En estos días usted ha denunciado que el gobierno de los Estados Unidos le ha negado la visa para el viaje que pensaba realizar para participar en las celebraciones por el 90º cumpleaños de Peter Seeger. ¿Podría relatarnos lo sucedido?
Sucedió que fui invitado por la familia de Pete Seeger a formar parte de un homenaje que se le hizo el pasado 3 de mayo, cuando cumplió 90 años. Para mí era un honor formar parte de la celebración de una vida dedicada a cantar a favor de muy buenas causas. El abogado del evento me ayudó a solicitar una visa especial que el gobierno norteamericano tiene instituida para eventos culturales. Todos estábamos entusiasmados con ser parte de un reinicio de intercambios culturales entre Estados Unidos y Cuba, pero la realidad es que la visa no llegó. No la negaron; técnicamente todavía está en trámites, pero no llegó para lo que fue solicitada. El revuelo se produce porque unos días antes Obama había declarado que tenía la intención de cambiar las relaciones de los Estados Unidos con el mundo, incluyendo a Cuba.
Supongamos que en vez de pedir la visa, usted se hubiese lanzado al mar en una balsa, ¿lo habrían dejado entrar?
No solo me hubieran dejado entrar: me hubieran exhibido como trofeo.
Quizás este hecho sirva para explicar mejor lo que sucede con los cubanos que quieren viajar a los Estados Unidos. ¿En qué consiste la ley de ajuste cubano y cuál es su relación con el fenómeno de los “balseros”?
Según esa ley, hay dos tipos de cubanos: pies mojados y pies secos. Los pies mojados son los emigrantes ilegales que son interceptados en el mar y son devueltos a Cuba. Los pies secos son los afortunados que logran pisar tierra antes que la marina norteamericana los detecte, por lo que adquieren el derecho a la residencia al cabo de un año. Esta suerte de concurso macabro ha estimulado las salidas ilegales y el tráfico humano (somos el único país del mundo al que Estados Unidos se lo aplica) y el albur de cruzar el estrecho de la Florida le ha costado la vida a mucha gente.
¿Los cubanos pueden salir de Cuba cuando quieren o el gobierno les impide la salida?
Para salir o entrar de nuestro país los ciudadanos cubanos requerimos un permiso especial que otorga el gobierno. Esa medida no es una ley: se tomó a principios de la Revolución, como control de fronteras. En mi criterio es obsoleta, además de que daña mucho a Cuba políticamente. Yo creo que debiera ser eliminada.
En Argentina ha tenido mucha repercusión el caso de la médica cubana Hilda Molina, cuyo hijo y nietos viven en Buenos Aires, y ella ha dado entrevistas a medios argentinos reclamando públicamente a Fidel y luego a Raúl que la dejen viajar a la Argentina. ¿Por qué no le permiten viajar?
Ignoro por qué no le permiten viajar a esa señora. Si fuera por mí, hace mucho que estaría donde desea.
En los últimos meses se ha hablado de la posibilidad del inicio de un diálogo entre el gobierno cubano y el nuevo presidente norteamericano Barack Obama, que de hecho fue uno de los reclamos que el presidente norteamericano recibió de sus pares de Latinoamérica en la última cumbre de la OEA. ¿Cree usted que ese diálogo es posible?
De ese asunto conozco la reiterada disposición de diálogo del gobierno cubano y las manifestaciones presuntamente conciliatorias de Obama en la cumbre de Trinidad y Tobago. Después la prensa ha dicho que funcionarios cubanos y norteamericanos se han reunido en Washington para precisar los puntos que deberán hablarse a más alto nivel. Hasta ahí mi información.
¿Cómo debería ser ese diálogo?
Respetuoso, en condiciones de igualdad para ambas partes, creo yo.
¿Qué significa la elección de Obama? ¿Cree que puede suponer un cambio para la relación de EE.UU. con América Latina, o todo seguirá igual?
América Latina ha cambiado y tiende a cambiar cada vez más, en busca de su emancipación respecto al norte. Esto ha influido más en sus relaciones con Estados Unidos que el hecho de que Obama haya salido presidente. Cuba es un símbolo de dignidad. América Latina le está haciendo ver a los Estados Unidos su inconformidad con el bloqueo. Aún así hace unos días, en un foro en Canadá, un analista dijo que Cuba “no tenía méritos” para estar entre las prioridades de la actual presidencia. Si esa afirmación fuera cierta, cabría preguntarse hasta dónde esa “falta de méritos” implica al resto de América Latina.
El gobierno de Estados Unidos lleva años hablando de la “democratización” de Cuba. ¿Qué significa para usted, como cubano, hablar de democracia?
Hay quienes entienden la democracia simplemente como un respaldo a cualquier iniciativa, incluso la de explotar a los semejantes. Otros pensamos que la democracia debe tener muy en cuenta los derechos de los menos favorecidos económicamente. Desde hace más de 100 años Cuba es un país manifiestamente pretendido por los gobiernos de Norteamérica, quienes con ese fin han cometido atentados muy graves contra nuestra soberanía, como la Enmienda Platt, de inicios de siglo XX, que les otorgaba un supuesto derecho a intervenir en Cuba cuando lo consideraran necesario. Por cosas como esa los conceptos de democracia e independencia están muy interrelacionados para los cubanos.
Usted ha sido diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. ¿Cómo funciona el sistema electoral cubano?
Está concebido en lo que en Cuba se llama democracia socialista; comienza en la base con proposiciones de las organizaciones de masas y va ascendiendo en discusiones asamblearias hasta llegar a los niveles nacionales. Por supuesto, la necesidad de defensa de la Revolución ha condicionado políticamente nuestro sistema. Esto nunca se ha dicho así, pero a mi modo de ver son requisitos ideológicos que la resistencia al imperio impone a la Cuba actual.
¿Cree usted que si se habilitara la formación de otros partidos políticos eso haría más democrático al sistema?
Hasta donde sé, la palabra democracia quiere decir gobierno del pueblo. Se supone que si el pueblo gobierna es en su beneficio. El pluripartidismo no es garantía per se de que los pueblos se gobiernen. Sobran ejemplos de países con varios partidos que ninguno defiende las razones populares. Suelen mandar los políticos, muchas veces comprometidos con las oligarquías. ¿Cómo se puede identificar la democracia con la defensa de los intereses de los ricos, que en todo el mundo son los menos? La única forma es haciéndole creer a los pobres que un día van ser ricos. A mí me parece que, más que partidos, hace falta más voluntad de hacer justicia.
Actualmente, ¿cuáles son las consecuencias concretas que trae a los cubanos el bloqueo norteamericano?
El estrangulamiento del comercio y de la economía, la pérdida de miles de millones de dólares. La imposibilidad de hacer transacciones a través de bancos o entidades que tengan relaciones con los Estados Unidos, porque ellos les aplican su ley Helms-Burton. Se nos niegan los créditos y el acceso a la tecnología de punta. No sólo no podemos comprar equipos médicos y computadoras, ni siquiera podemos adquirir micrófonos o piezas de repuesto para un estudio de grabación. Han borrado a Cuba hasta de los mapas de las líneas aéreas. Bush nos puso en una lista de países que ayudan al terrorismo. El nuevo gobierno norteamericano acaba de confirmarlo. Todo esta hostilidad dura ya medio siglo. Todavía dicen que lo hacen para ayudar al pueblo cubano.
Imagine por un instante que Obama anunciara el levantamiento del bloqueo. ¿Qué cree usted que pasaría en Cuba? ¿Qué consecuencias tendría eso en la vida de los cubanos y en las relaciones de Cuba con Estados Unidos?
Cuba no sólo es lo que ha escogido ser; también es lo que ha podido ser, y esto ha sido gracias a la marcada enemistad de un poder exterior grande y cercano. Sin embargo, a estas alturas, parece haber un punto en el que estamos de acuerdo. Ese punto es que Cuba debe cambiar, evolucionar. Lo dice la dirección de la Revolución, lo dice Obama, lo han dicho muchos políticos y analistas; lo dice el pueblo revolucionario y lo dice también la oposición. Pues yo creo que lo único que provocará ese cambio con cierta rapidez es el levantamiento incondicional del bloqueo. Esa nueva realidad inevitablemente tendrá consecuencias en nosotros. Pero lo que ocurra será lo que merecemos los cubanos por ser como somos y no porque nos lo imponen desde afuera.
Si no se levanta el bloqueo, Cuba va a seguir resistiendo. De eso estoy seguro. Y nuestra evolución será más lenta y dolorosa, como ha sido hasta ahora.
Algo que a mí personalmente me impresionó en Cuba, y otras personas que han viajado me contaron lo mismo, es que se nota entre los más jóvenes, en ciudades como La Habana, un mayor clima de oposición y reclamo de cambios, mientras que los habitantes del interior o las personas de mayor edad parecen estar mucho más identificadas con la Revolución y con Fidel. ¿Comparte ese diagnóstico? ¿A qué se debe? Al final, la Revolución fue hecha en su momento, principalmente, por jóvenes. ¿Cree que puede volver a enamorarlos?
El trastoque de llamar a la izquierda reaccionaria y a la derecha progresista empezó en el sindicato Solidaridad y continuó con la Perestroika; el derrumbe del muro de Berlín lo canonizó. Es lo que el consorcio ideológico del capitalismo universal escupe por cientos de satélites y es lo que occidente ha mitificado como lo “políticamente correcto”. Gracias a eso los que fueron movimientos de liberación ahora son “terroristas” y quienes derribaron un avión comercial son “combatientes anticastristas”; gracias a eso quienes defienden la dignidad latinoamericana son “populistas” y los pagados por el oro imperial son “combatientes por la libertad” . O sea, a todos los jóvenes del planeta Tierra les ha tocado una época en que algunos principios fueron cambiados de bando. Los jubilosos vencedores renombran el mundo a través de todos sus medios, que son colosales. Eso sin duda crea bajas, aunque la crisis económica mundial empieza a recortarle ínfulas a tanta fanfarronería.
Hay muchos jóvenes cubanos que creen en los fundamentos revolucionarios de soberanía y de justicia social, que saben que el socialismo es un sistema más justo. Sin embargo es obvio que el mundo de hoy es muy diferente a aquel en que unos jóvenes valientes emprendieron la revolución. Por poner un solo ejemplo, hablemos de Internet.
Yo considero que no se puede decir que Internet es malo porque haya más páginas web en contra que a favor del gobierno, por muy bueno que sea el gobierno. De otros socialismos aprendimos que el autoaislamiento es un falso remedio destinado al fracaso. Por desigual que sea, la sociedad cubana debiera asumir el desafío de la confrontación, igual que se ha dicho que aceptaremos el reto del turismo norteamericano cuando llegue. Tenemos que asimilar que la gente alquile señales de satélite y vea los canales que entren. En Cuba cualquier trozo de lata sirve de antena, porque vivimos a 120 kilómetros de los Estados Unidos. Yo creo que empezar desde ahora a enfrentar eso con realismo nos puede ir preparando para cuando no exista el bloqueo.
Pienso que seguir una política acertada respecto al acceso a la información va a contribuir a que muchos jóvenes cubanos se sientan orgullosos de su país, sentimiento imprescindible para que florezcan o no otras afinidades.
Recuerdo que hace unos años, hablando con mi ex novio, que es cubano y vive en Buenos Aires, me decía que él reconocía y admiraba los logros de la Revolución en materia social, salud, educación, etc., pero que allí se sentía sofocado por el discurso único, por la inexistencia de otras voces. Me decía: pongo la televisión y está hablando Fidel, o están pasando una película sobre Fidel. Inclusive recuerdo que una vez me dijo: “¡basta de Silvio Rodríguez en la radio! Antes me gustaba, pero estoy cansado de escuchar lo mismo”. ¿Qué le respondería?
Que sus palabras las provocó una Cuba pasada, porque desde hace ya tiempo Fidel sólo se pronuncia a través de escritos, y no todos los días. En los 80 algunos decían: “Silvio primero estuvo prohibido y ahora es obligatorio”. Pero respecto a mí tu amigo también puede calmarse, porque hoy me ponen poco. Y que nadie piense que me estoy quejando. Lo que soy yo, prefiero estar prohibido. Así te quieren más.
La prensa internacional frecuentemente publica la cifra del salario que ganan los cubanos, que medido en dólares parece una cifra ínfima. ¿Qué significa el salario dentro de la economía de una familia cubana? Es decir, para un trabajador cubano, ¿vivir con ese salario es lo mismo que sería vivir con la misma cantidad de dinero en un país capitalista? ¿Qué derechos sociales tiene garantizado cualquier cubano que, en los países capitalistas, deben pagarse con el salario?
Los salarios en Cuba son bajos y es cierto que no alcanzan, aunque al sueldo de un trabajador cubano hay que sumarle la total gratuidad de la salud pública y de la educación, y el casi regalo de la cultura, los libros, los deportes. A todas las familias también se les entrega, a precios muy bajos, una pequeña parte de la canasta básica. Sin embargo, es cierto que hay que revisar medidas que en su momento fueron buenas y hoy resultan insuficientes ―teniendo en cuenta lo pobres que somos y lo limitados que estamos, por supuesto.
Otra cosa que recuerdo que me impactó mucho en Cuba fue un cartel muy grande ubicado en el centro que tenía la cifra de niños y niñas que mueren cada año en el mundo por desnutrición infantil y decía: “ninguno de ellos es cubano”. ¿Cree que los cubanos más jóvenes, que conocen los derechos sociales conquistados por la Revolución como algo que “siempre existió” para ellos, saben que en buena parte del mundo las cosas son diferentes?
Un coterráneo suyo, llamado José Ingenieros, escribió hace un siglo: “Joven es el que no tiene complicidad con el pasado”. Es natural que los jóvenes exijan a partir de lo que tienen. Asimismo creo que es un deber de la sociedad contarle a las nuevas generaciones la historia pasada y cómo es la realidad en el resto del mundo. Cada persona debiera tener derecho de elegir hacia dónde conducirá su vida, aunque en el caso de los países del Tercer Mundo es triste que un joven no se sienta comprometido con la sociedad que lo educó y lo sanó haciendo grandes sacrificios, como ha sido el caso de la Cuba revolucionaria.
Usted debe generar mucho dinero por sus discos, sus conciertos, sus giras. ¿Cuánto de ese dinero es para usted y cuánto es para el Estado? ¿Usted está conforme con eso?
Yo empecé sin siquiera saber que se podía ganar dinero en un concierto. Me inscribí en la SGAE porque me dijeron que las recaudaciones que no se cobraban se repartían entre los autores más beneficiados y no entre los más pobres. Los 80 fueron mis años de mayor auge nacional e internacional. El concierto que mejor me pagaron por entonces fue el que hice en Chile con Irakere, en 1990. Fueron 90 mil dólares. Al Estadio Nacional no le cabía un alpiste. Por los derechos para la televisión, según me informaron, nos dieron 56 mil dólares. En total era una cantidad de dinero que ni en sueños habíamos visto (más tarde comprendimos que hubiéramos podido cobrar más). Contentos como estábamos, Chucho Valdés y yo decidimos destinar todo aquello para la construcción de estudios de grabación, que hacían mucha falta en Cuba. Desde entonces cada vez que llego a los estudios Abdala, digo para mis adentros: “gracias, Chile”.
Universalmente la música popular es un negocio sobredimensionado. Si lo que haces gusta puedes llegar a ganar mucho, aún si eres un músico no mimado por las trasnacionales, como ha sido mi caso. Por otra parte desde hace años apenas hago giras comerciales; incluso hace tres que no saco un disco. A pesar de lo que algunos puedan imaginar, nunca he vendido muchos discos ―o no sé si será mejor decir que nunca he recibido grandes liquidaciones.
¿Cuál es el límite entre habilitar una mayor iniciativa privada y correr el riesgo de volver a una sociedad desigual e injusta?
Esa pregunta es para Dios. Algunos socialismos se pudrieron buscando justamente esa frontera. Yo creo que la perspectiva que no se puede perder es que el gobierno esté siempre junto a los más necesitados.
¿Cómo está la economía cubana actualmente, luego del período especial? ¿Qué cosas aún faltan?
Ha mejorado el transporte público (al menos en La Habana), los apagones casi no ocurren, hay más canales de televisión; pero los tres ciclones seguidos del año pasado nos hicieron mucho daño, no sé si demasiado. Creo que ese golpe retardó algunos progresos, posiblemente incluso cambios. Puede que arrastremos ese agravamiento durante un tiempo más.
¿Cómo se imagina Cuba después de Fidel, de Raúl, de los hombres y mujeres que hicieron la Revolución? ¿Cómo se imagina la revolución cuando esté en manos de quienes no habían nacido cuando se hizo la Revolución?
Si para entonces continúa el bloqueo, tengo confianza en la sabiduría del pueblo cubano y en la dignidad de los más jóvenes.
Recientemente, Pablo Milanés, con quien usted ha compartido la formación de la Nueva Trova, hizo algunas críticas muy duras al gobierno cubano. ¿Qué opina sobre lo que dijo?
Opino que la vida es breve y que ¿cómo no vamos a ejercer el derecho a decir lo que pensamos?
Usted fue invitado dos veces a actuar en la Argentina por el gobierno de Kirchner, la última vez, durante la cumbre en la que estaba presente ex el presidente norteamericano George Bush. ¿Hubo un cambio en la relación entre Argentina y Cuba con los Kirchner?
Sólo la primera vez fui invitado por Kirchner, para un aniversario de la independencia. Lo de Mar del Plata (que fue un acto de pésimas condiciones técnicas para los artistas) fue una cita importante pero no oficial. Ignoro las interioridades de las altas esferas, pero es obvio que los dos últimos gobiernos argentinos tienen buena comunicación con el cubano.
¿Cómo conoció a Fidel?
Oí hablar de él por primera vez en 1953, cuando asaltó el cuartel Moncada al frente de otros jóvenes. Lo conocí personalmente en 1984, a mi regreso del primer viaje que hicimos a la Argentina. Estela Bravo estaba allá por otras razones y filmó de paso un material que impactó mucho en Cuba. Tristán Bauer era el camarógrafo.
Más allá del político, el militar, ¿cómo describiría a Fidel como persona, como amigo (usted alguna vez ha dicho que ve a Fidel, inclusive, como un padre)? ¿Cómo es la persona detrás del personaje?
Fidel es un hombre muy cordial, aunque a mí siempre me ha impresionado. Por eso he sido parco en su presencia. La última vez que lo vi, hace años en el onomástico de un amigo, me tocó la frente y me dijo “Cuánto me gustaría saber lo que pasa por ahí dentro”. De más está decir que semejante expresión no me soltó la lengua. Y es que yo siempre he visto a Fidel como la figura histórica que es. En las pocas ocasiones que hemos estado cerca no he logrado obviar su trascendencia. Puede que por eso me lo haya perdido un tanto.
¿Cuándo se dio cuenta que la música y la poesía iban a estar en el centro de su vida? ¿Recuerda alguna situación que le hizo pensar: yo voy a ser trovador, cantante, músico, poeta?
En mi adolescencia me interesaba ser dibujante de historietas y llegué a trabajar en algunas publicaciones importantes. Parecía que iba a seguir ese camino. Fueron mis amigos y mi familia quienes me hicieron ver que lo que componía podía interesar. Yo tenía dudas al respecto; pensaba que quizá eran más ilusiones que otra cosa. Pero mis oyentes se fueron ampliando y todo fue apuntando en la dirección de mis sueños. Un buen día, cuando faltaba poco para salir del servicio militar, conocí a Mario Romeu, un gran músico cubano que me llevó ante las cámaras de la televisión.
¿Qué quería ser de grande cuando era chico?
Quería ser astrónomo y también cosmonauta.
¿Recuerda cuál fue la primera canción que compuso, la primera guitarra que tuvo en sus manos?
Mi primera canción fue a capela y se llamaba El rock de los fantasmas. La primera guitarra que tuve entre manos fue la de Lázaro Fundora, un compañero de trabajo de cuando yo tenía 15 años.
¿Qué otros músicos cree que más influyeron en su formación y estilo?
Mi familia materna es musical, cantadora de la trova tradicional. Esa música la estuve oyendo desde la cuna, sin saber que eran canciones de Sindo Garay, Manuel Corona y Miguel Matamoros. En los años 50 el fenómeno Elvis Presley sonó mucho en La Habana, aunque creo que me gustaban más las baladas que cantaba Johnny Mathis. Por entonces, tanto en Cuba como en Latinoamérica, hubo un auge de melodías y ritmos de corte estadounidense. De mi adolescencia recuerdo a un grupo nacional llamado Los Astros de Raúl Gómez, músico a quien años después conocí. Había otros artistas de cierta línea juvenil: El cuarteto de Meme Solís, Danny Puga, Luisito Bravo. Desde Argentina nos cantaban Los cinco Latinos. De Europa mi preferido era Charles Aznavour. Pero creo que la música que más me ha influido es la que se suele llamar de conciertos, o clásica, la música orquestal. Desde niño es lo que más escucho.
¿Por qué siempre usa el término trovador, en vez de músico o cantante?, ¿qué significado especial tiene, para usted, ser un trovador?
Trova es la música cantada que primero me llegó, hecha por los autores más afines a la manera de entender la canción que yo tuve, que no descuidaba lo literario. También preferí llamarme así por una razón de clase, por identificación solidaria: en la década del 60, cuando me estrenaba en el mundo musical, los trovadores eran los músicos más devotos de la canción cubana y también los peor pagados.
Cuarenta años después, ¿hay una “nueva” trova joven en Cuba? ¿A qué músicos cubanos de la última generación escucha?
La última generación de trovadores cubanos no la tengo clara. Cada vez que averiguo descubro gente nueva y valiosa. El Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, que dirige Víctor Casaus en La Habana Vieja, les ha dado un patio donde cantar y les ha grabado sus conciertos. Su colección de discos A Guitarra Limpia es un documento imprescindible para saber cómo piensa y canta la trova cubana desde fines de los 90 hasta el día de hoy.
¿Y de otros países?
Hay una familia de afinidad cancionística en todo el mundo, especialmente cercana en Latinoamérica. Algunos le llaman canción de autor. Siempre he dicho que me siento tan seguidor de Yupanqui y de Violeta Parra como de mi coterráneo Sindo Garay.
¿Escucha a Celia Cruz?
No hay cubano con sentido del oído que no la haya escuchado con admiración.
¿Cree que ella lo escuchaba a usted?
No lo sé, aunque tengo noticias de que supo que existía.
Si no me equivoco, usted siempre ha escrito las letras y la música de todas sus canciones. ¿Pensó alguna vez en musicalizar a poetas cubanos como Martí o Guillén?
Mejor que Sara González, Amaury Pérez o Pablo Milanés, difícil que pueda.
Usted le escribió varias canciones al Che. Si tuviera que elegir una, ¿cuál sería?
La primera que le hice: La era está pariendo un corazón.
En El reino de todavía, usted canta que “nadie sabe qué cosa es el comunismo”, ¿por qué lo escribió?, ¿qué significado tiene, para usted, el comunismo?
Yo creo que el comunismo es una aspiración, el deseo de construir un mundo mejor ―no sé si para todos, aunque sí para las mayorías que han llevado el peso de las sociedades. Supongo que una vez conseguido el paraíso habrá que rehacerlo, porque ―por culpa de lo circunstancial de nuestras acciones o de la inconformidad de la naturaleza humana― la vida suele tirar hacia delante.
¿Está grabando un nuevo disco? ¿Podría hablarnos un poco de sus temas?
Se llama Segunda cita. Lo concebí para trío acústico. Por eso participan tres magníficos jazzistas: Roberto Carcassés en el piano, Feliciano Arango en el contrabajo y Oliver Valdés en la batería. Niurka González, aporta flauta y clarinete. También invitamos a algunos metales y el tema titular lleva cuerdas. Hay una Carta a Violeta Parra, una canción inspirada en un cuento que me hizo García Márquez y otra dedicada a Charles Lloyd. En esta última toca el saxofón José Carlos Acosta, que hace un solo breve pero impresionante. Varios textos tienen que ver con las inquietudes de la Cuba actual. En principio incluí una canción basada en un bello poema de Víctor Heredia, pero el tema me dio la idea para un trabajo con otros autores y me lo estoy guardando como punto de partida para eso.
Usted comenzó a participar en la militancia política con apenas 14 ó 15 años, en las milicias, la juventud rebelde, las campañas de alfabetización… ¿Cómo fue esa experiencia y en qué medida cree que lo marcó para el resto de su trayectoria de vida?
Hacerme hombre en las circunstancias extraordinarias de la Revolución Cubana sin dudas fue una gran oportunidad para tener una juventud interesante. ¿En qué otro lugar hubiera podido ser parte de una generación que postergó sus estudios para lanzarse a alfabetizar en las regiones más apartadas? El tiempo que pasé con los pescadores de la Flota Cubana de Pesca y las dos veces que fui a Angola durante la guerra fueron también experiencias muy especiales para mí.
Usted es identificado en el mundo como el músico de la revolución, ¿eso puede ser a veces una carga? Pienso en esta misma entrevista, donde estoy preguntándole tantas cosas de política como de música y quizás usted quiera hablar más de música y menos de política…
Es una carga si me asalta la vanidad y me dejo picar por el bicho pequeñoburgués de creerme más allá de todo, con mi ego batido por el viento. Pero la mayoría de las veces no, y aunque me duela asumo que mi Karma es la interrogación política. Hace unos días le decía a un amigo que a veces el trovador que he sido siente celos del entrevistado que seré. Quizá por eso ahora compongo menos.
Al final, ¿cuál es la historia de la canción del Unicornio Azul?
Fue un tema para guitarra que se me ocurrió. Lo tocaba de arriba abajo, pero no le encontraba las palabras. Pasaron semanas y me fue entrando una sensación de pérdida. Llegué a convencerme de que nunca más haría una canción. Al cabo de meses de sequía, de pronto me senté y escribí de un tirón toda la letra. Vaya misterio.
En mi artículo sobre la revolución cubana y los gays, critiqué la política discriminatoria de persecución contra los homosexuales que hubo en los primeros años de la Revolución. ¿Por qué cree usted que todas esas atrocidades fueron posibles en los inicios de una revolución que se proponía, justamente, acabar con la opresión?
Por ignorancia, por machismo, por oscuros prejuicios heredados. Es más fácil cambiar un sistema político que la cultura ancestral de un país. Tiene que ocurrir mucha educación humanística; tienen sucederse generaciones para que tanta mugre incrustada vaya perdiendo fuerza y se diluya. Con el asunto racial sucede parecido.
Recientemente, el parlamento cubano aprobó una ley que reconoce el derecho a la identidad de las personas transexuales y, a partir del trabajo de Mariela Castro, existe un proyecto para legalizar el matrimonio gay. ¿Qué opina usted sobre esa propuesta?
Me parece correcta, me parece que hace justicia.
Usted que ha dedicado tantas canciones a tantas causas justas, ¿escribiría una para los gays y lesbianas que luchan en todo el mundo por la igualdad de derechos y contra la discriminación?
Quizá algún día lo consiga. Y lo digo porque ya escribí dos canciones sobre la homosexualidad, pero no quedé conforme con ninguna de ellas. También compuse El sol no da de beber, que aunque no tuvo precisamente esa motivación ha sido interpretada por ahí. Sabiendo eso, en ocasiones la he presentado con cierta ambigüedad. Creo que no la traiciono porque la provocó un amor que, como el drama de algunos homosexuales, tenía que esconderse para sentirse realizado.
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