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El amor nos hace iguales

Lludmila Dueñas

“Ni Una Menos”

En el año 1995, Susana Chávez, poeta mexicana, escribió un poema con la frase “Ni una muerta más” para protestar por los femicidios llevados a cabo en Ciudad Juárez. En 2011, la asesinaron por ser mujer.
Con esa frase en mente, en marzo de 2015, un pequeño grupo de comunicadoras y activistas feministas argentinas organizaron una maratón de lectura en la Biblioteca Nacional bajo el lema #NiUnaMenos. ¿El objetivo? Tratar temas vinculados a la violencia de género, trata y femicidios.
La unión y la idea de organizar el colectivo, nació como una necesidad ante los femicidios que no paraban (no paran) de suceder día a día.
Meses más tarde, más precisamente el 10 de mayo, el femicidio de Chiara Páez, una chica de 14 años, embarazada, quien fue brutalmente asesinada y enterrada en el patio de la casa de su novio en Santa Fe, enfureció a la sociedad.
Se decidió entonces convocar a una marcha para decir ¡Basta! Basta de violencia machista.
Y el resultado fue contundente. La convocatoria superó todas las expectativas. Ya no era un grupo de mujeres que reclamaban sus derechos, la sociedad entera salió de sus casas al grito de #NiUnaMenos. Asistieron personas de todos los géneros y edades. Familias enteras y organizaciones sociales.
El 3 de junio de 2015 miles y miles de personas salieron a la calle al grito de «Ni una menos». Desde entonces, el hashtag se apoderó de las redes y la violencia machista comenzó a ser un tema presente a todo nivel: en las casas, las escuelas, los medios de comunicación.
La violencia machista ahora tenía un nombre y se empezó a reconocer al femicidio como su máxima expresión.
Un año más tarde, se volvió a convocar a una multitudinaria marcha, pero el reclamo hacía foco en todo acto de violencia hacia las mujeres y en contra de todo machismo que se encuentra presente en la sociedad.
El Paro internacional de mujeres del 8 de marzo de 2017 movilizó nuevamente a miles y miles de personas que quieren ponerle de una vez por todas fin al machismo en todas sus formas: se clamó por el fin de la violencia física, verbal, psicológica, obstétrica, económica, sexual, institucional, simbólica y laboral hacia toda mujer.
(Con información tomada de https://www.vix.com/es/ciudadanos/182672/la-historia-de-ni-una-menos-como-y-por-que-surgio-el-colectivo-feminista)

Solidaridad desde Cuba

La familia que forman el Centro Memorial Martin Luther King y las redes de educadoras y educadores populares y Fe por Cuba, se solidarizan con la campaña “Ni una menos”. Desde la red EP de Cumanayagua nos llega esta reflexión de Lludmila Dueñas Reyes.

El amor nos hace iguales
Mi nombre, no importa, soy una de las tantas mujeres que desde niña sufrí violencia de género y aunque mi pensamiento siempre fue diferente tuve miedo a expresarlo, era la anormal de mi familia. Después de muchos años de discriminación y abuso psicológico, por fin me liberé, y aunque ya nadie me reprocha de frente sigo siendo la anormal de la casa.

La anormal que cree que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos. Que tiene amigos homosexuales, bisexuales y de todas razas y sexos. La que se brinda por cualquier motivo a escuchar y ayudar siempre pensando en no imponer mi criterio y creencia. La que piensa que un gesto, una palabra, un pensamiento, un sentimiento nos dice más de lo que somos y lo que nos mostramos. Quien sabe brindar amor pero también respeto amén de que una que otra vez tenga que imponer mi voluntad para luego hacer entender que aquel camino solo llevaba al abismo. Quien cree que tanto el hombre como la mujer sienten el dolor de quien traiciona y ese “papel de hombre” nos hace hacer mejor el “papel de mujer”. Que el orgullo es cosa de débiles. Que primero tenemos que querernos nosotros mismos para luego querer el mundo. Que no hagas a nadie lo que no te gusta que te hagan porque la tortilla puede volteársete y quemarte. Que si nos preocupáramos más por nuestras vidas el mundo funcionara mejor porque sabríamos como ayudar al prójimo entregando lo mejor de nosotros, desde nuestras propias experiencias. Que los caminos son largos y angostos pero si perseveramos triunfamos. Que somos más que hombres, mujeres, blancos, negros, homosexuales, bisexuales, heterosexuales, somos humanos y que estamos en un tránsito por esta vida que se nos acaba sin darnos cuenta, por lo que debemos vivir como si fuera el último día: intensamente, sin reproches, sin el pasado que nos duele, sin odio, ni rencor.

Sí, soy libre, libre de amar, de andar y desandar caminos, libre de tropezar, libre de equivocarme, libre de rectificar, libre de entregar mi libertad a quien merezca mi más preciado tesoro después de mis hijos.

Soy una mujer sencillamente, una como otra cualquiera que desea contar y ser contada como una sobreviviente de este mundo de violencia e injusticia, que la repele hasta la muerte y que no se cansará de alzar su voz contra los abusos. Y es la de muchas otras que no han logrado liberarse como yo y les digo que Dios nos dio cuerpo, sentidos, e inteligencia para ser nosotras mismas sin atadura alguna y que solo él tiene la potestad para tomarlo y para ello nos permite mostrarnos siendo lo que seamos, escogiendo lo que queramos y sobre todo expresando lo que sintamos.
Somos más que una palabra, más que una presencia, más que el aire que respiramos, más que aquello que seleccionamos. Somos la vida y es un regalo, somos seres humanos.

Por ello los invito a sumarse a levantar en un grito: “Todos somos iguales. Ámennos por lo que llevamos dentro que el exterior es solo apariencia.”

Ámame a mí como yo a ti, sin juzgar porque solo somos diferentes, nadie es mejor.

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