En dos años de investigación ha constatado que no basta con hablar de preservación ambiental, de energías renovables y de enfriamiento global, si no se toca el tendón de Aquiles apuntado por el viejo Marx en el siglo 19: la desigualdad social.
Los países ricos y emergentes consumen bienes naturales en exceso, como agua y energía. Y lo hacen mediante procesos extractivos que no tienen en cuenta los daños ambientales y los efectos sobre la población local, como es el caso de la construcción del ingenio de Belo Monte, en el Brasil, o del uso de la energía nuclear en otros países.
En la escuela aprendemos que nuestro cuerpo refleja la composición del planeta, con un 70 % de agua. De toda el agua del mundo sólo el 25 % es potable. El 69 % de esta cantidad se encuentra congelada en los polos de la Tierra, y el 30 % se halla en el subsuelo (mantos acuíferos), todavía inaccesible con nuestra tecnología actual. El resto 140 mil kilómetros cúbicos se encuentra en lagos, ríos, etc.
Un estadounidense consume 50 veces más agua que un indio. Y 500 veces más energía. Así como ya se inició la guerra fría por los alimentos, con el uso de poderosos misiles como los transgénicos, dentro de poco tendremos la guerra por el agua. Se prevé que para el año 2025, 1.800 millones de personas padecerán escasez de agua.
La carencia de agua se debe sobre todo a los cambios climáticos. Debido al consumismo, los países desarrollados y emergentes unos 20 aproximadamente emiten 50 veces más gases-estufa que los países pobres. El excesivo uso de agrotóxicos provoca la erosión del suelo y el despale prolonga los períodos de estiaje, estimulando movimientos migratorios y acentuando la pobreza.
El planeta tiene cada año 80 millones de personas más, a pesar de la caída de la tasa de fertilidad. Para el neoliberalismo 80 millones de consumistas (no confundir con consumidores) en potencia.
Entre 1960 y 2007 la fabricación de nuevos artefactos tecnológicos cada vez más descartables cuadruplicó la producción de cobre y plomo, y aumentó 77 veces la explotación de minerales asociados a la alta tecnología, como tantalio y niobio.
La Conferencia Rio+20, tanto en la reunión de los jefes de Estado como en la Cumbre de los Pueblos, debiera haber debatido cómo el consumismo desenfrenado y la desigualdad de renta entre los pueblos afectan el equilibrio ambiental. Considerar la polución y la pobreza como factores divorciados es adoptar una postura miope y equivocada, frente a la degradación de la Tierra y la amenaza de escasez de sus recursos naturales.