“Andan diciendo que Kirchner y yo hemos planificado esto para sabotear la gira del caballerito del Norte. No es así. Esto es mera casualidad.” La sonrisa maliciosa se le dibujó en la cara, en las primeras filas de asientos se escucharon risas. Hugo Chávez festejó su ocurrencia como un chico, parecía que la había preparado para divertir a la multitud. Y las treinta mil personas que habían llenado la cancha de Ferro (salvo las plateas de espaldas a las vías, donde se veían unos pocos claros) multiplicaron por miles el festejo.
Era obvio que el acto había sido organizado para que coincidiera con la visita de George Bush a Brasil y Uruguay. Enfundado en una campera roja algo holgada (hubo quienes pensaron que debajo tenía un chaleco antibala por temor a los francotiradores), Chávez seguía desplegando su humor. Preguntó para dónde quedaba el río. Le contestaron. Entonces dirigió su mirada hacia el Este: “¡Gringo go home!”, gritó. El público aulló y el venezolano siguió con lo que fue el eje de su discurso: rechazar punto por punto los anuncios que Bush trajo en su gira por el sur. “Estamos en presencia de un verdadero cadáver político”, completó.
El acto comenzó con unas palabras de Hebe de Bonafini, quien había cumplido un rol importante en la preparación (luego Chávez la definiría como “el eje central referente de la convocatoria”). Con pañuelo y ropa blanca, Bonafini dijo de entrada que el encuentro había sido posible gracias al presidente Kirchner. “Permitió hacer este acto en libertad”, aseguró. A diferencia de otros discursos de Chávez en el país, esta vez no se escucharon silbidos ni gritos contra el Presidente. Al menos desde las primeras filas de asientos. En las reuniones previas, los organizadores habían solicitado a las agrupaciones que apoyan al venezolano pero critican a Kirchner –el Partido Comunista, la Corriente Clasista y Combativa, el Movimiento Socialista de los Trabajadores– que evitaran los cruces de consignas con los movimientos K. Pareció que cumplieron.
Aunque Bonafini ya había agradecido a Kirchner, Chávez se cuidó de repetirlo varias veces. Le dijo gracias en público por la invitación y luego lo nombró en más de siete oportunidades. En más de una ocasión lo llamó “Néstor” y llegó a elogiarlo con palabras que para cualquier dirigente sonarían como música para sus oídos. “Tiene coraje y capacidad para tomar decisiones contra presiones de cualquier lado. Conozco muchos que comparten las ideas pero no se atreven a tomar esas decisiones”, aseguró. Frases de ese tipo desataban la euforia de la JP Evita, ubicada sobre el campo y frente a las vallas. “Ponga huevo Presidente/ ponga huevo sin cesar/ que a la Patria cueste lo que cueste/ a la Patria vamos a liberar”, coreaban. En la popular visitante, ocupada por Libres del Sur y Barrios de Pie, arengaban con otro cantito. “Sucio yanqui asesino/ ahora está en el Uruguay/ con Chávez en Argentina/ este pueblo es un carnaval.”
Chávez captó el ida y vuelta y lo incentivó cuando trazó un paralelo entre su llegada al poder y la de Kirchner. “Somos producto de la misma crisis histórica, el Caracazo de 1989, las rebeliones patrióticas militares de 1992. Estos hechos ocurrieron aquí comenzando este siglo”, argumentó el venezolano. Adelante, sentados en sillas de plástico, muchos dirigentes asentían con la cabeza. Aunque no se veían funcionarios de primeras líneas, las presencias cubrían un arco político que iba del progresismo a la izquierda y que incluía oficialistas, independientes y opositores
Estaban el titular de la CTA, Hugo Yasky; su antecesor, Víctor De Gennaro; Pablo Micheli (ATE); Julio Piumato (Judiciales); Ricardo “Pacha” Velazco (CNP 25); el diputado Miguel Bonasso; el embajador de Cascos Blancos, Gabriel Fuks (bromeaba mostrando una cajita de fósforos); Humberto Tumini (Libres del Sur); los socialistas Héctor Polino y Ariel Basteiro; el subsecretario de Organización Popular, Jorge Ceballos; el vicejefe de Gabinete bonaerense, Emilio Pérsico; el dirigente del MTL, Carlos Chile; el coordinador de Políticas Sociales urbanas del gobierno porteño, Angel “Lito” Borello.
Entre los invitados no sólo habían políticos. Algunos artistas habían expresado su solidaridad haciendo su música desde el palco –la Selección Nacional de Tango, Horacio Fontova y Víctor Heredia–, mientras que otros parecían querer pasar desapercibidos. Un caso fue el actor Juan Palomino, vestido con una remera roja que decía “socialismo bolivariano” y que mostraba los mapas de Argentina y Venezuela con la leyenda “pueblos hermanos”. Palomino suele colaborar con los movimientos sociales, últimamente lo está haciendo con Barrios de Pie. Otra de las sorpresas que apareció en el corralito VIP fue el diputado Rafael Bielsa, a quien se lo vio acompañado por su amigo Jorge Devoto, el titular de la agencia de comunicación Utopía. Devoto tuvo un rol importante en la preparación del encuentro y en la gigantografía con imágenes del Che, Perón y Evita que ofició como único decorado del escenario.
Tras hablar sobre las similitudes entre los procesos políticos de Venezuela y Argentina, Chávez quiso explicar los alcances del proceso de integración (él prefirió hablar de “unión”) económica. Lo hizo con la didáctica de un docente. Se refirió a las necesidades de ambos países, como el déficit energético de la Argentina y las nula producción alimenticia de Venezuela. “Cuando Néstor llegó al Gobierno todas las empresas estratégicas estaban privatizadas, y sobre todo las empresas energéticas”, recordó. Era un momento clave para que algún opositor recordara la pasividad de toda la dirigencia justicialista, incluido el propio Kirchner, en la privatización de YPF. Nadie lo hizo. “Los venezolanos abandonamos los campos y toda la economía se vino abajo. Mi país se convirtió en un sultanato petrolero”, admitió.
Después del diagnóstico, Chávez se tomó su tiempo para hablar de los acuerdos que al mediodía había firmado con Kirchner. Uno propone crear un ente que agrupe a los Estados productores y exportadores de gas –una OPEP del gas de Sudamérica– y los demás apuntan a contribuir a desarrollar la ganadería y la agroindustria de Venezuela. “Agradezco tanto a la Argentina porque nos están ayudando a levantar la producción bovina.
Lo que está en marcha es el proceso unionista”, pronosticó. El discurso derivó entonces hacia la crítica frontal a Bush. Luego de citar a Carlos Marx y a Plejanov para referirse a las limitaciones del hombre ante los condicionamientos de la Historia, Chávez dijo que se consideraba un producto de su tiempo. “Los pueblos son los imprescindibles. Eso sí, con buenos líderes, con proyectos, con programas, con estrategias unitarias”, destacó.