Vivian Terán llegó con su hijo y Lucía Pestana con su nieta este sábado al parquecito Luceván, en 100 y 51, frente al Centro Memorial Martin Luther King. Ellas son dos de las casi treinta mujeres de los talleres de transformación integral del barrio de varios municipios de la capital que durante una semana estuvieron compartiendo en la casa comunitaria de Pogolotti sus experiencias, saberes y, entre puntada y puntada, cosieron no sólo muñecas sino también amistad, solidaridad y entusiasmo.
Pero por suerte no estuvieron solas, pronto comenzaron a llegar otras mujeres, hombres, niñas y niños y adultos. Unos por curiosidad, otros porque sabían que era el momento para que el esfuerzo de toda una jornada pudiera ser apreciado por las miradas de la comunidad.
Tamara Roselló, responsable del programa de Comunicación Popular del Centro Memorial Martin Luther King explica las razones de tanto alborozo: “Mujeres y hombres nos hemos reunido por una semana no sólo para hacer muñecas sino para que esas muñecas tengan un destino: que lleguen a manos de las niñas y los niños de Haití que han sufrido y siguen sufriendo no solo como resultado del terremoto, sino por las injustas políticas impuestas por las empresas transnacionales a esa hermana isla caribeña”.
“Yo quiero ese payasito”, le pide Rafaelito, un niño de ocho años a su papá que ha venido a la fiesta de las muñecas desde la Isla del Polvo, un asentamiento con desventaja social del barrio de Pogolotti. “¿Se vende el payasito?, le pregunta el padre a Damaris Giralt, artesana-artista camagueyana del proyecto “Carsueños”. Pero en ese mismo instante una voz anuncia que va a comenzar la rifa, y Rafa arrastra a su papá…
Hildelisa, educadora popular, micrófono en mano, pide a los pequeños que se junten para cantar, recitar, bailar y quien mejor lo haga se lleva un regalo: libros de cuentos y para colorear que el día anterior Ileana, la bibliotecaria del centro, salió a buscar a las librerías y ahora, con alegría, coloca en las manos de los pequeños.
Pero antes, Miriela Fernández, del programa de Solidaridad del CMMLK, invita a las niñas y los niños a sentarse en la calle, alrededor de los dibujos que hicieron con tiza dedicados a sus amiguitas y amiguitos de Haití. ¿Quién se anima a contar lo que dibujó. Un coro de voces responde al unísono: “una casita con techo de paja, una mamá y un niño, dos hombres construyendo una casa, una niña con una flor en la mano…” Y más allá, cerca de los árboles del parquecito, Elizabet Rodríguez, colaboradora del CMMLK, entrega plumones a niños y adultos para que dejen sus mensajes al pueblo haitiano: “Ustedes no están solos, sepan que en estos dibujos y estas muñecas va también todo nuestro amor… Maikel, que tiene seis añitos, intenta hacer un caracol, me dice, mientras dibuja con trazos inexpertos la figura a la que le va dibujando dos ojitos, una nariz afilada y una boca sonriente.
Carmen Soto, el alma del proyecto Carsueños de Camaguey -que con mucho esfuerzo ha recorrido media Isla sembrando sueños, amor y entusiasmos para rescatar tradiciones que parecían perdidas en el arte de confeccionar muñecas-explica los pasos para hacer la más sencilla de las muñecas, la de bolas. En el grupo que la escucha atentamente hay mujeres y también hombres. Las manos de Carmen dibujan el molde, lo recortan, y van colocando las piezas, una a una, sobre la tela. “Luego viene la parte del relleno, explica, este paso es muy importante porque cada cuerpecito tiene que tener las dimensiones exactas. Y por último, está el rostro, el momento más difícil para quienes nos dedicamos a confeccionar muñecos: hay que saber bien donde van los ojitos, la nariz, la boca…”
El parque se ha llenado de nuevos rostros esta mañana y la gente sigue llegando para sumarse a esta alegría. Quienes esperan la guagua en el parquecito se acercan curiosos y preguntan qué es esto, quién lo ha organizado, qué se vende aquí… “Es una alegría que queremos compartir, dice una voz. “Algo que deberíamos hacer con más frecuencia para nuestros niños y niñas”, dice otra. “¡Ah, esto es de la iglesia de los pastores por la paz!”, dice una señora de unos cincuenta años, que se lamenta no haber traído a sus nietos. “Bueno, en realidad lo organizaron el Centro Memorial Martin Luther King, el taller de transformación del barrio de Pogolotti y el proyecto Carsueños de Camaguey”, comenta Yusnier, miembro de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, quien vino acompañado por su compañera y a su pequeño hijo.
Y finalmente una voz responde: “Aquí se vende amor, solidaridad, ganas y asombros, señora”.