La influencia del lugar en que se vive y de su relacin con la ciudad es un factor esencial en el sentimiento de marginacin, discriminacin y, en ltimo trmino, desesperacin expresada violentamente en estos das por miles de jvenes franceses de origen tnico minoritario.
Hace tiempo investigu el polgono de vivienda social construido en Grigny-La Grande Borne, en la periferia de Pars. Fue all donde en los ltimos das la polica fue atacada a perdigones de escopeta por jvenes insurgentes venteando su rabia. La Grande Borne fue uno de los muchos grandes ensambles construidos entre 1955 y 1975 en los suburbios de las grandes ciudades francesas para dar respuesta a la enorme crisis de vivienda que sufra el pas.
Y fueron eficaces en ese sentido. Los estudios de la poca demostraron que el nivel social de los habitantes de estos barrios no era muy distinto de la clase media baja y clase obrera francesas. En su gran mayora sus residentes eran franceses de “pata blanca”, ms jvenes que la media, con nios pequeos, para quienes las viviendas protegidas de alquiler a precios subsidiados les solucionaron la vida.
Claro que la cantidad era ms urgente que la calidad y los arquitectos no estaban para florituras con un presupuesto exiguo (pocos crean en Le Corbusier). As se erigieron, militarmente alineadas, las masivas moles de cemento deslavado por humedades crnicas, recortndose en el cielo gris de Pars en medio de llanuras despobladas de vida urbana. Escuelas, ambulatorios, algn caf-tabac y, en raras ocasiones, un centro cultural, guarida de animadores sociales tratando de llenar el vaco social con espectculos de marionetas.
Tren y carretera para salir del aislamiento, llegar hasta algn centro comercial y, sobre todo, ir y volver al trabajo. Ciudades dormitorio fue el calificativo, un trmino impropio en cuanto a lo de ciudad. Fue cuando Henri Lefebvre afirm “el derecho a la ciudad” como derecho fundamental que las nuevas formas de habitacin negaban a sus ciudadanos.
La ciudad, naturalmente, quera decir Pars, con sus bulevares, su historia, sus monumentos, sus brasseries, sus universidades, sus parques, su ro, sus ligues y su permanente tensin intelectual y poltica. Pero tambin el Pars de los precios inabordables, de ciudad densa, saturada y cada vez ms clasista, excepto en los enclaves de inmigrantes que resistieron. De los ms de 10 millones que tiene la regin de Pars, menos de tres millones viven en Pars ciudad. Los dems pueblan una gran regin surcada de autopistas y vas de tren en donde se reparte la gente entre casitas antiguas y urbanizaciones nuevas, construidas en las tres ltimas dcadas.
Porque en estas dcadas Francia se enriqueci y los habitantes de los polgonos de vivienda social se trasladaron a nuevas residencias, ms acordes con su nivel de vida. Igualmente perifricas, pero mejor equipadas, ms arropadas en una naturaleza artificial y, sobre todo, separadas del viejo mundo de la necesidad simbolizado por los grandes ensambles. Y as qued disponible ese espacio para los sectores ms desfavorecidos de la sociedad, o sea los inmigrantes e hijos de inmigrantes.
Hoy da, los polgonos perifricos de las grandes ciudades francesas estn poblados mayoritariamente por personas de minoras tnicas, sobre todo norteafricanos y del frica subsahariana. Ah ha nacido y crecido ya una generacin, francesa por vivencia y nacionalidad. Pero, como me dijo hace aos Laurent Fabius, entonces primer ministro, en un seminario en Berkeley, “s, son franceses, pero no como los dems”.
Y eso han ido sintiendo desde su niez. De forma muy concreta. Porque han vivido en espacios de negacin. De negacin de su futuro, de negacin de su presente e incluso de negacin de su pasado. De su futuro, porque se maleducaron en escuelas pblicas que, por estar adscritas al lugar de residencia, concentraron en ellas a los nios de minoras, con menos posibilidad de apoyo de sus familias en sus estudios y con maestros desanimados ante la dificultad de la tarea y tratando de salir de esas escuelas lo antes posible.
De su presente, porque su bajo nivel educativo y la discriminacin en el empleo les ofrecen escasas oportunidades profesionales, al tiempo que el vaco social de sus suburbios les cierra vas de expresin que no sean las del acceso a las luces de la ciudad que vislumbran en lontananza.
Y para eso hace falta pasta, que se consigue como sea. Y de su pasado, porque, aunque se les diferencia como musulmanes (que la mayora no son) se les reprocha serlo: tienen que ser francesitos asimilados, siendo as que, como deca un entrevistado estos das “un bougnoule siempre ser un bougnoule”,refirindose al trmino peyorativo para los franceses rabes.
La influencia del lugar en que se vive y de su relacin con la ciudad es un factor esencial en el sentimiento de marginacin, discriminacin y, en ltimo trmino, desesperacin expresado violentamente estos das por miles de jvenes franceses de origen tnico minoritario. La concentracin de sus vidas en espacios marginados y subequipados los estigmatiza y los asla, al tiempo que les indica la frontera divisoria entre quienes son ellos y quienes son los verdaderos franceses. Las barreras mentales se materializan en fronteras urbanas.
Saltar el muro es estadsticamente difcil en el mercado de trabajo o en el emprendimiento personal, a menos que sea en la economa informal, donde hay un emprendimiento floreciente de las minoras. Por eso, cuando se es joven, lo importante es acceder aqu y ahora al consumo y a la vida urbana. Los Campos Elseos son invadidos los fines de semana por muchedumbres de jvenes perifricos ante el disgusto de los habituales del caf George V.
Y para ello el transporte es esencial. Pero cuando no funciona el metro, hace falta coche (en las motos caben menos). Y cuando se es joven y pobre, el coche no es accesible. Nadie ha comentado por qu la quema de coches es la expresin ms generalizada de la rabia. Claro que es lo ms fcil. Pero tambin hay otro sentido: “Si a m me encierran en mi espacio, yo tambin los inmovilizo a ellos”.
Por eso, en el momento en que bienpensantes, expertos y polticos descubren lo explosivo de la cuestin tnica en Europa, cuando se buscan a toda prisa pcimas y ungentos en la rebotica de lo social, hay que pensar, tambin, espacialmente. No slo en Francia, sino en todas partes, incluido nuestro pas.
Es la concentracin tnica fuente de tensin? S y no. Por un lado, si la divisoria espacial coincide con la tnica y a ello se aade la negacin de oportunidades educativas y de vida urbana, el resultado es el que vemos. Pero, por otro lado, la dispersin deliberada de las familias de minora tnica en el espacio metropolitano, aparte de ser inconstitucional, es impracticable, porque el mercado empuja a las minoras hacia ciertas zonas y porque las redes de inmigracin se van concentrando en torno a ncleos iniciales, generalmente en reas de infravivienda.
Ms aun, cuando la cultura de origen es rechazada por la sociedad de acogida las comunidades tnicas pueden ser espacios de solidaridad. Por eso los inmigrantes suelen preferir quedarse en el centro de la ciudad, como en la Ciutat Vella en Barcelona, en donde sienten su comunidad, pero en contacto con una intensa vida urbana.
La cuestin clave entonces es desarrollar formas asociativas que relacionen a los vecinos de siempre con los nuevos vecinos, para que los nativos no se sientan extraos en su casa. Y en el rea metropolitana lo esencial es generar equipamientos y vida urbana para todos, con miras a hacer ciudad all donde slo hay vivienda. Algo que muchos municipios del cinturn de Barcelona han sabido hacer, pero que ahora tienen que rehacer en las nuevas realidades.
Si no es as, si las ciudades europeas no reconstruyen la ciudad mediante la integracin de sus diversas culturas en una prctica urbana compartida, los espacios de negacin se irn convirtiendo en espacios de la ira. Cierto que an nos queda la polica. Pero con cuidado, porque podemos acabar alimentando a Al Qaeda.+
*Artculo publicado en El Arca Digital.
**Socilogo cataln. Autor de La Era de la informacin, obra en tres tomos: La Sociedad Red; El Poder de la Identidad y Fin de Milenio.