Por empezar, un aspecto a considerar en este nuevo mundo de las ciberculturas es el lugar que ocupan los derechos humanos. Desde distintas partes se ha llamado la atención sobre el hecho de que, en ninguna de las áreas de la comunicación mundial, se puede identificar un fuerte contenido sobre los derechos humanos. Algo aparece sobre todo en lo vinculado a los derechos de autor (copyright), la legislación sobre patentes, la libertad de información, la cultura, pero nada se encuentra en relación con el comercio de los servicios de telecomunicaciones, los derechos de propiedad intelectual, la concentración de la propiedad de los medios y la estandarización del consumo de electrónicos. Para Cees Hamelink: “Si tomamos el contenido de los derechos humanos como un indicador de la representación de los intereses de la gente, tenemos que concluir que la gente no importa en las políticas de comunicación mundial”
Para Alain Touraine la reflexión sobre la sociedad contemporánea está gobernada por dos constataciones principales: “la disociación creciente del universo instrumental y el universo simbólico, de las economías y de las culturas y, en segundo lugar, el poder cada vez más difuso, en un vacío social y político en aumento, de acciones estratégicas cuya meta no es crear un orden social sino acelerar el cambio, el movimiento, la circulación de capitales, bienes, servicios, informaciones.” (Touraine 1997:20)
Algunos efectos de la expansión de este sistema económico sobre el desarrollo de la democracia y la comunicación más evidentes son:
1. El cada vez mayor número de decisiones que unos pocos toman en nombre de todos, con solo una aparente participación de la gente. La toma de decisiones pasa progresivamente al ámbito reservado de quienes ostentan el poder. Ellos consideran que siempre están frente a situaciones que requieren “decisiones ejecutivas” que solo habrá que justificar más tarde, si fuera necesario.
2. La tendencia de los medios comerciales a reforzar la despolitización de la gente. Como alguna vez señaló G. Gerbner, los grandes medios “no tienen nada para decir, pero mucho para vender.” La despolitización se acrecienta por la exaltación del individualismo. Esto lleva a rechazar y combatir todo lo que afecte los intereses básicos: el país, si afecta mi grupo; mi grupo, si afecta mis bienes, y así sucesivamente. La despolitización logra que la gente mida las acciones de los gobiernos según y cómo los afectan individualmente.
3. La tendencia de este sistema tiende a desmoralizar a la gente, promoviendo el abandono de toda esperanza de cambio y la aceptación de la realidad. En la jungla moderna, la ley principal es: ¡Sálvese quien pueda! E. Galeano comentaba: “El sistema niega lo que ofrece, objetos mágicos que hacen realidad los sueños, lujos que la tele promete, las luces de neón anunciando el paraíso en las noches de la ciudad, esplendores de la riqueza virtual: como bien saben los dueños de la riqueza real, no hay valium que pueda calmar tanta ansiedad, ni prozac capaz de apagar tanto tormento.” (Galeano 1998:21).
4. El aumento del papel que juegan las corporaciones globales en todas las esferas de la vida, mientras el papel de los estados nacionales se reduce cada vez más.
5. La exaltación de la libertad de información en la vida de la sociedad al tiempo que se acentúa el control y la censura.
6. La disminución y desaparición de los centros físicos de poder. Hoy es difícil determinar dónde residen esos centros. Han adquirido una movilidad muy particular, al mismo tiempo que desarrollan su concentración.
7. La acentuación de la distancia entre ricos y pobres a todos los niveles.
En este complejo panorama será importante indagar cómo esta concentración de poder de los medios ha estado influyendo en nuestras sociedades y cuáles han de ser los pasos
que deban darse para que desarrolle una real democratización de la comunicación.+ (PE/P12).
Nota. Este artículo de Carlos Valle fue publicado por el matutino Página 12 de Buenos Aires el 9 de diciembre de 2009.