Los gobiernos y fuerzas que en América Latina y el Caribe se oponen en algún grado al neoliberalismo son objeto de una tenaz contraofensiva por parte de Estados Unidos, del capital financiero y de las oligarquías locales. Aunque tiene componentes económicos, conspirativos y militares, parte importante de ella se desarrolla a través del ejército mediático.
Un ejemplo lo tenemos en la percepción estereotipada sobre las economías de Argentina y Venezuela. Aunque sometidas sus monedas a un ataque especulativo por grandes corporaciones y fondos de inversión, en ambos casos la mafia mediática ofrece una imagen caótica distante de la realidad.
Cabe subrayar que la contraofensiva no solo intenta derrocar a los gobiernos que rechazan el neoliberalismo o se resisten a mantener su peor versión y buscan relaciones fraternas con la Alba. También procura impedir que continúen gobernando, o lleguen al gobierno, las fuerzas que enarbolan esas políticas.
En ese contexto se realizaron el 2 de febrero elecciones generales en El Salvador y presidenciales en Costa Rica, países muy dependientes de Estados Unidos, agravado por la firma del Tratado de Libre Comercio con este de Centroamérica y República Dominicana. Tanto en El Salvador, donde desde 2009 gobierna el ex guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), como en Costa Rica, regida hasta esta elección por el bipartidismo del Partido de La Liberación (PL) y el Partido Unido Social Cristiano (PUSC) ambos neoliberales habrá segunda vuelta por no alcanzar ningún contendiente la cantidad de votos necesaria para ganar en el primer turno.
Sin embargo, el candidato del FMLN, actual vicepresidente y ex comandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén, quedó a solo un punto del 50 por ciento exigido, 10 por encima del segundo en votación Norman Quijano, anticomunista furioso y abanderado de Arena, partido fundado por el mayor Roberto d´Abuisson, autor intelectual del asesinato de Monseñor Arnulfo Romero (1980) y de numerosos crímenes de los escuadrones de la muerte. De nada valió la campaña de lodo de J.J. Rendón, asesor de Quijano, de Henrique Capriles y de otros políticos neoliberales.
Ello confirma el apoyo popular a la gestión de gobierno del FMLN y su capacidad de movilización pero a la vez muestra la influencia política que conserva Arena pese al terrible costo social de sus corruptos gobiernos y su sangriento pasado. Por otra parte, la abstención de la mitad del electorado evidencia un sector poblacional insatisfecho con las insuficientes aunque justas políticas sociales del FMLN y la obsequiosidad ante Washington de Mauricio Funes, actual presidente llevado al cargo por la ex guerrilla.
El FMLN, para asegurar la victoria en segunda vuelta frente a una derecha que cerrará filas en torno a Quijano, tiene un potencial de votos entre los que se abstuvieron, en parte debido a que su campaña se desarrolló principalmente en televisión, abandonando el trabajo casa por casa que lo caracterizó en anteriores comicios. Retomarlo en el segundo turno parece más importante que su no descartable objetivo de ganar a los seguidores del derechista ex presidente Antonio Saca (11.41% de sufragios).
En cuanto a las elecciones ticas es evidente la quiebra del bipartidismo tradicional en la Suiza de Centroamérica, donde el PL fundado por José Figueres obtiene el peor resultado de su historia y el PUSC logra una votación insignificante, ambos marcados por la corrupción y la entrega del país a las transnacionales.
Mientras tanto, contra las encuestas quedó en primer lugar el ex liberacionista candidato presidencial Luis Guillermo Solís del ascendente Partido Acción Ciudadana, quien cuestionó el TLC con Estados Unidos. Pero el dato más trascendente es el ascenso del joven abogado José María Villalta, que muchas encuestas daban como puntero pero cuya candidatura fue demolida a última hora acusándolo de chavista y comunista ante un electorado muy conservador. No obstante, consiguió 17.7 de los votos y su partido Frente Amplio, el que más ha crecido en votación, subió de uno a diez diputados. Surgidos de la admirable resistencia popular y juvenil contra el TLC, Villalta y su partido expresan la nueva política de masas por la verdadera independencia y la unidad latino-caribeña.