Existe un conjunto de factores, que aparecen como determinantes en la búsqueda de soluciones para la problemática racial en Cuba. Tales factores no pueden ser tratados por separado, sino en una estrategia de trabajo que tome en consideración, aspectos económicos, políticos, culturales, sociales, educacionales, sicológicos, de género, que deben ser manejados horizontal y verticalmente. Es decir, desde el plano individual al social, pasando por la comunidad; y horizontalmente, buscando la coordinación de todos los elementos que se desenvuelven a un mismo nivel.
Entre estos factores se encuentran de modo general los siguientes:
1-La ignorancia acumulada sobre el tema dentro de la sociedad cubana.
2-La no aceptación de su existencia, por muchas personas, con independencia de su filiación racial.
3-La insuficiencia de debate, sobre todo, público.
4-El interés de muchas personas por ocultar o soslayar el tema.
5-La ausencia del tema en la educación a todos los niveles.
6-La práctica ausencia del tema en los medios masivos.
7-La muy limitada presencia del tema en la actividad científica y académica.
8-La ausencia del tema en las estadísticas nacionales, con especial incidencia en aquellas variables socioeconómicas que resultan indispensables para medir el nivel de vida de los grupos raciales que forman hoy la sociedad cubana.
9-La sistemática ausencia del tema en el discurso político, lo cual afecta su consideración en el trabajo político-ideológico y consiguientemente el espacio que debiera ocupar en la agenda de las organizaciones políticas y de masas.
10-La presencia de errores conceptuales cuando el tema ha sido abordado.
11-La presencia del tema racial como instrumento de subversión política interna.
12-La necesidad de fortalecer el trabajo cultural alrededor del tema.
Todo lo anteriormente esbozado, nos permite entender y explicar, el insuficiente nivel de prioridad que tiene el tema racial dentro de la política nacional. Al mismo tiempo de que, a pesar de su importancia, no cuenta con la atención por parte de las organizaciones políticas, de masas y organismos de la administración central del estado. Lo cual nos lleva a preguntarnos si estamos o no ante un tema de importancia para la sociedad cubana.
La sociedad civil cubana no aborda el tema racial suficientemente. Entre los que le prestan cierta atención se destacan: Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación y Ministerio de Educación Superior, recientemente incorporados. Algunas Instituciones Culturales y Científicas entre las que se destacan: UNEAC, Centro Juan Marinello, Fundación Fernando Ortiz, Fundación Nicolás Guillén, Casa de África, Centro Cultural Dulce María Loynaz, Centro de Antropología, Departamento de Antropología de la Universidad de La Habana, FLACSO Universidad de La Habana, Archivo Nacional, Biblioteca Nacional, Revista Temas, Centro Criterios. Proyectos Comunitarios varios como: Balcón de Arimao, Cofradía de La Negritud, Vedado y otros. Siendo insuficiente la divulgación de sus actividades. Por lo que el entorno en que se mueve el tema no nos permite afirmar que ya exista un nivel adecuado de debate sobre el mismo.
Estoy convencido de que nadie se atrevería a decir que no se trata de un tema importante. Pues negarlo, sería casi equivalente a proclamarnos como racistas, cosa que nadie acepta. Pero la práctica social, hasta hoy, dice otra cosa. El partido prácticamente no trata el tema, la UJC tampoco, ni la CTC, la FMC, ni los CDR; salvo para la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional, nunca el tema aparece en las agendas de debate. El tema en lo fundamental, más bien, es tratado a partir de un conjunto de personas interesadas, en espacios cerrados y nunca se divulga lo que se debate en tales espacios. ¿Continuamos estando en presencia de un tema tabú? Yo creo que aún sí en alguna medida. Y es muy lamentable que así sea; porque tema de nuestra realidad que no abordemos, termina virándose contra nosotros mismos. Pues los temas, sobre todo internos, no se regalan, ni se venden; ni siquiera se prestan. Tienen que ocupar un permanente espacio de debate dentro de la sociedad civil cubana toda, que es la que está llamada, en última instancia, a solucionarlo.
Es necesario que el tema racial entre a todos los niveles en la escuela cubana. De lo contario, nunca llegará a formar parte integral de la cultura. Y nosotros necesitamos hacernos de una cultura antidiscriminatoria y antirracista. Como resultado de la ausencia del tema racial en la educación cubana, nuestra escuela produce hoy fenómenos muy negativos. Las diferencias entre las personas, por lo general, son explicadas a partir de los estereotipos y los prejuicios, lo cual engendra el racismo y la discriminación racial. Lo que no pocas veces, es exacerbado en el ambiente familiar. La escuela nuestra aún no trabaja suficientemente, en función de coaligar a sus educandos, dentro de una concepción integral del ser cubano.
Aun así, de todos modos, los jóvenes se mezclan pero, generalmente, cuando llegan a la familia casi todo se deshace, porque la poca formación adquirida en la escuela es débil, no adecuadamente científica y los prejuicios familiares pueden actuar con relativa facilidad; porque la escuela, en realidad, no prepara al joven para actuar contra los prejuicios subyacentes en la calle y la familia. Siendo esta una gran batalla a ganar, porque lo es también contra los prejuicios generacionales.
Como resultado de todo ello, no podemos estar seguros, de si al final obtenemos al ciudadano que necesitamos. Los jóvenes que comparten el aula, apenas se conocen a fondo, porque no comparten sus procedencias raciales, ni algunas inquietudes y rasgos culturales y hábitos que los diferencian. Aspectos que tienden a manifestarse por medio de estereotipos y prejuicios raciales, que genera la discriminación, que no pocas veces la familia se encarga de profundizar.
Muchas personas, con independencia de su filiación racial, no aceptan la existencia del tema. Muchos, ante su sola mención, huyen despavoridos, y otros se encogen de hombros, como si el asunto no tuviera nada que ver con ellos. Siendo estas variantes, parte de una actitud negativa, porque la persona que no experimenta la necesidad de asumirse como lo que es; entonces, es proclive a asumir, sea blanco, negro o mestizo, actitudes en las que los estereotipos y los prejuicios raciales toman espacio.
Si perdemos la oportunidad de que se compenetren en la escuela, en la calle ello se convierte en un problema casi sin solución. En la calle actúan una serie de factores que están totalmente fuera del control de la escuela. Luego la importancia de la escuela consiste en que es dentro de ella donde debemos lograr formar en los educandos, una serie de actitudes, hábitos, que son las que los preparan para enfrentar la sociedad, una sociedad cubana que aún tiene muchos defectos, deformaciones e incomprensiones. Una sociedad que esta aún muy lejos de la perfección.
La ausencia del debate público del tema, genera el acomodamiento, la ignorancia, el desinterés y la despreocupación, pues ante cualquier problema social, el individuo debiera sentir la necesidad de adoptar una actitud determinada. De lo contrario, deviene un ser inexistente, y lo que es peor aún, una persona manipulable. No puede haber problema social en que el estudiante no reciba, desde la escuela, la formación que debe tener para afrontarlo. Por eso decía Jose Martí, con toda razón, que “educar es preparar al hombre para la vida”.
Algunas personas sienten un interés particular por ocultar el tema. Actitud detrás de la cual siempre hay prejuicios inconfesables. Perjuicios que casi siempre se encuentran ligados al temor de asumirse racialmente. Entre nosotros sabemos que hay muchos que tratan de pasar por lo que no son. Es la influencia que nos dejó asumir superficialmente a Jose Martí y dándole ventajas a J. Antonio Saco. Concepción esta última, en la que el negro no tenía cabida en la sociedad cubana y donde el cubano quedaba definido solo como blanco. De ahí vienen los prejuicios, el racismo, los criterios de adelantar la raza, etc.
Hay mucha ignorancia acumulada sobre el tema. Esto se explica, a partir de su falta de tratamiento en la escuela, una falta de apreciación científica sistemática, el interés en ocultar el tema, la huída de sus consecuencias negativas, su cada vez menor consideración estadística, la vergüenza que produce en algunos considerarse portadores de prejuicios raciales, la voluntad de olvidarlo, la tendencia a olvidarlo como algo no digno de no ser recordado, la tendencia a no asumirse, etc. Hay ignorancia voluntaria e involuntaria. Ambas difieren en los métodos para ser tratadas. Por supuesto, la más difícil es la voluntaria, pues se trata de una actitud de cinismo ante el asunto.
Los medios no asumen el tema con sistematicidad; son pocos consecuentes al tratarlo y muy interesados en soslayarlo. La prensa plana diaria casi nunca lo trata. La televisión solo recientemente ha comenzado a tratar de incluir matices en sus programas. Solo la radio lo asume con cierta asiduidad. El cine lo ha tratado, aunque poco. Todo lo cual genera una ausencia del encuentro sistemático que debiera tener el ciudadano con el tema. Pues los medios no contribuyen a su divulgación ni debate. Peor aún, cuando en un programa televisivo no hay representatividad racial, es casi imposible pedir las actitudes sociales necesarias de los que no se ven representados. Porque la imagen televisiva está muy ligada al problema de los paradigmas. Las personas necesitan verse representadas, pues lo contrario es una de las tantas formas de invisibilizarlas.
La actividad científica ha asumido el tema con poca sistematicidad en las universidades. Y diría hasta concierto temor. Solo algunos Centros de investigación lo estudian, introduciéndolo en sus proyectos. Su tratamiento en las aulas universitarias es limitado y nada sistemático. Excepto en las Facultades de Artes y Letras y de Filosofía e Historia, casi no existen asignaturas que lo aborden. Nuestro claustro de Ciencias Sociales pocas veces lo recomienda para trabajos de licenciaturas, maestrías o doctorados.
Nuestros estudiantes, a todos los niveles de la educación, no se sientan en las aulas, a recibir un currículo, en que experimenten la sensación de que se les asume como miembros de una sociedad uniétnica y multirracial. No hay discriminación en nuestras escuelas, respecto al derecho de estudiar, pero si la hay, cuando nuestros patriotas negros apenas aparecen en los libros de historia, y se desarrollan materias, donde nunca el negro o el mestizo aparecen desempeñando funciones protagónicas.
Nuestro Sistema Estadístico apenas aborda el tema racial. Nuestras estadísticas nacionales son incoloras. Aun con aquellos datos estadísticos en los que se observa el avance social de Cuba y que son enviadas a Naciones Unidas. Las categorías socioeconómicas no asumen el color, por lo que nuestros indicadores económicos del nivel de vida de la población, carecen de la capacidad para medir el estado y nivel socioeconómico de nuestros grupos raciales. Lo que les resta objetividad para el análisis social y político. Se muestra el desempleo, el estado de la vivienda, el nivel de ingreso, pero nunca se llega a saber como los grupos raciales están representados dentro de esos indicadores. Nuestras estadísticas echan por la borda siglos de historia; porque todos los cubanos no son iguales, todos no llegaron ni decursaron de igual forma por el proceso de formación de la nación cubana.
La revolución nos igualó mucho a todos los que nos quedamos en este país, porque los que eran más diferentes, casi todos se fueron. Pero ese problema de la igualdad social no está resuelto y más que ello, creemos que se va a complicar. Es más, ya se está complicando, porque los que se fueron están regresando. Y esa paradoja, puede incrementar la desigualdad, aunque nos conviene. No nos conviene volver al igualitarismo de hace unos años, como tampoco nos conviene ser muy desiguales, se trata de un punto intermedio, que nadie nos puede decir aun como lo vamos a alcanzar. Aunque es el dinamismo social que se introduce lo más importante, porque el resultado de tal proceso solo puede ser positivo para Cuba.
Existe una sistemática ausencia del tema racial en el discurso político, que le resta fuerza para abordarlo, y que este sea objeto de discusión en las agendas de las organizaciones políticas y de masas. Este discurso refleja los intereses de la población de un modo muy general, poco concreto, sin tomar en consideración las diferencias que provienen de los distintos grupos raciales existentes. El discurso político debe adquirir conciencia de expresar el color, el género, la identidad cultural, para ser más completo, o de lo contario se quedará en un espacio dentro del cual, en tendencia, alejado de la realidad social concreta, nadie lo podría asumir como propio.
Se ha producido la situación de rendir informes nacionales sobre el tema con errores conceptuales, como ocurrió recientemente con el caso del Informe de Cuba a la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra. Se decía de manera absoluta que la discriminación no es institucional y de que esta última sólo es el resultado de lastres históricos. Y yo pregunto ¿quién es responsable de que nuestras estadísticas sean incoloras, de que el color no esté en la escuela y de que apenas esté en la televisión, no son acaso instituciones de nuestro estado y gobierno? En nuestras instituciones no existe una voluntad política expresa de defender la discriminación y el racismo, pero ocurre que de manera muy sutil se reproducen en las mismas. Y no son el fruto de lastres históricos, como también se dice en el Informe, sino el resultado de imperfecciones que aun la sociedad cubana no ha logrado superar.
El tema racial ha pasado a ser un instrumento de subversión política interna, sin que se haya hecho lo suficiente hasta ahora por contrarrestar esa situación. La actividad contrarrevolucionaria siempre ha sido objeto de atención por parte de las organizaciones políticas y de masas. Pero parece como si se considerara, erróneamente, que el tema racial no podría ser también objeto de manipulación política, o devenir en instrumento de la subversión política interna. No todos los que manejamos este tema vemos de igual modo su solución: algunos llegan a decir que solo un cambio del régimen político lo solucionaría. Apreciación que no comparto.
Y sobre la que me pregunto, a pesar de las dificultades, insuficiencias e incomprensiones que aun arrastramos, ¿en qué lugar de este hemisferio, incluido Estados Unidos, los negros han estado mejor que en Cuba? ¿Dónde está el paradigma para demostrar que un cambio del régimen político en Cuba podría solucionarnos la cuestión racial?
Pienso que los defensores de esa tesis, menos que contrarrevolucionarios, no son más que vulgares mercenarios al servicio de una potencia extranjera.
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