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El amor en la pluma de José Martí

Por Liliana Sierra Sánchez

José Martí Pérez, el Héroe Nacional de Cuba, fue un hombre de elevados principios, vocación latinoamericana e internacionalista; de intachable conducta personal y con cualidades humanas que en ocasiones parecen insuperables. Un cubano de proyección universal que rebasó las fronteras de la época en que vivió para convertirse en uno de los más grandes pensadores políticos hispanoamericanos del Siglo XIX. Además, fue autor de una obra imprescindible como fuente de conocimientos y de consulta para todas las generaciones de cubanos.

El contenido, estilo y belleza singular de los poemas, epistolario, artículos periodísticos, de todos los escritos y discursos que realizó, lo sitúan como un intelectual de vasta cultura. En esta obra resaltan sus ideas acerca del amor, en toda la dimensión de la palabra.

Martí llegó a señalar en uno de sus Versos Sencillos: soy el amor, soy el verso.

Para él, por supuesto, el amor no solo estaba presente en la relación existente entre una pareja, sino en otros instantes de la vida de los seres humanos. Martí criticaba la superficialidad en las relaciones de pareja y advertía de la necesidad de diferenciar la simpatía y el placer momentáneo del amor verdadero, que puede llevar hasta al matrimonio, por eso afirmaba: «Empiezan las relaciones de amor en nuestra tierra por donde debieran terminar».

Aquí vemos cómo critica el matrimonio apresurado, que no nace de los sentimientos y el conocimiento verdadero entre la pareja y que puede llevarla al fracaso antes de empezar.

Es importante el enfoque que Martí da al amor, que como todo, tiene un proceso, por eso afirma: «El amor, como el árbol, ha de pasar de semilla, a arbolillo, a flor, y a fruto».

Otro aspecto importante que nos legó, es la necesidad de que la mujer se preparara para la vida, para vivir «a par del hombre como compañera y no a sus pies como juguete hermoso”, que era lo que ocurría mucho en su tiempo.

José Martí siempre estuvo preocupado por la dignidad de la mujer, su estabilidad emocional, superación personal y el lugar que debe ganar en la sociedad, enfrentando las barreras de los prejuicios y tabúes de su época.

Evidencia de lo anterior se halla en su epistolario a Carmen y María Mantilla, donde refleja sus más hermosos sentimientos hacia la mujer y en especial a las jóvenes, y con inteligencia les orienta:

 “…Por eso quiero que te guardes de vientos violentos y traidores, y te escondas en ti a verlos pasar: que como las aves de rapiña por los aires, andan los vientos por la tierra en busca de la esencia de las flores. Toda la felicidad de la vida, está en no confundir el ansia de amor que se siente a tus años con ese amor soberano, hondo y dominador que no florece en el alma sino después de largo examen; detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la criatura en quien el amor ha de ponerse…”

Puede afirmarse que el eje central que sostiene el ideario martiano es el amor. En ese sentido existen aspectos esenciales que guiaron su existencia.

Uno de los grandes amores en la vida del Apóstol de la Independencia de Cuba fue su madre. La primera carta que de él se conoce es una que escribió a los nueve años de edad a Doña Leonor Pérez, y en una de sus partes le dice que la quiere con delirio.

Una de las últimas misivas, cuando preparaba su viaje a Cuba del cual pensaba no regresar, es también a su madre. Martí lamentó siempre que su vida dedicada a servir a Cuba no le permitiera cumplir sus obligaciones de hijo amoroso con sus padres, lo cual le producía un gran dolor manifestado a veces en sus cartas y otras, en extensos silencios, en los que no escribía a su madre para no amargarla con sus penas.

El más universal de los cubanos también veneraba a su padre Mariano Martí y muestra de ello lo da la carta a su hermana Amelia donde le dice:

 “Tú no sabes Amelia mía, toda la veneración y respeto ternísimo que me merece nuestro padre. Allí donde lo ves lleno de vejeces y caprichos, es un hombre de una virtud extraordinaria. Ahora que vivo, se todo el valor de su energía y todos los raros excelsos méritos de su naturaleza pura y franca.”

Por otra parte, nuestro Apóstol hablaba de la amistad como una forma elevada de amor, y nos enseñó a cultivarla como a la rosa blanca para el amigo sincero.

Cuando estudiamos la obra martiana, apreciamos que también consagró tiempo de sus reflexiones y conceptualizaciones a la importancia de la amistad. La amistad, según Martí, cuando anida en genuino nicho, es equiparada al amor. Es un arte cultivar amigos y amigas.

Él dijo: «La amistad no excluye nunca la libertad del criterio.» / » (…) soy tan parco en contraer amistades nuevas, como orgulloso y celoso de las viejas.» / «La amistad es tan hermosa como el amor: es el amor mismo (…)”, “para todas las penas, la amistad es remedio seguro”.

Y no se equivocó al afirmar que “La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor”.

Del mismo modo, en carta enviada por José Martí a Manuel Mercado, le expresa: “los amigos son mejores que los amores, lo que estos corroen, aquellos lo rehacen”.

Martí también amó mucho a la Patria, por lo que se reveló contra el colonialismo español que la oprimía siendo apenas un adolescente; por ella cumplió un cruel presidio siendo un adolescente de apenas diecisiete años de edad, y también fue condenado al exilio lejos de su familia. Concibió que: “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más cerca y en que nos tocó nacer. Todo hombre está obligado a honrarla, con su conducta privada, tanto como la pública. La Patria es dicha, dolor y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”.

Este es un concepto lleno de amor y desinterés, que guió la existencia del Héroe de Dos Ríos, lugar donde cayera heroicamente combatiendo por la independencia de su pueblo el diecinueve de mayo de mil ochocientos noventa y cinco.

Para el Apóstol, “(…) sin pan se vive, (pero) sin amor ¡no!,” porque “el amor palpita en cuanto vive (…)”  y “es el lazo que une a los hombres, el modo de enseñar y el centro del mundo”.

* La ilustración fue realizada por el diseñador Yoan Rivero y es una cortesía de la Red de Educadores Populares Libélulas, del territorio de Matanzas

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