Convocada para restablecer el equilibrio perdido entre los seres humanos y la naturaleza, por causa del capitalismo y de la civilización moderna, se prepara para profundizar a nuevos y más criminales niveles ese mismo desequilibrio.
En su enfermedad espiritual, plantean como única solución la llamada “economía verde”, la cual por vergüenza no se atreven a definir sinceramente de manera pública. Con ella pretenden dar un salto adelante en su locura suicida y bajo su nombre simpático mercantilizar lo que hasta ahora no han podido, los bosques, el aire limpio, el agua, la biodiversidad; para cuantificarlos en papel moneda y entregarlos a la especulación financiera, misma con que ya han quebrado salvajemente a países y pueblos enteros; para legitimar la descontrolada e irresponsable carrera tecnológica. Conscientes de que se hace difícil creerles, tempranamente el nuevo eufemismo requiere de otros complementarios y nos ofrecen “economía verde incluyente”, “doblemente verde” y otras cuentas de vidrio por el estilo.
Nos dicen que es por nuestro bien y por nuestro bien obligan a nuestros malos gobiernos a matarnos con balas verdes cuando resistimos su injusticia antidemocrática y verde, dictada por técnicos verdes, supuestamente incuestionables, siempre bien pagados y nunca elegidos
por los pueblos. Pretenden el crimen perfecto, no solo impune sino premiado con el aumento de las ganancias para salir de su insoportable crisis. Para consumarlo, necesitan y esperan crear una nueva entidad que
gestione desde las mismas Naciones Unidas el negocio y sus mecanismos de mercados de carbón, REDD (Reducción de Emisiones de la Deforestación y la Degradación de bosques) y otros.
Para confundirnos, los estados más responsables del deterioro climático nos chantajean con quitar de su borrador de documento oficial los derechos reconocidos en la cumbre de hace 20 años y nunca cumplidos, y con las falacias de superpoblación y lucha contra la pobreza, mientras esconden la acumulación y el lujo escandalosos con que generan necesariamente esa pobreza. Pretenden sorprendernos con la concesión de agregar “economía verde y otros enfoques” en su borrador; es todo lo que necesitan para concretar el crimen que traen bien premeditado, dejando los “otros enfoques” en palabras, mientras ellos tienen cocinados
y a punto entidades, mecanismos, aparatos legales y legiones de funcionarios para su aplicación.
Los estados emergentes seducidos por la misma enfermedad, impotentes para hacer justicia social enfrentando la acumulación y el lujo escandaloso, creen encontrar una solución inmediata a los desafíos del
desarrollo convergiendo en la ya insensata noción de crecimiento interminable, a pesar de la evidencia abrumadora que lo prueba imposible, llevando más temprano que tarde a la muerte del hábitat y la vida de nuestras generaciones futuras. Ciegos al hecho de que
las alternativas, aunque difíciles y demandantes de coraje, ya existen en todos los ámbitos, como el de los alimentos que aún producen en un 70% los campesinos y campesinas.
Por ello, los pueblos no estamos en esa cumbre oficial ni la acompañamos. Los hacemos públicamente responsables de las consecuencias criminales de sus decisiones y actos. Estamos en nuestra propia cumbre para asumir nuestras propias responsabilidades. Para superar nuestras propias limitaciones y obstáculos. Para unirnos en una sola comunidad de destino, con la urgencia de la hora histórica. Para construir el nuevo paradigma civilizatorio, ético, político y económico, de
respeto a la naturaleza y sus ciclos que son los hilos de la vida con los que estamos tejidos.
Frente a su pensamiento único y antidemocrático, alimentamos la pluralidad cultural y el dialogo horizontal de saberes, especialmente el rescate de los pensamientos ancestrales y comunitarios de los
pueblos. Frente a su persistencia en el humano centrismo insensato y egoísta, buscamos la recuperación de la solidaridad y de nuestra
pertenencia y reciprocidad con el cosmos y el medio ambiente, valorando a los estados de Bolivia y Ecuador que introdujeron un párrafo reconociendo los derechos de la Madre Tierra en el borrador de la cumbre
estatal, señal de dignidad y responsabilidad que han de seguir todos los estados y pueblos. Frente a las nociones inviables y fracasadas del consumismo y el crecimiento económico interminables, nombramos
el santo y seña del buen vivir, los bienes comunes, la vida digna y responsable, la justicia social, ambiental y cultural, que vamos pariendo en nuestras luchas, propuestas y construcciones de alternativas para la
liberación.
Mientras su cumbre representa un mundo agotado y en crisis, la nuestra representa otro mundo absolutamente necesario y perfectamente posible.