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Cuba es un país evangélico

El Comandante Raúl decía que yo no tenía canas cuando hice el libro hace 25 años, es verdad.

Quería, primero, agradecer la presencia de todos esta tarde, especialmente del Comandante Raúl.

Creo que tres personas que no se hacen visibles en esta sala están muy felices con este evento:

Dios, que sin ninguna duda ha inspirado e inspira la vida de todos los que nos encontramos aquí, y que ha hecho, por Caridad Diego, este milagro de reunir y congregar gente de distintas denominaciones religiosas. Muchas veces en la Iglesia Católica decimos que cuando Jesús regrese no va a encontrar las iglesias unidas y sí reunidas, porque tiene la costumbre de hacer muchas reuniones (Risas); pero esa es una señal de unión que vivimos aquí este día no solamente entre los cristianos, sino también otras denominaciones religiosas y espiritualistas.

La segunda persona que debe estar muy feliz, desde el cielo, es José Martí, espiritualista, revolucionario, un hombre que desde su motivación espiritual ha luchado para liberar a este país de la colonización española, ha construido una obra de profundo carácter ético y, en fin, ha sido inspirador de esta Revolución. Y aquí estamos justamente en su espacio de honor en este país.

La tercera persona es Fidel, que es el verdadero responsable del libro. O sea, yo diría que lo mejor sería que él pudiese estar aquí con nosotros hoy para conmemorar estos 25 años de Fidel y la religión.

Voy, brevemente, a compartir con ustedes cómo nació este libro.

Encontré a Fidel la primera vez en Managua, en ocasión del primer aniversario de la Revolución Sandinista estaba Chomy Miyar ahí presente, y le hice una pregunta a él, que desencadenó todo un proceso de diálogo. Le pregunté por qué el Partido y el Estado en Cuba eran confesionales, y él me dijo: “¿Cómo confesionales? Somos oficialmente ateos.” Y yo dije: “Mire, Comandante, negar o afirmar la existencia de Dios es confesionalidad, y la modernidad propone Estados y partidos laicos.” Y él me dijo: “Tú tienes razón, yo nunca había pensado en esa óptica.” Y ustedes saben que hoy el Partido y el Estado en Cuba son oficialmente laicos.

Él me solicitó venir aquí para ayudar a un acercamiento entre la Iglesia Católica y el Gobierno de Cuba, y yo dije: “Siempre que los obispos estén de acuerdo.” Y vine en 1981 por primera vez, por invitación de Armando Hart y Roberto Fernández Retamar, Ministerio de Cultura y Casa de las Américas, los obispos estuvieron de acuerdo y empezamos a retomar el diálogo entre el Gobierno de este país y el Episcopado católico.

En febrero de 1985 fui invitado a una cena en la casa de Chomy, a las 12:00 de la noche llegó el Comandante Fidel y empezamos a hablar de religión, de su formación católica, los años que estuvo interno en escuelas católicas, la catequesis de su familia, su mamá, la fe de su mamá y todo eso, y terminamos de conversar a las 6:00 de la mañana.

Yo me quedé muy impresionado con las opiniones muy sensatas y positivas, sin ningún prejuicio, que Fidel tiene del fenómeno religioso, y le dije: “Comandante, ¿usted estaría dispuesto a repetir estas ideas para un librito que pretendo hacer para los jóvenes de Brasil sobre Cuba?” Él dijo: “Sí, no hay ningún problema, ¿cuándo tú puedes volver?” Le dije: “En mayo puedo volver.” “Sí, vuelve en mayo y hacemos la entrevista.” Y me quedé muy feliz, porque sabía que había una cola tremenda de gente que quería entrevistar a Fidel y él iba a concederme esa entrevista, yo pretendía hacer una cosa breve.

Cuando regresé en mayo, había preparado una cosa no muy breve, porque de febrero a mayo las cosas iban fuertes en mi cabeza por esta oportunidad de hacer la entrevista, y encontré a Fidel en su oficina, aquí en esta plaza, y él me dijo: “Betto, hay un problema, yo no puedo darte la entrevista porque acaban de inaugurar la Radio “José Martí”, en Miami. Yo estoy en esto ahora, la cosa está complicada y ya no vamos a poder hacer en estos momentos la entrevista. Y me sentí como el personaje de Hemingway en El viejo y el mar: ¡Oh…! Ahora o nunca más, e insistí duramente con él, que no, Comandante, es muy importante, no sé qué cosa, por esto, por aquello. Y quizás por mi insistencia porque el Evangelio enseña también que hay que batir siempre en la puerta, o quizás por inoportuno uno va a ser atendido, entonces él me dijo: “¿Y qué preguntas usted quiere hacerme?” Yo dije: “Mire, tengo aquí una lista de preguntas, 64 preguntas”, y me puse a leer. Cuando llegué a la quinta pregunta, él dijo: “Muy bien, mañana empezamos.” Y fueron 23 horas con la presencia de Armando Hart, que es quien hace la presentación del libro de entrevista. Y de este libro no solamente en este país se publicó más de un millón de ejemplares, se publicó en 23 idiomas, en 32 países del mundo, que yo sepa, porque posiblemente haya ediciones que nunca me han llegado. Por ejemplo, en la India hay ediciones en cuatro idiomas distintos. Claro que hay idiomas, como el español, que abarca muchísimos países; el inglés también. En fin, es un libro que todavía hoy sigue siendo publicado aquí, en este país, por Ocean Press que es la editorial que hace una publicación en español y otra en inglés, y sigue siendo leído, la gente tiene interés por él.

Yo diría que la importancia de ese libro ha sido quitar el prejuicio de los comunistas y el miedo de los creyentes. O sea, es un libro que ayuda a comprender que muchas veces todos nosotros estamos luchando por valores bíblicos, valores humanistas, valores evangélicos, porque haya justicia, por garantizar a la gente una vida digna, permitir que la gente tenga su dignidad, su trabajo, y esos son valores universales a los que la fe da un determinado sentido religioso. Siempre he dicho: Jesús no vino a añadir nada, vino, como está en la teología, a revelar; revelar significa quitar el velo. Las cosas están ahí, apenas la óptica de la fe nos ayuda a comprender el sentido de esas cosas.

Entonces, ese libro vino a demostrar que nosotros, creyentes y no creyentes, que luchamos por un mundo mejor, por la paz, por la dignidad humana, estamos mucho más cerca unos de otros de lo que pensábamos; muchas veces por nuestros prejuicios, nuestros tabúes, nuestras limitaciones, pensamos “yo solo tengo la verdad”. Yo siempre me acuerdo de un cura que llegó a China en 1916 y en un salón de 2 000 chinos dijo: “Yo acabo de anunciar a ustedes la verdad”, y un chino desde el fondo dijo: “Padre, esto no es la verdad.” “No, es la verdad, porque yo tengo la verdad.” “No, padre, usted está equivocado, hay tres verdades: la suya, la mía y la verdad verdadera, y los dos juntos debemos buscar la verdad verdadera.”

Entonces yo creo que ese es el valor de este libro, un libro que ayudó a reflexionar que entre hombres y mujeres de buena voluntad, entre hombres y mujeres que están comprometidos con un mundo de justicia, entre hombres y mujeres y comunidades de creyentes, comunidades de espiritualistas, comunidades religiosas que aspiran a lo que la Biblia llama el Reino de Dios, hay mucho más en común de lo que muchas veces nuestras catequesis equivocadas, nuestra arrogancia clerical, nuestra óptica muy fundamentalista llega a comprender.

Quiero agradecer a Dios, en primer lugar, esta oportunidad que tuve de hacer este libro, de prestar ese servicio a mucha gente que lo ha leído y ayudado a muchos procesos.

Agradecer a Fidel, de manera muy afectuosa, muy especial, por la confianza que tuvo, incluso por alguna resistencia que tuvo en este país a publicar el libro. También ha pasado. Un día preciso escribir los bastidores de Fidel y la Religión. Fidel estaba muy comprometido con todo lo que había dicho, y era el resultado de toda una historia que venía desde su encuentro con los creyentes en Jamaica, en Chile y en otras partes; o sea, hay toda una coherencia que el libro rescata en sus ideas positivas sobre el fenómeno religioso.

Y agradecer a ustedes que han venido aquí. Pienso que este milagro de que estemos todos juntos se repita no solamente en eventos, sino que se repita, sobre todo, en la vida diaria, en el compromiso de saber que el don mayor de Dios es la vida. Y yo conozco en toda América Latina y el Caribe un solo país que en su estructura política, económica y social tiene como prioridad la vida de todos, sin ninguna excepción, y ese país es Cuba.

Aquí, con todas las dificultades en que ustedes se encuentran, es impactante para nosotros que vivimos en un país en que toda la administración es hecha para una élite, que toda la administración, toda la economía está pensando en aquellos que tienen mucho dinero y por las calles hay niños que no tienen escuelas, que no tienen hogar, hay familias que están bajo los puentes. Hoy mismo he visto en Internet una información que acaba de constatar que en Brasil hay 4 100 000 niños fuera de la escuela, ¡cuatro millones cien mil!, más que la población de muchos países de América Latina.

Entonces, quiero reconocer que Cuba para mí es un país evangélico en el sentido de que realiza la propuesta fundamental de Jesús que ha dicho: “Yo he venido para que todos tengan vida y vida en plenitud.”

Memorial José Martí, 30 de marzo de 2010

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