Aquí en Tucson, Arizona, estamos sintiendo los efectos del despliegue de tropas de la Guardia Nacional enviadas este pasado verano por el Presidente Bush para patrullar las fronteras estadounidenses. Bush también pidió que se destinaran 18.000 agentes de la Patrulla de Fronteras para 2008. ¿Cuáles son en su opinión las intenciones y ramificaciones de una frontera fuertemente militarizada?
Creo que el principal motivo no es tanto evitar que la gente cruce la frontera – siempre encontrarán una manera de hacerlo – sino crear una atmósfera en el país con un malsano carácter nacionalista, xenófobo y hostil hacia todos los forasteros. Al atemorizar a la gente que viene del otro lado de la frontera la Administración gana un mayor control sobre su propia gente.
Existen chocantes paralelismos entre las políticas de fronteras de la Administración y las discriminaciones y persecuciones sociales de mexicanos y de chinos de origen estadounidense a finales del siglo XIX y principios del XX. ¿Qué conclusiones pueden extraerse de esto?
La conclusión de esta historia es que tenemos un sistema económico que considera a los seres humanos como una propiedad que puedes aprovechar cuando es útil, y desechar cuando ya no resulta rentable. Los chinos fueron bien recibidos porque aportaban mano de obra barata para la construcción del ferrocarril transcontinental, pero luego ya no hacían falta. La creación de hostilidad hacia ellos desviaba la atención de los trabajadores blancos de sus propios explotadores para enfrentarlos a “los otros”. Históricamente, este ha sido el mecanismo usado por las empresas para dividir a la clase trabajadora. Los mismos factores operan actualmente con los mexicanos y otros inmigrantes.
Usted ha hablado y escrito sobre lo crucial que resulta el conocimiento de la historia y cómo constituye un interés vital para el poder del estado mantener al pueblo en un estado de “amnesia histórica”. ¿Podría explicarlo?
Cuando la gente no conoce su propia historia y no me refiero a la historia nacionalista y aséptica que nos presentan la escuela y los medios de comunicación es fácil de engañar. Cuando el presidente dice a la nación que tenemos que ir a la guerra por la libertad o por la democracia o porque nos están amenazando, una opinión pública sin conocimiento de la historia no tiene recursos para comprobar lo que dice. Pero si la gente supiera la historia de los engaños presidenciales para meter a la nación en una guerra, ya no tragarían, serían más escépticos. Si supieran historia, sabrían que el presidente James Polk hacía ver que estaba haciendo la guerra a México por un incidente fronterizo en 1846 y que estaba llevando la civilización a los mexicanos. Entenderían que mintió acerca de sus verdaderas motivaciones, que consistían en apropiarse de casi la mitad del territorio mexicano. Si supieran historia, recordarían que EE.UU. fue a la guerra en 1898 proclamando que iban a liberar a los cubanos, pero convirtieron a Cuba prácticamente en una colonia estadounidense. Sabrían que el presidente McKinley mintió acerca de sus verdaderos motivos para ir a Filipinas; que Woodrow Wilson mintió sobre la Primera Guerra Mundial, y que Lyndon Johnson mintió sobre la Bahía de Tonkin para meter a los EE.UU. en la guerra de Vietnam.
¿Qué podemos aprender estudiando historia, psicología y antropología sobre la naturaleza humana y las condiciones de las guerras?
Está muy extendida la idea de que la guerra es resultado de la “naturaleza humana”. Pero no existen pruebas de ello, ni en la genética, ni en la antropología, ni en la psicología. La única prueba es que siempre han existido guerras. Cierto, pero podrías decir lo mismo de la esclavitud o de cualquier institución que haya existido durante mucho tiempo. Es una forma de esquivar el hecho de que la guerra, la esclavitud y otros fenómenos no es que sean naturales, sino que son creación humana en determinadas circunstancias sociales. Si las guerras fueran resultado de la naturaleza humana los gobiernos no necesitarían actuar con tanta insistencia para movilizar a la población para ir a la guerra. La gente acudiría rápidamente para matar. Pero no es así. Los gobiernos han de engañar a la población, han de utilizar enormes cantidades de propaganda para persuadir a la gente para que vaya a la guerra y seducir a los jóvenes de la clase obrera para que entren en el ejército con la esperanza de mejorar su vida. Si nada de ello es suficiente, el gobierno ha de coaccionar a la gente joven, reclutarla, y amenazarla con la prisión si no se alistan.
Puedo hablarle por mi propia experiencia en el ejército del aire durante la Segunda Guerra Mundial, mis compañeros de tripulación no amaban la guerra. Estaban persuadidos de hacer algo bueno combatiendo el fascismo, de que era una guerra justa. Pueden verlo en el ejemplo de la Guerra del Vietnam, cómo una vez que los soldados veían a través de la propaganda del Gobierno muchos de ellos se volvían contra la guerra.
Usted ha expresado respeto y gratitud hacia los artistas en épocas de guerra y luchas populares. ¿Querría comentar la importancia de los artistas en momentos de desórdenes civiles?
Los artistas desempeñan un papel especial en los movimientos sociales, aportan pasión, poesía y humor a los principios que promueve cualquier movimiento. Ellos aumentan el poder de un movimiento social, necesitado de cualquier fuerza adicional que pueda aglutinar a fin de desafiar el poder de las autoridades.
Usted ha escrito y hablado sobre la importancia de la desobediencia civil. ¿Qué argumentos pragmáticos y morales alegaría, tanto para los activistas como para el público en general, sobre la legitimidad de la desobediencia civil frente a la injusticia legal?
Es importante saber que ningún ente divino elabora la ley, que no es sagrada; las leyes las elaboran las gentes que gobiernan la sociedad y hacen que sirvan a sus propios intereses. Incluso aunque existan órganos representativos de gobierno en los Estados Unidos, éstos no representan verdaderamente al pueblo, sino que sirven a los intereses de las elites. De modo que no es suficiente decirle a la gente que “sigan los cauces ordinarios” porque dichos cauces están controlados de forma tal que bloquean cualquier intento de cambio radical. Es por ello que la desobediencia civil es necesaria para que se cumplan los requisitos democráticos. Sin desobediencia civil estamos a merced de la gente en el poder, que hace las leyes, las ejecuta y decide qué leyes hace cumplir.
La pregunta importante que se debe plantear ante cualquier política o acción no es si es legal, sino si es justa. Hay una diferencia entre ley y justicia, y la justicia es más importante. Cuando la ley está al servicio de la justicia, puede ser obedecida, cuando no lo hace, no merece obediencia.
Con el resurgir de grupos como “Estudiantes por una Sociedad Democrática”, SDS, ¿cuál cree Ud. que sería la nueva dirección en el compromiso estudiantil con las luchas sociales?
Estamos en un momento de la historia en que los estudiantes, que creo son de natural idealista y están dispuestos a defender una causa justa, necesitan organizarse. Los temas que están sobre la mesa son cuestión de vida o muerte para los jóvenes. ¿Tendrán que ir a la guerra? ¿Monopolizará el 1% de la población la riqueza del país? ¿Van a vivir en una sociedad de la que puedan sentirse orgullosos, una sociedad que no está en guerra con otros pueblos, que tiene en cuenta las necesidades humanas?
¿Qué ideas querría compartir con los activistas en el movimiento de la justicia reproductiva?
La cuestión fundamental es el derecho de las mujeres a controlar sus propios cuerpos y el hecho de que las autoridades no tienen ningún derecho moral, desde fuera, a decirles a las mujeres qué hacer con sus hijos nacidos y no nacidos. Cuando un estado democrático impide que una mujer tome una decisión que afecta a su propia vida, está actuando como un estado totalitario.
¿En qué medida piensa que el movimiento está ganando terreno en el ámbito económico?
La democracia económica sólo puede conseguirse si la gente se organiza y lucha contra las corporaciones y el poder estatal. Los trabajadores ganan en democracia económica cuando forman sindicatos y desafían el poder de las corporaciones para determinar jornadas, salarios y condiciones laborales. También cuando los consumidores boicotean con éxito un producto están creando democracia en el ámbito económico.
El control de la economía por los poderosos sólo se mantendrá mientras la gente obedezca. Cuando cese de obedecer, cuando se niegue a trabajar o se niegue a comprar las corporaciones más poderosas quedarán indefensas.
¿Qué diría Ud. a los que a veces denominamos como elite intelectual sobre su responsabilidad a un nivel mayor?
Es importante que la gente perteneciente a las profesiones académicas, científicas o artísticas entienda que son afortunados al gozar de un cierto grado de libertad que la mayor parte de la gente que ha de luchar para sobrevivir no posee. Deberían entender también que si hacen uso de dicha libertad para crear una sociedad justa, oponiéndose a la guerra y al militarismo, están siendo fieles a lo mejor de su profesión, a los más grandes poetas, escritores y académicos.
¿Cuál es, en su opinión, el potencial de la gente para liberarse de la desinformación y coerción de masas?
Es importante darse cuenta de que absorbemos la propaganda de los que controlan la sociedad e interiorizamos las ideas que mantienen la situación actual. La historia es útil para observar esos momentos en el pasado en los que la gente rompió con las ataduras de las ideas prefabricadas y empezó a pensar por su cuenta, y como resultado de ello el pensamiento independiente se rebeló contra sus condiciones de vida.