Ha animado también la aparición de este número de Caminos, el hecho de la creación de la Comisión para Celebrar el Centenario del Partido Independiente de Color (PIC), a la labor de cuyo presidente, Fernando Martínez Heredia, y de su secretaria, Leyda Oquendo, debe buena parte de la organización del dossier.
Si bien la publicación de esta revista viene a llenar ciertos vacíos sobre raza y racismo en Cuba, el propósito de sus editores es contribuir a un debate necesario, a la vez, que dar fe desde distintas miradas y expresiones de la sociedad cubana de cómo se ve, se piensa y se siente el tema de la raza entre nosotros.
No por eso no es de extrañar que aparezcan en las páginas de esta revista de pensamiento socioteológico, desde la letra de un rap, hasta fotos, poemas y documentos, algunos inéditos, del Partido Independientes de Color aportados por el Archivo Nacional de Cuba.
Con un inteligente y coherente diseño, y una meticulosa y bien balanceada selección de materiales de archivo, históricos y de actualidad, esta propuesta editorial del Centro Memorial Martin Luther se integra a las diversas actividades que durante todo el año, tendrán lugar en el país para recordar la impronta dejada por el PIC y las luchas reivindicativas de negros y mulatos en la historia y la vida pasada y presente de la nación cubana; negros y mulatos que, al decir, del destacado ensayista Fernando Martínez Heredia “componen nuestra rica y variada identidad”.
Al agradecer la presencia de las autoras y autores de los materiales incluidos en este número, Esther Pérez, educadora popular y una de las editoras de Caminos, dedicó esta primera presentación pública “a la gente querida del barrio de Pogolotti, que como siempre, desde los orígenes fundacionales del Centro han participado en el trabajo de educación popular y el rescate y difusión de la cultura y la vida de esta localidad habanera que recientemente cumplió 97 años”.
A continuación fragmentos de las palabras de presentación de la revista a cargo de Fernando Martínez Heredia, ensayista y Premio Nacional de Ciencias Sociales.
“En aquel año 2002 el Centro Memorial Martin Luther King publicó el libro Los independientes de color, escrito por Serafín Portuondo Linares un negro de Santiago de Cuba que sólo llegó a tabaquero. Su padre había sido capitán del ejercito mambí, uno de los que se alzaron con Guillermo Moncada, cinco días antes del 24 de febrero, y a los 24 años era secretario general del Partido Comunista de Cuba en Santiago. Digo todo esto porque de él casi nada se sabe. Veinte años después, viviendo en un cuarto en El Cerro, este investigador marxista fue el primero, en Cuba y en el mundo, que se animó a preparar un texto sobre el PIC, fundado en 1908. Tras varios esfuerzos logró que se lo publicarán —en aquel tiempo algo verdaderamente difícil—, mediante las gestiones de Rául Roa. Así aparece este libro en 1950. Nunca más hubo una segunda edición hasta que en 2002, cincuenta y dos años después, la Editorial Caminos del Centro Memorial Martin Luther King lo sacó a la luz. Personalmente hice muchas gestiones para tratar de que las nuevas generaciones lo conocieran. Creo que en esto concurrió no sólo el racismo sino el sectarismo, el dogmatismo, la idea de que aquel hombre no había sido fiel a una disciplina partidista, y por eso había escrito el libro para que se lo publicara un hombre que no era del “partido del proletariado”, como se decía entonces.
Pero los caminos son largos, por suerte, y como aquella vez, ahora quiero agradecer nuevamente al Centro Memorial Martin Luther King que ha sabido estar en la lucha contra todo tipo de discriminaciones, contra cosas como el racismo, la opresión de clases o de unos países sobre otros.
Por suerte, hemos ido avanzando. En este 2008 se ha creado una comisión para rememorar aquellos sucesos, una comisión creada por el Partido Comunista de Cuba, una ruptura tremenda frente a un mundo de silencio, de olvido en el que no participaron solamente las antiguas clases dominantes sino también el propio sistema y también los negros y mulatos de Cuba. Y yo que soy uno de ellos, recuerdo como todo el mundo en mi familia trataba de olvidar que hubo un 1912, como también que hubo el “año del cuero”, en el siglo XIX. Es que la gente de abajo siente a la esclavitud, a esta forma de opresión, como un defecto suyo. Frente a un Nicolás Guillén que dice “que se avergüence el amo”, está la realidad de la vida y es que, la mayoría de las veces, la gente en una sociedad considera que su desgracia se debe a un defecto propio.
Por suerte, repito, en este año, es el Partido Comunista el que ha dado el paso tremendo de crear una comisión para tratar de rescatar la memoria histórica y, en algunos aspectos, establecerla porque en muchos casos nunca ha existido; pero también porque la idea de crear la comisión no es solo la de recuperar la memoria histórica. La creación de dicha comisión como expresé en el acto de constitución en diciembre pasado responde a realidades, necesidades y proyectos de la Cuba actual. La gran crisis que atenazó al país hace quince años –y las medidas que exigió su superación– han producido notables cambios en numerosos aspectos de la vida material y espiritual, han afectado los comportamientos, los valores, los modos de vida, las motivaciones, las expectativas.
La disgregación social ha sacado a la luz numerosas diversidades –y en algunos casos las ha promovido– pero no estamos mirando esos procesos con temor. La diversidad social no es una debilidad de la nación, sino una instancia muy importante de su riqueza. No se trata de admitirla o llegar a tolerarla, hay que comprenderla como una fuerza con potencialidades extraordinarias. El camino socialista se hará fuerte y se profundizará si es capaz de asumir esas diversidades y vivir con ellas, de conducirlas y aprender de ellas al mismo tiempo, de respetar sus identidades y atender sus demandas a la vez que les pide contribuir a la empresa de todos y entregar buena parte de sus virtudes y su trabajo a la comunidad.
La cuestión racial se ha ido levantando en estos años. Volvemos a constatar que son negros y mulatos una parte apreciable de los que están o quedan en mayor desventaja, y que el racismo muestra su vitalidad cuando se aflojan los vínculos de solidaridad y los valores socialistas. En la sorda pero tremenda pugna cultural que está en curso entre esos vínculos y las relaciones y valores del capitalismo, está claro dónde se situarán los que tengan conciencia de su posición social y del proyecto que deben defender. Hoy una parte de los cubanos son, por sobre todo, cubanos, como lo fueron los independientes de color de hace casi un siglo, pero se identifican a sí mismos también como negros y mulatos. Necesitamos que esas identidades y esa conciencia marchen unidas, y sean una fuerza de la revolución socialista y su proyecto. Y esto, como todas las cosas importantes, es muy difícil en su realización práctica.
Desde inicios de este 2008 hemos venido atendiendo diversas actividades que tienen que ver con la creación de esta comisión y también celebrando conscientemente la presencia histórica y actual de los negros y los mulatos, esa parte importante de la rica identidad que es Cuba. Y ahora, precisamente, sale a la luz el número 47 de Caminos, donde se incluyen importantes textos sobre el tema de la raza en Cuba. Quisiera mencionar algunos. Entre ellos el de Walterio Carbonell, que escribió Cómo surgió la cultura nacional, libro de una significativa importancia en los años sesenta del siglo pasado donde daba cuenta de los orígenes de nuestra cultura, pero que fue prácticamente eliminado de la circulación, y que si tiene algún defecto es el de ser “demasiado marxista”, sin embargo fue ocultado y es hoy, lamentablemente, casi desconocido. La Biblioteca Nacional sacó hace dos años la segunda edición. En Caminos reproducimos el primer capítulo de este libro capital para entendernos como nación. Lo hicimos para llamar la atención sobre el texto y sobre su autor, que desgraciadamente falleció, poco antes de que saliera la revista de imprenta. Así que su trabajo en las paginas de Caminos es a la vez un homenaje.
Pero también insertamos el poema De mi abuelo francés de Francia, de Rogelio Martínez Furé, un texto poético mucho más profundos de lo que parece, y que forma parte del libro Eshu (Oriki a mí mismo) y otras descargas, publicado en 2007 por Letras Cubanas.
Otro de los artículos importantes es “Los ñáñigos y los sucesos del 27 de noviembre de 1871: Memoria histórica, dinámicas populares y proyecto socialista en Cuba”, de Mario Castillo, que ya habla de las historias de las que está hecha la Historia de Cuba, de cómo la historia es una selección y, muchas veces, una selección muy intencionada. Ernesto Cardenal, el gran poeta nicaragüense, escribió una vez un poema acerca de la historia del que no he olvidado nunca este verso que dice: la historia es la secretaria de los libros, y en este sentido, el artículo “pelea” contra ese carácter de “secretaria de los libros” que suele ser la historia.
Y fíjense cómo son las cosas de la historia: en la tarde del día 27 de noviembre de 1871 en la Punta fueron asesinados ocho estudiantes de medicina, ocho muchachos cubanos. En sus expedientes universitarios aparece su certificado de pureza de sangre, un dato imprescindible que había que hacer constar para efectuar la matrícula. Pues bien, ese mismo día mueren asesinados varios abakuás que con cuchillos atacaron las tropas de España que los iban a fusilar.
Eso no ha sido suficientemente recordado nunca, a pesar de que diferentes autores, entre ellos Luis Felipe Lerroy y otros, también, Tato Quiñones —aquí presente—, publicaron sobre este acontecimiento. Y esto se conocía desde mucho antes. Gente muy culta conoce el discurso tremendo de Manuel Sanguily en Matanzas en el cual dice: “dónde estaba la población de La Habana en la tarde de ayer cuando sacaron los muchachos a morir” (al referirse a los estudiantes de Medicina). Todo eso es muy emocionante; pero también pudo haber sido muy emocionante preguntarse “dónde estaban esos abakuás que salieron con el cuchillo en la mano”. El autor de este artículo nos da un material de análisis mucho más rico y enriquecedor ya que coloca el asunto en un punto crucial hoy para todas y todos que es el de cómo transformar la educación cubana.
Y por último, no porque con ello cierren aquí las presentaciones de Caminos —creo que habrá otra en los próximos días en el Centro Cultural Cinematográfico “Fresa y Chocolate”, auspiciada por el ICAIC y el Centro Martin Luther King, y esperamos que hayan más en lo adelante y que otras publicaciones cubanas se animen a hacer estas reflexiones—, me referiré a otros dos textos: “Desafíos de la problemática racial en Cuba”, una entrevista a Esteban Morales, economista e investigador cubano a propósito de la presentación de su libro homónimo, publicado por la Fundación Fernando Ortiz en 2007, y “José Martí: apuntes sobre su antirracismo militante”, de Leyda Oquendo, donde lautora explora en las visiones de Martí sobre este asunto.
Nosotros somos un país afortunado. El más grande de los cubanos, en un tiempo donde el racismo tenía una explicación científica, donde los blancos eran superiores por ciencias como el evolucionismo, la antropología, Marti fue antirracista.
Finalmente, perdonen que me haya extendido tanto, pero cada vez que tengo oportunidad de hablar de estos temas, lo aprovecho al máximo, agradezco, otra vez, a la Editorial y la revista Caminos del Centro Martin Luther King y a todas y todos los que esta tarde tan hermosamente soleada nos han acompañado, y a los amigos y amigas del barrio de Pogolotti que tan bien lleva en su piel y en su cultura los colores de Cuba”.
- Tags
- Article