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Cuba. VI Seminario Internacional de Paz por la abolición de las bases militares extranjeras: Contra el imperialismo: un solo puño, una única voz

Herminio Camacho Eiranova, Resumen Latinoamericano

Mayo me ha ofrecido una oportunidad quizá irrepetible. El Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad a los Pueblos, con el que colaboro, ha propiciado la posibilidad de que participe junto a un centenar de delegados de 35 países, además de Cuba, en el VI Seminario Internacional de Paz por la abolición de las bases militares extranjeras, que coauspician con el Centro Martin Luther King Jr., y para cuya realización fue decisiva la contribución del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina.
Escucho con atención las intervenciones de Silvio Platero Yrola, presidente del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, organización que cumple en 2019 70 años y que ha organizado el evento; de María del Socorro Gomes y de Iraklis Tsavdaridis, presidenta y secretario ejecutivo, respectivamente, del Consejo Mundial de la Paz, que lo auspicia y que celebra este año igualmente su aniversario 70; la del Doctor en Ciencias Manuel Carbonell Vidal, vicerrector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García; la de Ann Wright, quien fuera coronel del Ejército de Estados Unidos y diplomática, así como muchas otras de extraordinario interés.
No hay dudas de que son impresionantes las fuerzas que permiten perpetuar el estado actual de cosas en el mundo, en el que unos pocos tienen lo que bastaría para que millones pudieran tener una vida digna.
Apenas algunas pinceladas lo confirman. Constriñéndonos únicamente a la variable “poderío militar”, solo Estados Unidos dispone de un presupuesto aprobado de gastos militares de más de 700 000 millones de dólares, mantiene más de 800 bases militares alrededor del mundo —la más antigua de ellas en el extranjero, en territorio ilegalmente ocupado de Guantánamo, provincia cubana donde se realizó este Seminario—, así como más de 1 300 000 hombres y mujeres en servicio militar activo, 350 000 de ellos en el exterior.
Pudiera parecer que no es posible cambiar ese statu quo que los «poderosos» mantienen mediante la fuerza militar, y además utilizando presiones políticas, económicas, diplomáticas y de todo tipo, y también, claro está, apelando a la manipulación, la enajenación, la mentira, la fragmentación, la división, así como a la aniquilación de todo cuanto nos identifica y nos une.
Pero algo resulta igualmente evidente: los desposeídos no serán los eternos engañados, los permanentemente sometidos, los enajenados por siempre. Hay señales visibles para el buen observador, aun en medio de los vientos de tormenta que presagian tiempos incluso peores.
No han podido doblegar al pueblo cubano con 60 años de agresiones de una variedad difícilmente imaginable, que han provocado miles de víctimas e incalculables pérdidas materiales, que abarcan presiones políticas, intentos de aislamiento diplomático, acciones propagandísticas, aliento a la deserción y a la emigración ilegal, espionaje, subversión, acciones terroristas y de sabotaje, guerra biológica, fomento de bandas armadas, infiltraciones e incursiones armadas contra territorio cubano, organización de cientos de planes de asesinato de los principales dirigentes de la Revolución, hostigamiento militar, amenaza de exterminio nuclear, agresión directa por un ejército mercenario y guerra económica.
El instrumento fundamental de esta guerra económica ha sido un bloqueo genocida, codificado como norma jurídica de Estados Unidos por la Ley Helms-Burton, de 1996 —de carácter extraterritorial y violatoria del Derecho Internacional—, y que ahora ha recrudecido la actual administración de ese país, dando luz verde a partir del 2 de mayo, a la presentación ante cortes estadounidenses de demandas contra personas y entidades, incluso de terceros países, que inviertan en territorio cubano en propiedades nacionalizadas después del 1ro. de enero de 1959, amparadas en el Título III de esta ley —la aplicación del mismo había sido suspendida por sucesivas administraciones norteamericanas.
Pero tal como se recoge en la Declaración del Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad a los Pueblos “Contra el bloqueo genocida: mayor solidaridad internacional con Cuba”, presentada en el Seminario, “las cubanas y cubanos están preparados para resistir, lo han demostrado con creces durante seis décadas. Todas las administraciones anteriores vieron fracasar una tras otra, la política retrógrada signada por el odio y la hostilidad. Ni el carácter genocida del bloqueo, ni las arbitrarias e injustas sanciones extraterritoriales, ni los atentados terroristas que llenaron de luto a las familias cubanas, ni las campañas inmorales de difamación pudieron hacer que Cuba retrocediera un milímetro en la defensa de su soberanía, su solidaridad internacional y el carácter socialista de su Revolución”.
o podrán doblegarnos nunca. Así lo confirmó Víctor Gaute López, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, al intervenir en el evento. Al escucharlo recordé la respuesta del Che a una pregunta de Richard C. Hottelet, corresponsal de la CBS en Naciones Unidas, durante la entrevista que concedió en diciembre de 1964 al programa televisivo Face de Nation, de la CBS: «Sabemos del poderío de los Estados Unidos. No nos engañamos con respecto a ese poderío. Nosotros decimos que ese Gobierno de Estados Unidos quiere que paguemos un precio muy alto por esta coexistencia no pacífica que gozamos hoy, y el precio que estamos en condiciones de pagar llega solo hasta las fronteras de la dignidad. No va más allá. Si tenemos que arrodillarnos para vivir en paz, nos tendrán que matar antes…».
No me pierdo una palabra de cuanto se dice de la República Bolivariana de Venezuela. Contra esa hermana nación, el Gobierno de Estados Unidos ha empleado sin el menor asomo de pudor o apego a la ética las más sofisticadas técnicas de la guerra no convencional, robo de activos del Gobierno venezolano en el extranjero, bloqueo económico, comercial y financiero, chantajes, presiones y sanciones de todo tipo, y la amenaza de apelar a su colosal poderío militar; ha contado con la complicidad de sus aliados, de otros Gobiernos «obedientes» en nuestra región y en el mundo, y ha logrado una alineación sin precedentes de las transnacionales de la información, e incluso de otros medios de más limitado impacto, con el propósito de fabricar una «realidad» sin asidero objetivo, en la cual se pretende que un fantoche sin la menor credibilidad sea reconocido como presidente constitucional del Estado.
No obstante, tal despliegue no ha podido erosionar la unión cívico-militar en la que se cimenta el Gobierno bolivariano y chavista ni el apoyo mayoritario del pueblo venezolano a su legítimo presidente Nicolás Maduro Moros.
No han podido aplastar la resistencia del pueblo palestino a la ocupación israelí, deja claro Bassel Ismail Salen, del Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad a los Pueblos.
¿Qué le queda por hacer al Estado sionista de Israel, con el apoyo incondicional de Estados Unidos y el resto de sus aliados, como parte de su política sistemática de exterminio y segregación de la población palestina, y de apropiación de sus tierras?
Gaza, convertida en la mayor cárcel a cielo abierto del planeta, bombardeada a su antojo punitivamente por el Ejército israelí, ha sido sometida por más de diez años a un bloqueo total que ha sumido a sus más de dos millones de habitantes, hacinados en apenas 180 kilómetros cuadrados —el 1 por ciento de la extensión territorial de la Palestina histórica—, sin posibilidad de desarrollar siquiera una agricultura de subsistencia, en una crisis humanitaria indescriptible.
En la Cisjordania ocupada los palestinos sobreviven en apenas el 9 por ciento de sus 5 400 kilómetros. Más de 800 kilómetros de muro separan lo que queda hoy de las que fueron sus tierras, de los asentamientos ilegales de los colonos israelíes (más de 500, en 2018, de acuerdo con cifras del Centro de Estudios Territoriales de la Asociación de Estudios Árabes), y sus desplazamientos son regulados mediante más de 800 puntos de control.
Desde la primera ocupación, en 1948, el saldo de víctimas palestinas supera las 120 000, la mayoría civiles, entre ellos mujeres y niños. A partir de 1967 —fecha de la segunda ocupación— más de un millón de palestinos han pasado por las cárceles israelíes, niños incluidos. Sin embargo, siguen enfrentando incluso con piedras a uno de los ejércitos mejor equipados del planeta, cuyo armamento ultramoderno es proporcionado por Estados Unidos.
Samer Saad, agregado diplomático de la Embajada de Siria en Cuba, habla de la victoria del Gobierno de su país en la batalla contra el terrorismo. En esa nación árabe, EE.UU. y sus aliados han fracasado en el propósito de derrocar a su legítimo presidente Bashar al-Ásad, a pesar de que desde el inicio del conflicto, en 2011, han financiado, han entregado armamento, han entrenado y han dado soporte logístico a los grupos terroristas que operan en territorio sirio, como el Frente Al-Nusra (ahora Frente Fath Al-Sham) o el Estado Islámico, y han organizado ataques contra el Ejército de ese país para apoyarlos.
Hoy me queda más claro que el imperialismo no es invencible, que tras su prepotencia se esconde su impotencia; tras su agresividad su debilidad. El camino hacia la victoria de la fuerzas progresistas y las que luchan por la paz lo delineó la Declaración Final del Seminario: multiplicar las acciones e iniciativas contra las políticas guerreristas e injerencistas imperiales, que continúan poniendo en grave peligro los destinos y el futuro de la humanidad.
Asimismo, nosotros los del Tercer Mundo, los del Sur geopolítico, los pobres de la Tierra con los que quiso echar su suerte el Héroe Nacional cubano José Martí, debemos conocernos, aprender de nuestros errores, reconocer nuestras fortalezas y las vulnerabilidades de nuestro enemigo común, hablar con una única voz y golpear con un solo puño.
Plan contra plan, como nos enseñara el propio Martí. No olvidemos lo que escribió el 11 de junio de 1892 en el periódico Patria, que creó para impulsar el propósito del Partido Revolucionario Cubano de alcanzar la total independencia de Cuba y Puerto Rico del dominio español: “A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre…”
Esto vale tanto para Cuba, como para nuestra Patria grande o para la humanidad toda —que es también Patria, como lo definiera el Apóstol de la independencia cubana— mucho más hoy cuando son cada vez más los que levantan su voz en un grito para que no permanezcamos cruzados de brazos, por la paz pero en un mundo diferente, en el que no se gasten 1 739 billones de dólares en armas, mientras alrededor de 795 millones de personas, uno de cada nueve habitantes del planeta Tierra no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa.´
Y es que como expresara el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz —presencia permanente en el Seminario—, en su discurso en la clausura de la reunión de la Presidencia del Consejo Mundial de la Paz en La Habana, el 21 de abril de 1981, “…la paz, la distensión, la coexistencia civilizada entre los Estados, debemos conquistarlas con nuestra lucha y con nuestra fuerza”.
Ese grito por la acción es un clamor compartido por miles, por millones, es ya un torrente incontenible. Para confirmarlo, valió la pena también haber participado en este evento.

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