Cuando Tamara Roselló me sugirió escribir un artículo sobre el VIII Encuentro Internacional “Presencia de Paulo Freire” le advertí que podría excederme con la crítica. No obstante, me atrevo a hacerlo esperando no ser injusta ni dañar sensibilidades.
Junto a la delegación oriental llegué a Cienfuegos, sede del encuentro, el pasado 2 de mayo. Me asombró no encontrar a nadie de la Red de Educadores y Educadoras Populares (EP) que anima el Centro Memorial Martin Luther King Jr. (CMLK). Casi todas las personas participantes nacionales eran profesores, luego comprendí, auspiciaba la Asociación de Pedagogos de Cuba.
Acostumbrada a los talleres del CMLK esperaba compartir el mismo alojamiento que los demás asistentes. Grande fue mi sorpresa: la mayoría de los extranjeros se hospedaron en el hotel PasaCaballo, otros –jóvenes estudiantes que trabajaron más de un año para costearse el viaje- estaban en casas de alquiler, y unos pocos que venían con escasos recursos se quedaron con los orientales en el santuario San José, un hostal con excelentes condiciones, ubicado en la salida de la ciudad hacia La Habana.
Entiendo cuán difícil puede ser encontrar hospedaje para tantas personas, pero si no somos cuidadosos en este aspecto podemos provocar discriminación, aun cuando no sea intencional. Además, la integración en cualquier evento va más allá de las actividades programadas, incluye la conversación durante el desayuno, el intercambio constante con la gente, el regaño de los adultos ante las risas altas de los muchachos que se desvelan en la madrugada, descubriendo las diferencias y semejanzas entre sus culturas. Esas pequeñas cosas que dejan gratos recuerdos apenas ocurrieron.
Otro hecho que me marcó fue la visita a varias rutas, señaladas como exponentes de la educación popular: casas de cultura, un hogar de ancianos, el Teatro de los Elementos, una comunidad en Cumanayagua, un proyecto de ballet flamenco, etc. Elegí la finca agroecológica El Mango,una cooperativa de crédito y servicio, donde aprendí sobre abonos orgánicos, el cultivo de la poma rosa, cunicultura y la cría de cabras en tarima. Allí no encontré a Paulo Freire.
Sin embargo, durante la presentación de las ponencias descubrí su legado. Es impresionante el número de personas y sobre todo, jóvenes que transforman a diario realidades duras en Brasil, Argentina, Paraguay, Colombia y Costa Rica basados en una educación liberadora y dialógica, la acción cultural, el acompañamiento, haciendo educación popular. Nutrirme de sus experiencias fue la mejor vivencia.
Pienso que muchas cosas podrían mejorar para la próxima edición del encuentro. Sugiero que la Red EP apoye al comité organizador y que este coordine con tiempo suficiente un alojamiento asequible a todos. Si nos esforzamos más lograremos un espacio para reflexionar y crecer que honre plenamente a Freire, el Maestro Emérito de América.