Silvio Rodríguez dejó por un tiempo los teatros, los aplausos de lunetas, las acústicas ideales. Anda de gira por los barrios de La Habana. Aquel concierto inicial en La Corbata (septiembre del 2010), se ha repetido en otros sitios en los que nadie imaginó antes tener al fundador de la nueva trova cantando para ellos. Allí, sin más comodidad que la hospitalidad de la gente que canta sus canciones y piden más.
Pogolotti no podía faltar en este recorrido. Le asiste el mérito de la longevidad rejuvenecida. A la edad de 100 años esperó al cantautor y sus invitados, el último viernes de febrero, ya cuando caía la tarde. Pero a la cita con Silvio se sumaron otros artistas. El poeta Víctor Casaus, director del Centro Pablo de la Torriente Brau; el pianista Frank Fernández, los músicos villaclareños de Trovarroco, la flautista Niurka González y el percusionista Oliver Valdés.
En el público no solo había vecinos y vecinas de Pogolotti. Llegaron de muchos otros lugares, incluso de otras nacionalidades, porque “es un regalo tremendo” tener a un poeta que canta, tan cerca. Quizás gracias a esta iniciativa de Silvio, muchas personas se han adentrado en barrios que conocían por referencias que alejan y asustan -buena manera la suya de romper prejuicios y estereotipos. Una vez allí, la grandeza de gestos tan sencillos como compartir la música, el instante de un coro o de un diálogo, les acerca, ojalá definitivamente…
Y “Ojalá” le pedían cantar a Silvio.-“¿Están apurados?”-preguntó él, sonriente. Y le siguió un “no” largo, como para disipar cualquier duda. “Yo tampoco,” respondió y anunció Sea señora, de su último disco. Y luego dos canciones más El Pionero y El Reparador de sueños, para los niños y niñas que andaban por los alrededores, algunos escuchando de la mano de sus padres o sobre sus hombros; otros, corriendo y jugando en el parque infantil, al fondo de la tarima.
Algún día entenderán por qué tanta gente de edades diferentes se saben de memoria las letras de El necio o El Mayor… y por qué entre tarareo y tarareo, se les escapó un Qué viva Silvio o Silvio te amamos. Solo que a diferencia de esos conciertos multitudinarios, esta vez, el trovador tiene su oído más cerca de su público, como para conversar, como para responderles sus cariños con otro: “Que viva Pogolotti, que Silvio ni Silvio” o “gracias, yo también les quiero.”
“Ahí hay un cartelito que dice Pogolotti está pariendo un corazón. Vamos a ayudarlo en ese parto”, así anunció la Era y Chela y Greitel , le agradecieron, agitando más aquellas pancartas que al final del concierto se llevaron autografiadas por Silvio, como la mejor premonición de su retorno: “Chela, muchas gracias, volveré. Silvio”