En un ambiente conmocionado por el sismo que sentimos en todo el país, aún en alerta por las réplicas y por los impactos devastadores en dos provincias, procuramos seguir en lo posible la maratónica jornada de votación en el Congreso brasileño, cuyo resultado adverso a la Presidenta Dilma contrastaba con la movilización de apoyo en las calles.
Lo que se vio y oyó se apreciaba quizá más crudo en un contexto en que la vida misma está comprometida. Fue, sin duda, la exhibición de la estructura de ese Congreso, con el anunciado ‘efecto manada’ en escena. Seguramente la mayoría de latinoamericanas/os no teníamos indicios del perfil de semejante grupo humano, imposible de intuir tras las noticias en general sesgadas que nos llegan.
Como una suerte de clones, desfilaban en el micrófono hombres cuyas intervenciones juntaban lo banal con lo ridículo. Un espectáculo burlesco, en que iba subiendo de tono un irrespeto cínico a la democracia, al pueblo movilizado, a la integridad de la Presidenta Dilma. Se hizo derroche de degradación de la política.
Invocando a dios, a sus familiares descritos con nombre y apellido, a sus amigos, a antivalores retrógrados, a afanes privatizadores, votaban sí, sí, sí, en un tono de feria, de vulgar festejo. Un sí que apunta deliberadamente a destruir, cual terremoto, esfuerzos de años hacia la justicia social, a privar a los empobrecidos de antes de condiciones de alimentación, salud, educación, a debilitar lo público cuyo valor estratégico resalta precisamente en situaciones de catástrofe, a desmantelar la integración regional soberana.
Semejante composición mayoritaria no refleja, desde luego, la riqueza del pueblo brasileño, de sus procesos sociales y políticos. “Nunca vi tanta hipocresía por metro cuadrado” dijo una de las diputadas por el no, y fueron ellas, las que son minoría en una cámara masculinizada, las que marcaron una diferencia con el voto más responsable, más consecuente; sólo un tercio de diputadas se sumó a ese sí destructor.
El plan desestabilizador y la jornada congresil del domingo destilan violencia en variadas formas. La Presidenta ha denunciado que se trata de violencia contra la política y la democracia; las mujeres vemos y denunciamos los componentes patriarcal y misógino de ese ataque a una líder política de larga trayectoria y a una agenda de igualdad y derechos.
Más de un paralelismo puede encontrarse entre un terremoto como el que golpeó a Ecuador y el golpe que se cierne sobre la democracia brasileña no obstante el uno sea fortuito y el otro intencional. Para citar los evidentes: destrucción, incertidumbre, caos, descarnada constatación de problemas estructurales.
Y en ese límite, ante el imperativo de defender la vida y la democracia, se movilizan compromisos, solidaridades, empeños en torno a lo fundamental: reconstruir, renovar, juntar fuerzas para retomar el camino del bien común en medio del caos. Ojalá estemos a tiempo de frenar el golpe y evitar así otra catástrofe en la región.
Quito, 19 de abril 2016