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“El software libre es uno de los pocos casos de regalo global»

Miriela Fernández Lozano

Estar o no entrar, parece ser la cuestión. Las discusiones de los movimientos sociales sobre la construcción de ese otro mundo posible también han contemplado el espacio virtual. Hoy, mientras algunas organizaciones ven con reticencias determinados usos de las tecnologías y evitan el acceso a Facebook, Twitter y demás redes sociales, otras identifican en cada descubrimiento digital una oportunidad para visibilizarse, por lo que su opción es tomar cualquier vía que muestre sus acciones, y mejor si se logra en “tiempo real”.

En los años 90, la aparición de la World Wide Web coincidió con una recomposición de las luchas sociales frente a la expansión neoliberal. Internet y las nuevas tecnologías no solo entregaron a estos sujetos la posibilidad de producir y comunicar –muchas veces de manera conjunta- sus realidades y la vitrina para colgar sus demandas, sino que permitieron poner en práctica formas organizativas descentralizadas, más horizontales. Los movimientos estrecharon sus distancias a partir de una doble conexión: la presencial, en amplios eventos y protestas, y la digital, que fue haciéndose cada vez más sistemática.

Sin embargo, la paulatina apropiación de estas herramientas ha venido acompañada por revelaciones sobre la complicidad entre diversos grupos de poder para concentrar, vigilar, dominar el campo virtual. El pensamiento crítico en torno a la utilización de las tecnologías ha generado la unión entre movimientos sociales y programadores que promueven una cultura digital con sentidos emancipatorios.

“Compartimos el trabajo con los movimientos sociales porque, desde el punto de vista moral, nuestros proyectos se relacionan. Reconocemos que en la sociedad que queremos construir el conocimiento es libre y no propiedad de ninguna empresa o grupo”, nos dice Santiago Hoerth, integrante de Código Sur, una organización con sedes en Argentina y Costa Rica, que tiene como bandera el software libre…y un “poco” más.

Aunque sin la típica apariencia de los nerd, es posible encontrarlo colgado a su computadora a cualquier hora del día. Desde ahí va dando indicios sobre su trabajo y horizontes… Su mensaje de estado en gmail –préstamo de Heloísa Primavera- es una de esas señales: “Podemos dejar las soluciones siempre en manos de otros, o romper el poder en mil pedazos y esparcirlo por ahí, para que lo usemos todos. En vez del modelo mafioso de concentración del poder, usemos el modelo femenino del guiso: hay una papa y un poco de carne. ¡Pueden comer muchísimas personas!”.

Al Centro Martin Luther King (CMLK) vino acompañado de Nicolás Echaniz, quien a través de la programación ha ayudado a darle vida a esta experiencia de resistencia en la red: “el software libre es uno de los pocos casos de regalo global.” Y dejándole un desafío al propio Richard Steiman, apunta: “Creo que esto no se problematiza ni por las personas que participan en este proceso, no se tiene demasiado en cuenta que estamos produciendo para compartir”.

Cyclope, la herramienta de actualización y administración de contenidos para sitios web (CMS), creada por estos jóvenes, ha constituido un corredor de perspectivas liberadora desde esos territorios donde surgen nuevas formas de reproducción de la vida hacia el mundo virtual.

Diferentes medios alternativos, organizaciones sindicales, movimientos indígenas y campesinos de México, Honduras, Panamá, El Salvador y de otros países de Centro y Suramérica cuentan con el apoyo de Código Sur. En los foros sociales, han coordinado encuentros formativos y reflexiones acerca de la democratización de las tecnologías.

Caminos reabrió el debate en busca de pistas que permitan seguir navegando contra la dominación en esa realidad paralela o más exactamente, en esa prolongación de nuestra realidad donde vierten las mismas dinámicas y estrategias cotidianas del poder:

“Si bien los movimientos sociales y las luchas por la emancipación, tanto en el continente como en el mundo, han adquirido conciencia sobre los procesos de dominación, la mayoría de la gente no tiene esto en mente”, comenta Santiago.

“El software libre permite introducir en las personas algunas ideas vinculadas a la emancipación, pues logra que nos demos cuenta de cómo opera cierta fase de la hegemonía tecnológica. Por supuesto, no todos los software libres tienen esta línea, pero cada vez son más los que están dentro de este movimiento, y sí adoptan una línea contraria a Microsoft que, al igual que Monsanto con la concentración de semillas, es una corporación que intenta apropiarse del conocimiento humano”.

“Desde mi perspectiva –interviene Nicolás-lo más atractivo del software libre es que todos nos beneficiamos. Ni siquiera el fundador del software libre o el que escribió el kernel de Linux, que es algo inmenso, pone más de lo que recibe, porque es imposible. Cuando uno está participando recibe más de otros de lo que aporta, y eso es un concepto fuerte. Sería interesante ver qué implicaciones tiene esa filosofía en otras áreas.”

Para ambos, aunque el software libre es una herramienta efectiva para sortear la privatización y el control en la esfera virtual, todavía resulta difícil viajar por la amplia autopista que conecta ese universo, pues Internet “desde su génesis está monopolizada por la forma en que se construyó”, explica Nicolás. Pero, a la vez, nos habla de un movimiento alternativo, que intenta cortar los recios hilos entre la Red de redes y los supervisores de accesos, y deslizarse, con menos trabas, por este espacio.

“El movimiento de las redes libres trata de llevar al problema de acceso a las redes, de la interconexión en red, la misma filosofía del software libre: en cada lugar donde hay una red libre, cada persona que participa comparte con los demás los recursos que puede poner disponibles. Es tan simple como subir a la terraza de mi casa con un aparatito un router común, de esos que suele tener la gente en su casa u oficina, de acceso al público y baratos, se conecta a antenas caseras, también de un costo casi nulo, y se crea una zona de acceso en el barrio, pues cuando se logra conectar con otro edificio y otro y así sucesivamente, se produce una cobertura.

“Hay redes de unos 15 mil nodos, y el acceso a la red se da más a través de ellos que de los proveedores comerciales. La misma filosofía. Pongo un nodo y recibo 14 999. Me muevo y voy a tener conectividad gracias a todos los demás que comparten su propia tecnología”.

Sin embargo, muchas y muchos de los involucrados en estos movimientos de redes o software libres conocen los secretos del mundo cibernético, y hasta las maneras como se diseña, lo que posibilita la búsqueda de alternativas para entrar en él. ¿Cómo beneficiar con estos conocimientos a los movimientos sociales, algunos escasamente privilegiados por la academia o el desarrollo tecnológico? Incluso, ¿qué hacer para ir más allá, y generar un proceso en que técnicos y programadores también participen, se apropien de las luchas y transformaciones de estos actores sociales?

Santiago: “Lo principal es tender puentes entre programadores y movimientos, como justamente se está haciendo. Y esto tiene que ver también con el tema de la formación, relegada a un grupo de personas con mayor conocimiento, y cuyas formas de transmitirlo son bastante tradicionales, tecnificadas, distantes. Uno de los desafíos del movimiento de software libre está en compartir ese saber de una manera amena y sencilla, más cerca a la educación popular porque, al mismo tiempo, esta genera conciencia crítica. No se trata solamente de cómo usar las herramientas, sino de erigir un pensamiento crítico con relación a esas herramientas y la evolución de la tecnológica en el mundo.

“Por otro lado, hay mucha solidaridad en el movimiento de software libre, por lo general lo que falta es conciencia política, pero la solidaridad es un elemento indispensable de la buena política…

Nicolás: “Creo que haría falta lograr que de ambos lados reconozcan que lo que hacen está en el mismo orden de cosas. Si aplicamos como patrón de análisis de pensamiento el ejemplo de cuidadores de semillas, somos dos pares que cuidamos la semilla y construimos juntos un movimiento, una red distribuida, sin jerarquía y eso es transformador de nuestro ámbito, porque a nivel global todo está concentrado de una manera impresionante. Tres o cuatro compañías concentran las semillas de uso masivo.”

Hoy nadie se sorprende de que el descontento social tenga sus primeras citas por Internet. Desde el mundo digital diversas rebeliones han escuchado su disparo de arrancada. Tanto debates como la organización de manifestaciones se han dado a partir del intercambio de mails o de encuentros en redes sociales. Sin embargo, nuestros entrevistados tienen puntos divergentes en torno a la presencia en estas comunidades virtuales.

Para Santiago, “es válido el uso de las redes sociales”. Nos recordó que en los años en que el Che trabajaba en Prensa Latina le preguntaron si le parecía correcto escribir notas con una Olivetti, “una máquina producida por el imperialismo”, y su respuesta fue que lo importante era el contenido. Tras esta anécdota añadió: “la televisión, la radio, están copadas por el poder, si no usáramos las redes sociales no tuviéramos posibilidad de meternos contra los grandes concentrados de poder. Lo importante es tener en cuenta que a veces no podemos publicar determinados documentos e informaciones que impliquen a personas cuya vida está en riesgo.

“Hay un uso organizacional y otro personal de estas redes. Cuando le decimos a Facebook toda nuestra información personal, pueden crear un perfil psicológico, por lo que cuando alguien se convierta en un eventual ´terrorista´ van a poder identificar a otros ´terroristas´ asociados”.

Si bien Nicolás coincide con estos argumentos, su mensaje a las organizaciones es “no entrar a las redes”. Para él existe una diferencia significativa entre la Olivetti, la televisión y Facebook. “Esta última no es una herramienta, es una construcción. Es muy difícil entender lo que pasa atrás, cuando pongo un mensaje que creo privado. Facebook tiene por atrás un stream de datos, donde sale toda la información colocada, es una fuente de información directa que se vende a un precio increíble, comprada por el FBI y Microsoft. Por eso hay muchos más riesgos.

“Cuando decidimos utilizar esos medios, aunque los entendiéramos y lo hiciéramos con toda la conciencia, creo que la problemática está en dejar que Facebook, gmail u otras megacorporaciones, administren nuestra información, que vivan y hagan plata con lo que publicamos. El camino que puede tener sentido es que los movimientos sociales tomen conciencia de esto y que los desarrolladores creen herramientas para ellos. Los movimientos sociales pueden apropiarse de la tecnología de otra manera, y salirse de ese espacio”.

Sin embargo, Santiago insiste en que desde esa perspectiva “debemos dejar de usar todo, porque todo está controlado por corporaciones. Lo que hacemos por Internet también es público. Nuestro proveedor de internet puede ver todo lo que hacemos, aunque lo hagamos con mucha seguridad. Me parece que en vez de negar el uso, hay que generar conciencia sobre los peligros que encierra. El crecimiento que está teniendo es imparable y muchas personas no van a dejar de entrar a estas redes”.

Entonces, mientras los desarrolladores diseñan una alternativa, ¿cuál pudiera ser la estrategia para que los movimientos sociales aprovechen también estos espacios?

Sintetizando las ideas anteriores, Santiago remarca que lo fundamental es “trabajar por concientizar a los movimientos sociales que con el uso de Facebook pueden localizarte, que estás en el plano de lo público. Facebook serviría para llegar a una audiencia y para que otras personas se enteren de lo que una organización hace.

“Como todos los medios están cercanos a esta lógica, tenemos que pensar también que debemos utilizar todas las herramientas, mantener esa política. Aunque no debemos convertir esto en una negación de que tenemos que crear las condiciones para que las cosas cambien, y poder contar con redes organizativas seguras, con una alternativa a esta dominación”.

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