La preocupación cruzó los talleres y foros desde el comienzo del
encuentro, organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(Flacso), en la celebración de sus 50 años, y al que asistieron desde el
lunes más de 1.600 investigadores y profesores de distintos países para
analizar los problemas sociales, políticos y económicos que afectan a la
región.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, abonó a la polémica al señalar
que durante los años de auge de las políticas neoliberales, implementadas
en la región en los años 90, “el espacio académico latinoamericano fue
prácticamente colonizado por un conjunto de teorías y recetas
metodológicas que surgieron de los países centrales”.
Este debate está abierto y es necesario profundizar en él, admitió ante
IPS el director de la Sede Ecuador de Flacso, Adrián Bonilla.
“Hoy no es tan homogéneo, como en el pasado, porque hay una mayor
confrontación entre las distintas tendencias de las ciencias sociales y,
por eso, se enriquece mucho el estudio de los fenómenos sociales, con más
información y más conocimiento”, explicó.
También reconoció que la institución ha tenido distintos tipos de
influencia según los diferentes momentos históricos, y actualmente está
muy expuesta.
“Sus profesores, desde distintas posiciones se comunican más y tienen
más presencia social, no sé si haya influencia en la opinión pública, pero
sí debe existir algún tipo de impacto”, apuntó.
Pero, para Bonilla, “el impacto más importante está en la formación de
profesionales, pues hay varias generaciones egresadas de Flacso que
participan a nivel del Estado y en entidades privadas, con capacidad de
decisión”.
El presidente Correa, al inaugurar el evento, cuestionó el papel de las
ciencias sociales por haber fortalecido un discurso favorable al
denominado Consenso de Washington y al predominio del mercado sobre las
relaciones de equidad.
El aporte técnico e intelectual de las ciencias sociales “perdió su
equilibrio en el marco de la creciente participación” en “los procesos de
transformación del Estado”, argumentó.
También opinó que la hegemonía de ese pensamiento dejó de lado “la
herencia intelectual de la academia latinoamericana”, que “hasta hace
algunas décadas atrás se enorgullecía de sus avances y de su compromiso
con la emancipación” de la región.
Reconoció que, si bien se han incorporado otros temas que tienen que
ver con formas de exclusión social, como la problemática de los jóvenes,
de género, de origen étnico y de la inmigración, se adoptaron “desde un
lugar poco crítico”.
“La voz de los sin voz puede terminar conformando un nuevo silencio,
funcional al paradigma dominante y la academia no ha sido ajena a ello”,
puntualizó, para luego indicar que la comprensión del mundo que realizan
las ciencias sociales en muchos casos “niega la experiencia social y los
cambios sociales que están aconteciendo”.
“Un conjunto de experiencias quedan así desperdiciadas, desconocidas,
por visiones hegemónicas”, afirmó, y luego agregó “nuestras formas de
racionalidad emergen de la periferia y debemos tener en cuenta esto para
producir un cambio en los esquemas de pensamiento”.
Diversos técnicos del gobierno de Rafael Correa han sido profesores o
investigadores de Flacso en Ecuador.
Bonilla aseguró que en algunos ámbitos de las sociedades
latinoamericanas se ha formado un estereotipo de científico social
acompañado de una fuerte tradición anti-intelectual, según la cual éstos
permanecen alejados de la realidad que estudian.
“Se plantea un falsa dicotomía entre teoría y práctica. El científico
social es como cualquier otro profesional que investiga y enseña, y a
través de eso genera conocimiento, pero ese conocimiento es producto de la
sociedad en la que vive. Un científico social no puede estar alejado nunca
de la realidad”, indicó.
Por su parte, el mandatario ecuatoriano llamó a los científicos
sociales a repensar la noción de desarrollo, “no desde un lugar
modernizante o centrado sólo en el crecimiento” sino “más allá de las
miradas economicistas” y teniendo como eje central la “relación del ser
humano con la naturaleza, entre las personas, y la forma de perpetuar
indefinidamente las culturas latinoamericanas”.
Una de las causas de la “colonización” de las ciencias sociales en
América Latina es el condicionamiento establecido por los centros que
financian las investigaciones, apuntó.
“Muy frecuentemente las investigaciones y los programas de formación
están condicionados por la fuente de financiamiento, ya que no sólo
definen cuánto se gasta sino en qué y cómo. En muchos casos, los programas
surgen primero por la necesidad de fondos antes que por una necesidad
académica”, manifestó.
Otra causa que mencionó Correa fue el hecho de que la academia y las
ciencias sociales trataron de mostrarse “como algo separado de la política
a nombre de una objetividad confundida con neutralidad”.
“No se trata de justificar intereses políticos mediante las
investigaciones o la docencia, sino de reconocer el carácter político de
las visiones de realidad que construimos desde la academia”, aseguró el
presidente ecuatoriano.
El sociólogo Alexei Páez, investigador y académico de Flacso expresó su
coincidencia con la crítica del presidente, pero la amplió al aclarar que
antes de la hegemonía del “tecnicismo” estuvo la hegemonía del “marxismo
vulgarizado”, que se creía dueño de la verdad.
“De ciencias sociales que formaban gente con la mirada corta de un
marxismo vulgarizado, se fue a ciencias que, en lugar de científicos
sociales, se pasó a formar ‘tecnólogos’ sociales. Así se desconoce el
abanico de posibilidades y se desintegra a la teoría social”, afirmó el
académico IPS.
“En las décadas del 70 y del 80, un importante núcleo de la
intelectualidad dedicada a las ciencias sociales observó los procesos
macro desde una perspectiva excluyente y dominante, como si fuera
poseedora de la verdad”, comentó Páez.
“Reflexionaban desde un marxismo que se vendía como un manual
reduciendo el mundo a una serie de formulas. Una filosofía social estrecha
y adscrita a un solo aparato teórico comprendido a sí mismo de una manera
sesgada y que no permitía desarrollar todas las capacidades
interpretativas. Fue una visión enana que redujo al verdadero marxismo”,
argumentó.
“En los años 90 el carácter excluyente estará del lado de un nuevo
instrumentalismo teórico, un tecnocratismo que reduce la realidad a la
inmediatez de los micro procesos, que pasa por el desarrollo local o la
política publica de seguridad ciudadana, dejando de lado la integridad de
los macro procesos”, aseguró.
En tanto, Correa invitó a construir una academia comprometida “con las
necesidades de América Latina y atenta a los procesos de cambio que hoy
por hoy estamos experimentando”.
“Quizás ahora no lo percibimos con claridad, no vemos materializada una
revolución, pero eso no significa que no la estemos transitando. Ya hay
señales de que estamos viviendo no sólo una época de cambios sino un
cambio de época. Ayudémosla a nacer desde el lugar que nos toca ocupar en
este tiempo histórico”, concluyó el presidente