas y cada una de las cumbres extraordinarias que celebraron el resto de organizaciones mundiales que se reunieron esos días. En palabras del ALBA “dejar que se enfríe la situación beneficiaría a los golpistas”.

Todas las cumbres celebradas dieron un abrumador respaldo al presidente Zelaya exigiendo la restitución del orden constitucional, que pasaba por respetar el mandato que el pueblo le había dado a Zelaya hasta enero de 2010 como su presidente. La Organización de los Estados Americanos, por integrar totalmente a todos los países de América, fue la organización que cargó con el peso de la situación. Para ello la primera medida que tomó fue retrasar la llegada del presidente Zelaya por tres días, dando un ultimátum a los golpistas contradiciendo al propio Zelaya que tenía la intención de volver cuanto antes “por el bien de su pueblo”.

El siguiente paso que tomó la OEA fue concertar un encuentro con los golpistas en Honduras con José Miguel Insulza, el secretario de la organización. Este encuentro tuvo el objetivo de notificar a los golpistas del retraso de la llegada de Zelaya, cosa que ya sabían. Las consecuencias de no acatar el ultimátum sería expulsar a Honduras de la OEA, algo que los propios golpistas hicieron antes de vencer el plazo.

Durante todos estos hechos el único medio de comunicación que impidió que la situación cayera en el olvido fue TeleSUR estando en todo momento en el lugar donde se encontraba el pueblo. Por ello diversos canales del mundo se plegaron a su señal como Radio Televisión Española y CNN en español.

Situación
La oligarquía que anteriormente gobernaba en Latinoamérica muchos países que ahora están en manos del pueblo, no respetan las victorias electorales que no les favorecen, e intentan de manera violenta, retomar el poder.

Lo intentó la oligarquía venezolana en el año 2.002, lo lograron en Haití en el año 2.004, lo pretendió la oligarquía boliviana con la teoría de la Media Luna mientras cometió genocidio contra la población indígena y la ecuatoriana en base a esas teorías separatistas reclamó para sí Guayaquil como estado independiente.

En Nicaragua y Paraguay difaman a los presidentes que lideran sus países y claman por fraudes electorales que no pueden demostrar. Acabamos de ver lo que ha hecho la hondureña. Todos estos países guardan cosas en común.

Son del ALBA, la organización que establece vínculos de uniones comerciales, culturales y sociales en base a los preceptos socialistas de cooperación, complementación, solidaridad y respeto a la soberanía de los países que lo forma y que además acabó con el ALCA, la propuesta de los Estados Unidos para las relaciones entre los países de Latinoamérica. Además estos países, mediante sus gobiernos, han establecido, o se encuentran intentándolo, cauces para una mayor participación ciudadana que de la posibilidad real al pueblo de influir en los asuntos públicos todos los días del año y no sólo cada cierto tiempo en unas elecciones, donde son los partidos, y no los ciudadanos, los que dirigen los asuntos públicos.

La oligarquía hondureña ha evitado durante ya 13 días que el pueblo pueda decidir. Y ya ha anunciado que adelantará las elecciones de noviembre para así, legitimar su situación revistiendo la dictadura de una imagen democrática que convenciera a la comunidad internacional para que terminase su presión contra los golpistas.

Sufriendo una huelga general y una importantísima presión internacional no se puede explicar que los usurpadores se sostengan en poder sin una ayuda externa. Todas las miradas se han dirigido a los Estados Unidos de América, histórico apoyo económico y estratégico para los golpistas latinoamericanos.

En la actualidad el gobierno de los EUA representado por Barack Obama se ha mostrado como un cambio profundo con respecto a sus predecesores. Así lo constatan sus declaraciones respecto al golpe de estado en Honduras, siempre de apoyo a Zelaya y a su restitución. Sus hechos parecen no confirmar sus palabras, ya que, además de no cortar relaciones diplomáticas con Honduras, ni suspender la cooperación militar y económica de la que ahora se benefician los golpistas, y retrasar la llegada de Zelaya a Honduras mediante la OEA, sabían los planes de los usurpadores desde un mes antes del secuestro tal como declaró su embajador y no evitaron el golpe.

En la última reunión que Hillary Clinton mantuvo con el presidente Zelaya, los Estados Unidos dejaron claro que no iban a cortar relación con los golpistas y que antes de eso preferían una negociación donde puedan no perder tanto con la vuelta de Zelaya, por culpa de la rápida movilización del ALBA y TeleSUR que han movilizado e informado a todo el mundo para que este atentado contra el pueblo no cayera, otra vez, en el olvido. Por ello han nombrado al presidente de Costa Rica, Óscar Arias, conocedor también del golpe de estado antes de que sucediera y elogiado por los golpistas hondureños.

Al igual que los estados Unidos de América, Óscar Arias también ha condenado el golpe delante de las cámaras y es un perfecto negociador en este caso ya que no puede representar mejor a las empresas que están expoliando su país y están interesadas en que los gobiernos que llevan a cabo reformas de izquierdas en la economía caigan.

Honduras puede sentar un mal precedente para los pueblos que elijan por ellos mismos. Si este golpe triunfa finalmente las oligarquías anteriormente nombradas podrían ver la luz al final del túnel y seguir el ejemplo de Honduras. Ya habrían constatado que cuentan con un apoyo que sería el único sostén que necesitarían para culminar sus golpes.

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