El Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, convertido, por estos días, en cauce y confluencias del pensamiento teológico más avanzado de Latinoamérica, gracias a la celebración aquí del aniversario 80 del Congreso Evangelístico de La Habana de 1929, recibió el estudio de Rivera Pagán como un aporte significativo camino de Edimburgo 2010, cónclave mundial que, recordando el centenario de la cita de 1910, a diferencia de aquella tendrá una fuerte presencia del pensamiento latinoamericano.
Plantea el teólogo en su conferencia que “El diálogo entre la teología y la literatura, en América Latina, se hace urgente por los obvios intereses que ambas tienen en la memoria mítica y las ensoñaciones utópicas de los pueblos, al margen de la modernidad occidental.
“Extraña, reitero, la relativa ausencia de interés, por parte de la teología latinoamericana, en la literatura moderna del continente. Lo extraño por la simultaneidad de su auge y renombre internacionales, por la pertinencia, para las preocupaciones religiosas y eclesiásticas, de sus temas y asuntos y, finalmente, por la audacia de la literatura latinoamericana moderna en hacer afirmaciones desafiantemente heterodoxas y teológicamente transgresoras.”
Hace un recuento, en el cuerpo de su texto, de aquellas obras literarias que, a su entender, han reflejado y tratado la cosmogonía de una fe en el continente, unas con más suerte que otras, haciendo un paseo por lo más trascendente de la literatura latinoamericana de todos los tiempos. Propone un diálogo entre teología y literatura con proposiciones e hipótesis, a su manera de ver, fundamentales; critica “la escasa o nula atención que algunos críticos prestan a las imágenes religiosas de importantes textos literarios…” y se pronuncia por el vínculo entre la teología, el profetismo y la poesía, cual tríptico en la fórmula de un repensar teológico mucho más riguroso que no destierre la “sugestividad poética de su discurso”.
Y aclara: “Quizás sea justo decir que han sido los predicadores los que mayor atención han concedido a las imágenes y símbolos religiosos en la literatura”…a diferencia de los teólogos.
Puede ser que Rivera Pagán sea el mejor ejemplo de lo que deba hacerse en tal sentido a la hora de lograr que la teología en el continente, junto a las avanzadas ideas que propone, adquiera un hálito mítico-mágico más cercano a su gente; y sea, también él, uno de esos profundos transgresores de los que habla, cuando cita al poeta y teólogo franciscano de Puerto Rico Ángel Darío Carrero.
“Son múltiples y muy fértiles, en América Latina, las intersecciones entre la poesía, la espiritualidad, el pensamiento de la fe y la solidaridad humana. No es una intuición nueva ni original. Ya lo había vislumbrado genialmente, en el Siglo XIX, el cubano José Martí: ¡Son como siempre los humildes, los descalzos, los desamparados, los pecadores, los que se juntan frente a la iniquidad hombro a hombro, y echan a volar, con sus alas de plata encendidas, el Evangelio! ¡La verdad se revela mejor a los pobres y a los que padecen!…”, así concluyó.