Al desplomarse el “socialismo” europeo la isla
perdió sus mercados y fuentes de tecnología y financiamiento externo,
que la hundió en su mayor crisis económica del siglo XX. Paralelamente,
Estados Unidos recrudeció el bloqueo con las leyes Torricelli,
Helms-Burton y medidas adicionales de acoso instrumentadas por Bush II, bajo cuya administración la persecución de las transacciones cubanas en el mundo alcanzó el punto máximo. Como ejemplo, el cese de las
operaciones con Cuba de dos bancos suizos bajo presión estadounidense.
Ningún otro gobierno habría subsistido ante aquella tragedia humana.
Pero el de Cuba obtuvo de la población en consulta nacional el respaldo
a la decisión de resistir y a la estrategia para salir de la crisis.
Mientras la ola neoliberal se extendía globalmente, con ensañamiento en
América Latina, el consenso en la isla fue defender las conquistas
sociales de la revolución. No se cerraron ni una escuela ni un hospital
ni se privatizó ningún bien público, aunque el país se abrió al turismo
y también a la inversión extranjera bajo estrictas reglas que no
lesionaban la soberanía nacional.
La crisis hizo colapsar gran parte de la industria, la agricultura y el
transporte. También afectó severamente la disciplina laboral y social,
cuyos efectos aún se hacen sentir y constituyen la traba mayor a la
satisfacción plena de las necesidades del pueblo y al desarrollo
económico y social, como se evidenció en las intervenciones de los
funcionarios y diputados en la sesión de la Asamblea Nacional de
diciembre pasado. En lugar de solazarse en los avances, el debate se
centró en las deficiencias subsistentes.
La estrategia adoptada por el gobierno cubano permitió detener la caída
del producto en 1994 e iniciar una discreta pero sostenida recuperación,
acelerada a partir de 2004, al introducirse un viraje con la adopción de
la Cuenta Unica de Divisas, la recentralización de las decisiones sobre
su uso, el control de cambio, la eliminación del dólar de la circulación
y su devaluación y el fortalecimiento del peso cubano, que ha permitido
un incremento de las inversiones estatales del 68 por ciento en los dos
últimos años. En 2006 fueron destinados casi mil millones de dólares a
mejorar la alimentación, se construyeron 110 000 viviendas e inauguraron
más de 650 obras para la educación y la salud.
La producción doméstica aportó casi la mitad del combustible utilizado y
se realizaron importantes inversiones en el uso del gas acompañante del
petróleo para consumo residencial y generación de energía así como en el
remozamiento del transporte de carga. Avanzó notablemente el
reequipamiento del sistema de generación eléctrica y se distribuyeron
más de 29 millones de electrodomésticos ahorradores como parte de la
Revolución Energética. La industria biotecnológica aumentó sus
exportaciones en un 90 por ciento.
Contrasta con otros países, que el crecimiento ha tenido un favorable
correlato social. Cuba, según datos de la ONU, posee una escolaridad de
99 por ciento en primaria y secundaria, la más baja tasa de desnutrición
y mortalidad infantil y el mayor rendimiento escolar en primaria de la
región. Existen más de 600 000 estudiantes universitarios, el primer
lugar mundial, como también en la relación de médicos y maestros
respecto a la población. El gasto social es el más elevado del
hemisferio y a educación y salud destinará 22.6 por ciento del PIB en
2007, cuatro veces por encima de la media regional. A la vez contribuye
con los servicios gratuitos de más de 30 mil trabajadores de la salud en
60 países y en alianza con Venezuela ha devuelto la visión a más de 300
000 latinoamericanos y caribeños mediante la Operación Milagro.
Crecieron la mayoría de las ramas económicas, pero la agricultura está
lejos de abastecer de alimentos suficientes a precios razonables a la
población y es indispensable revitalizar el transporte urbano.
Continuar el crecimiento depende de un sensible incremento de la
disciplina laboral y la disminución de los costos de producción, toda
vez que el aumento del salario medio supera al de la productividad. Ello
exigirá una mayor participación de los trabajadores y de todo el pueblo
en las decisiones sobre la economía de empresas y territorios, como
reclamó el parlamento cubano.
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