Discurso íntegro de Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros
Compañeras y compañeros:
Es claro el mandato del pueblo a esta Legislatura: continuar fortaleciendo la Revolución en un momento histórico que exige ser dialécticos y creadores, como nos alertó el compañero Fidel en su medular Reflexión del pasado 14 de enero.
Muchas expectativas se generaron, tanto en Cuba como en el extranjero, en torno a la integración del Consejo de Estado que acaba de elegir la Asamblea. La fundamental fue despejada por el compañero Fidel en su Mensaje del 18 de febrero. Poco puedo agregar a lo expresado por él, salvo reconocerle a nuestro pueblo, en nombre de la Dirección de la Revolución, las innumerables muestras de serenidad, madurez, confianza en sí mismo y la combinación de genuinos sentimientos de tristeza y firmeza revolucionaria.
Asumo la responsabilidad que se me encomienda con la convicción de que, como he afirmado muchas veces, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana es uno solo.
Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien. Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente. Aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa.
Sólo el Partido Comunista, garantía segura de la unidad de la nación cubana, puede ser digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder. Es la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado y así lo establece el Artículo 5 de nuestra Constitución, aprobada en referendo por exactamente el 97,7% de los votantes.
Esa convicción tendrá particular importancia cuando por ley natural de la vida, haya desaparecido la generación fundadora y forjadora de la Revolución.
Afortunadamente no es ese el momento que hoy vivimos. Fidel está ahí, como siempre, con la mente bien clara y la capacidad de análisis y previsión, más que intacta, fortalecida, ahora que puede dedicar al estudio y el análisis las incontables horas que antes empleaba en el enfrentamiento a los problemas cotidianos.
A pesar de la paulatina recuperación, sus condiciones físicas no le permitirían aquellas interminables jornadas, con frecuencia separadas por escasas horas de descanso, que caracterizaron su trabajo prácticamente desde que emprendió la lucha revolucionaria y aún con mayor intensidad durante estos largos años de período especial, en que no se permitió siquiera un solo día de vacaciones.
La decisión del compañero Fidel es una nueva contribución, con su ejemplo que lo enaltece, en aras de asegurar desde ahora la continuidad de la Revolución, consecuente en quien ha tenido siempre como guía el precepto martiano: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Igualmente es inconmovible su decisión de continuar, mientras tenga fuerzas para hacerlo, aportando a la causa revolucionaria y a las ideas y propósitos más nobles de la humanidad.
Por tanto, seguro de expresar el sentir de nuestro pueblo, solicito a esta Asamblea, como órgano supremo del poder del Estado, que las decisiones de especial trascendencia para el futuro de la nación, sobre todo las vinculadas a la defensa, la política exterior y el desarrollo socioeconómico del país, me permita continuar consultándolas al líder de la Revolución, el compañero Fidel Castro Ruz.
Por esta y otras muchas razones, en mis palabras de hoy citaré, no pocas veces, algunas de las ideas y conceptos esenciales expresados en sus Reflexiones, que aprovecho para decir que debemos estudiar, por sus enseñanzas y capacidad de previsión. Tener presente siempre algo que gustaba repetir Raúl Roa a sus íntimos: “Fidel oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar de la esquina”.
Compañeras y compañeros diputados:
Estoy consciente de la responsabilidad que entraña ante el pueblo la tarea que se me encarga, y a la vez convencido de contar, como hasta hoy, con el apoyo de quienes desempeñan responsabilidades de dirección a los diferentes niveles y más importante aún, con el de mis compatriotas, sin el cual no hay éxito posible en una sociedad como la nuestra.
La Asamblea, en plena concordancia con la opinión del Buró Político del Partido, eligió Primer Vicepresidente del Consejo de Estado al compañero José Ramón Machado Ventura y posteriormente aprobó su designación como Primer Vicepresidente del Consejo de Ministros.
Como expliqué en mi propuesta para dicho cargo, en las actuales circunstancias es conveniente que el mismo compañero desempeñe, como hasta ahora, estas dos importantes responsabilidades del Estado y el Gobierno.
No hay dudas de que Machado Ventura, por su trayectoria y convicciones revolucionarias, experiencia, preparación, cualidades como dirigente y ser humano, reúne los requisitos para desempeñar esos altos cargos.
Igualmente la Asamblea acordó, en cumplimiento de lo establecido en el Artículo 75 de la Constitución, considerar la composición del Gobierno en una futura sesión en el transcurso del presente año. Es una decisión oportuna, pues no se trata únicamente de nombramientos, sino de determinar qué cambios resulta necesario realizar en el sistema de organismos de la administración central del Estado, algo que requiere un poco más de tiempo.
En los primeros 15 años de la Revolución, se fueron ajustando desde la marcha las estructuras estatales heredadas del capitalismo para asumir las tareas que imponían los radicales cambios económicos, políticos y sociales.
El proceso de institucionalización de los años setenta, con sus imperfecciones, permitió estructurar un sistema coherente y ajustado a aquellas circunstancias, alcanzándose cierta equiparación con el de los países socialistas, incluidas las buenas y también las malas experiencias.
Por último, en 1994, en el momento más agudo del período especial, se hicieron considerables ajustes que conllevaron reducciones y fusiones de organismos, así como redistribución de las tareas de algunos de ellos. No obstante, fueron realizados con la premura impuesta por la necesidad de adecuarnos de manera rápida a un escenario radicalmente distinto, muy hostil y sumamente peligroso.
Desde entonces han transcurrido 14 años, en los cuales ha cambiado considerablemente el panorama nacional e internacional. Hoy se requiere una estructura más compacta y funcional, con menor número de organismos de la administración central del Estado y una mejor distribución de las funciones que cumplen.
Lo anterior permitirá reducir la enorme cantidad de reuniones, coordinaciones, permisos, conciliaciones, disposiciones, reglamentos, circulares, etcétera, etcétera. Contribuirá además a concentrar algunas actividades económicas decisivas hoy dispersas en varios organismos, y hacer un mejor empleo de los cuadros.
En resumen, tenemos que hacer más eficiente la gestión de nuestro Gobierno.
La Asamblea ha sido renovada en una mayor proporción que en la anterior Legislatura; el número de mujeres crece más de siete puntos porcentuales y ya se aproxima a la mitad de los diputados, algo más del 43%; aumentan de 23 a 36 los que tienen entre 18 y 30 años, o sea los más jóvenes, aunque también son más los que superan los sesenta.
Algo muy importante, crece el número de los vinculados directamente a la producción o los servicios, es decir, de los obreros, campesinos y otros trabajadores; también de los miembros de las instituciones armadas, los deportistas, artistas, escritores, periodistas y de otras profesiones, que unidos a los dirigentes estudiantiles y compañeros que se desempeñan en los consejos populares, constituyen más de la mitad de los diputados.
Datos como estos, junto a la simple relación de las tareas que cumplen cada uno de ustedes, desde dirigentes nacionales hasta jubilados y líderes religiosos, permiten afirmar que los aquí reunidos son una muestra en pequeña escala de la sociedad cubana.
Lo anterior constituye una premisa básica, pero no asegura por sí sola el cumplimiento de la misión del Parlamento. Se requiere además, y sobre todo, la actuación inteligente, organizada, creativa y enérgica de sus integrantes, en particular durante el trabajo de las comisiones, donde se dispone de más tiempo, pues al centrarse en determinados asuntos permite estudiarlos mejor y pueden intervenir más compañeros.
En la visita que hice en diciembre pasado al Distrito de Santiago de Cuba donde fue electo diputado el compañero Fidel, afirmé que el apoyo masivo a la Revolución exige cuestionarnos cuanto hacemos para mejorarlo.
Y añadí que si el pueblo está firmemente cohesionado en torno a un único partido, éste tiene que ser más democrático que ningún otro, y con él la sociedad en su conjunto, que desde luego, como toda obra humana, se puede perfeccionar, pero sin dudas es justa y en ella todos tienen oportunidad de expresar sus criterios, y más importante aún, de trabajar para hacer realidad lo que en cada caso acordemos.
No hay por qué temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra, en que por su esencia no existen contradicciones antagónicas, porque no lo son las clases sociales que la forman. Del intercambio profundo de opiniones divergentes salen las mejores soluciones, si es encauzado por propósitos sanos y el criterio se ejerce con responsabilidad.
Así ha actuado la inmensa mayoría de los cubanos, desde nuestros mejores científicos, intelectuales, obreros, campesinos y estudiantes, hasta la más sencilla ama de casa.
Todos ellos, en diferentes momentos de la Revolución, incluido el actual, han brindado una ejemplar demostración de madurez política y conciencia de la realidad, al valorar con objetividad tanto los asuntos de alcance estratégico como las dificultades de la vida cotidiana, y sobre todo crece la convicción de que la única fuente de riquezas de la sociedad está en el trabajo productivo, sobre todo cuando emplea con eficiencia los hombres y recursos.
Los agoreros internacionales de la muerte de la Revolución intentaron presentar a su favor las críticas surgidas durante el estudio y reflexión del discurso del 26 de julio en Camagüey, sin comprender que se trataba de un debate crítico dentro del socialismo. Así lo confirmaron con creces, pocos meses después, los resultados de nuestras elecciones, que concluyeron el pasado 20 de enero.
Es cierto que también hay personas que hablan antes de informarse; que demandan sin valorar si dicen algo racional o descabellado. Coinciden, como norma, con quienes reclaman derechos sin jamás mencionar deberes. Como dijo Fidel en su reflexión del 16 de enero: “esperan milagros de nuestra porfiada y digna Revolución”, concluyó.
No les negamos el derecho a expresarse, siempre que sea en el marco de la ley. Ante un planteamiento de ese tipo no podemos ser extremistas, pero tampoco ingenuos.
Cuando lo motiva el desespero ante una dificultad personal o es provocado por la falta de información, debemos ser pacientes y brindar los argumentos necesarios.
Pero si alguien lo que pretende es presionar con afán de protagonismo o animado por la ambición, la demagogia, el oportunismo, la simulación, la autosuficiencia u otra debilidad humana de similar carácter, hay que enfrentarlo resueltamente, sin ofensas, pero llamando las cosas por su nombre.
Nunca olvidar que el enemigo sigue al acecho, permanentemente dispuesto a aprovechar el menor descuido para hacernos daño, aunque haya quien se empeñe en ignorarlo.
No vamos a dejar de escuchar la opinión honesta de cada cual, que tan útil y necesaria resulta, por la algarabía que se arma, a veces bastante ridícula, cada vez que un ciudadano de nuestro país dice algo a lo que esos mismos promotores del espectáculo no harían el menor caso, si lo escucharan en otro lugar del planeta.
Sabemos que esos mensajes van dirigidos a engañar o al menos crear confusión, pero si alguien ha tenido la peregrina idea de asustarnos con ellos, le recuerdo que la principal razón de que sigamos aquí y seguiremos estando, es que nuestro pueblo y su Revolución han dado siempre el frente, sin la menor muestra de temor y enarbolando la verdad, a las agresiones de todo tipo de la mayor potencia militar y económica del mundo.
Infinidad de ejemplos pudieran citarse, basta mencionar la inconmovible dignidad de nuestros cinco héroes, frente a cada intento de doblegarlos durante una década de injusto encarcelamiento.
Aprovecho la ocasión para agradecer, en nombre de nuestro pueblo, las incontables expresiones de solidaridad, respeto, cariño, aliento y legítima preocupación para con el líder de la Revolución que emitieron jefes de Estado y de Gobierno, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, destacados intelectuales y simples ciudadanos de todos los confines del mundo tras la publicación de su Mensaje el pasado martes. No fallaremos jamás a la confianza que ellos depositan en nosotros.
Al propio tiempo, hemos tomado debida nota de las declaraciones ofensivas y abiertamente injerencistas del imperio y algunos de sus más cercanos aliados.
Como era de esperar, el Departamento de Estado se apresuró a anunciar la continuación del bloqueo en correspondencia con la política de la actual administración.
Otros, con matices, se empeñan en condicionar las relaciones con Cuba a un proceso de “transición” dirigido a destruir la obra de tantos años de lucha.
¡Qué poco conocen a nuestro pueblo, tan orgulloso de su plena independencia y soberanía!
La Revolución es obra de mujeres y hombres libres y ha estado permanentemente abierta al debate, pero nunca ha cedido un ápice ante las presiones ni se ha dejado influir por ellas, ni por las grandes ni por las pequeñas.
Solo añadiré que las Reflexiones de Fidel, publicadas el viernes, son una magistral respuesta a todas ellas.
En relación con las dificultades que el país enfrenta en el plano interno, la determinación de las prioridades y el ritmo de su solución partirá invariablemente de los recursos disponibles y del análisis profundo, racional y colegiado, por los órganos competentes del Partido, el Estado o el Gobierno, y en los casos que sea necesario, previa consulta directa a los ciudadanos que corresponda de cualquier sector de la sociedad e incluso a todo el pueblo, si fuera un asunto de gran trascendencia.
Existen cuestiones cuyo estudio requiere tiempo, ya que un error motivado por la improvisación, la superficialidad o el apresuramiento, tendría consecuencias negativas considerables. Hay que planificar bien, pues no podemos gastar más de lo que tenemos, después organizar y trabajar con orden y disciplina, que son fundamentales.
Al abordar estos asuntos es preciso tener siempre presente la profunda convicción de Fidel, reiterada en su Mensaje del 18 de febrero, de que los problemas actuales de la sociedad cubana requieren más variantes de respuestas para cada problema concreto que las contenidas en un tablero de ajedrez. Que ni un solo detalle se puede ignorar, y no se trata de un camino fácil, si es que la inteligencia del ser humano en una sociedad revolucionaria ha de prevalecer sobre sus instintos.
Insisto en la importancia de la disciplina. Todos tenemos que ser exigentes y respaldar a quienes lo son. Si es necesario, ayudarlos a mejorar sus métodos y apoyarlos resueltamente ante el colectivo.
Entiéndase que no hablo de extremismos ni de aceptar abusos de autoridad o injusticias, sino de que todos hagamos correctamente la parte que nos corresponde en el fortalecimiento de la disciplina y el orden social. De lo contrario, las consecuencias las paga nuestro pueblo.
Es verdad que hay limitaciones objetivas –las conocemos bien y sufrimos diariamente tratando de resolverlas cuanto antes. Somos conscientes de los enormes esfuerzos que requiere fortalecer la economía, premisa imprescindible para avanzar en cualquier otro ámbito de la sociedad, frente a la verdadera guerra que libra el gobierno de los Estados Unidos contra nuestro país.
La intención es la misma desde el triunfo de la Revolución: hacer sufrir todo lo posible a nuestro pueblo hasta que desista de la decisión de ser libre.
Es una realidad que lejos de amilanarnos debe seguir haciendo crecer nuestra fuerza. En lugar de utilizarla como excusa ante los errores, debe ser acicate para producir más y brindar mejor servicio, para esforzarnos por encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas y explotar las importantes potencialidades que representan el ahorro y la correcta organización del trabajo.
Nuestra historia enseña, desde las guerras de independencia hasta el presente, que mientras mayores sean las dificultades, más exigencia, disciplina y unidad se requieren. El desorden, la impunidad y la falta de cohesión han estado siempre entre los peores enemigos de un pueblo que lucha.
Reitero que el país tendrá como prioridad satisfacer las necesidades básicas de la población, tanto materiales como espirituales, partiendo del fortalecimiento sostenido de la economía nacional y de su base productiva, sin lo cual, repito una vez más, sería imposible el desarrollo.
Un ejemplo es la propuesta de medidas dirigidas a incrementar las producciones agropecuarias y perfeccionar su comercialización, las cuales se han analizado, provincia por provincia, con una amplia representación de los encargados de llevarlas a la práctica, incluidos los propios productores.
Así se continuará haciendo en cada asunto de importancia cardinal para el país.
Estamos examinando, por ejemplo, todo lo relacionado con la implementación oportuna de las ideas del compañero Fidel sobre la “progresiva, gradual y prudente reevaluación del peso cubano” son los términos exactos que empleó en marzo del 2005. Al propio tiempo, profundizamos en el fenómeno de la doble moneda en la economía.
Estas cuestiones son realmente sensibles y complejas, cuando, como es nuestro caso, existe la firme voluntad de proteger e ir incrementando de modo paulatino los ingresos y ahorros de la población, en especial de quienes reciben menos.
Para evitar efectos traumáticos e incongruencias, cualquier cambio referido a la moneda debe hacerse con un enfoque integral en el que se tengan en cuenta, entre otros factores, el sistema salarial, los precios minoristas, las gratuidades y los millonarios subsidios que actualmente suponen numerosos servicios y productos distribuidos de una forma igualitaria, como los de la libreta de abastecimiento, que en las actuales condiciones de nuestra economía resultan irracionales e insostenibles.
Constituye hoy un objetivo estratégico avanzar de manera coherente, sólida y bien pensada, hasta lograr que el salario recupere su papel y el nivel de vida de cada cual esté en relación directa con los ingresos que recibe legalmente, es decir, con la importancia y cantidad del trabajo que aporte a la sociedad.
Como nos dijo Fidel en su Reflexión del 16 de enero: “Tampoco debe regalarse nada a los que pueden producir y no producen o producen poco. Prémiese el mérito de los que trabajan con sus manos o su inteligencia”, sentenció.
Se estudian simultáneamente otros temas siguiendo una prioridad y el ritmo de avance dependerá de la complejidad y los recursos.
Tenemos lo fundamental para encontrar las mejores soluciones al alcance de las posibilidades materiales y las capacidades organizativas, que deben irse incrementando: un pueblo instruido, de elevada cultura política y firmemente unido bajo los principios que resumió el compañero Fidel en su reflexión del 24 de enero, cuando dijo:
“Unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario”, fin de la cita.
Insisto en lo expresado aquí durante la anterior sesión de esta Asamblea: para que las enormes posibilidades de esa unidad se conviertan en resultados tangibles, es imprescindible que todos los organismos y organizaciones trabajen con la necesaria integración.
La institucionalidad, repito el término: la institucionalidad, es importante sustento de ese decisivo propósito y uno de los pilares de la invulnerabilidad de la Revolución en el terreno político, por lo que debemos trabajar en su constante perfeccionamiento. No creernos nunca que lo que hemos hecho es perfecto.
Nuestra democracia es participativa como pocas, pero debemos estar conscientes de que el funcionamiento de las instituciones del Estado y del Gobierno aún no alcanza el nivel de efectividad que nuestro pueblo exige con todo derecho. Es un tema en que debemos pensar todos.
En diciembre hablé del exceso de prohibiciones y regulaciones, y en las próximas semanas comenzaremos a eliminar las más sencillas. Muchas de ellas tuvieron como único objetivo evitar el surgimiento de nuevas desigualdades, en un momento de escasez generalizada, incluso a costa de dejar de percibir ciertos ingresos.
La supresión de otras regulaciones, aunque a algunos pueda parecer sencillo, tomará más tiempo debido a que requieren un estudio integral y cambios en determinadas normativas jurídicas, además de que influyen en algunas de ellas las medidas establecidas contra nuestro país por las sucesivas administraciones norteamericanas.
Pasando a otro tema, también está la tendencia a aplicar la misma receta en todas partes. Como resultado de ello y quizás su peor consecuencia, muchos piensan que cada problema exige medidas de alcance nacional para resolverse.
La iniciativa local es efectiva y viable en muchas cuestiones, así lo ha demostrado la distribución directa de la leche, como expliqué el pasado 26 de julio. Ya la experiencia abarca a 64 municipios de 13 provincias del país, 40 de ellos totalmente cubiertos. En los restantes y en la propia industria láctea también se avanza.
Además de garantizar con puntualidad y calidad este esencial producto, que es el objetivo fundamental, en los últimos meses del pasado año este programa permitió ahorrar más de 6 mil toneladas de leche en polvo cuya adquisición hubiera excedido los 30 millones de dólares, considerando el precio promedio en el período de 5 mil cincuenta dólares la tonelada.
Adicionalmente se redujeron gastos en divisas por un valor de 2,6 millones, incluidos en esta cifra unos 600 mil litros de combustible.
Y pudieran citarse otros casos de diversos sectores, por lo que hay que continuar pensando en soluciones similares en todos los niveles de la administración.
Compañeras y compañeros:
Un día como hoy, en 1895, al llamado de Martí, los Pinos Viejos y Nuevos reiniciaron la lucha por la independencia, frustrada por la intervención militar de los Estados Unidos. Medio siglo después logramos unirnos nuevamente y presentar combate al mismo enemigo de siempre.
No fue casual que se escogiera esta fecha, hace 50 años, para la primera transmisión de Radio Rebelde en la Sierra Maestra, ni que fuera el día en que proclamamos nuestra Constitución socialista en 1976.
En este aniversario 113 del inicio de la Guerra Necesaria, son realmente muchos y difíciles los retos. Ante ellos, tengamos presente lo expresado por Fidel en su Reflexión publicada el pasado 10 de diciembre, cuando nos alertó:
“El rostro ceñudo de Martí y la mirada fulminante de Maceo señalan a cada cubano el duro camino del deber y no de qué lado se vive mejor”.
Muchas gracias.