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Hablando del Papa

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Antes de que un Papa realizara su primera visita a Cuba, iglesias de diversas denominaciones y sus instituciones (ONG) contribuyeron a construir un canal de comunicación entre Cuba y los Estados Unidos,. Entre estas instituciones, el Centro Memorial Martin Luther King Jr (CMLK) ocupa un lugar destacado. ¿Cuál es el contexto religioso cubano actual, en el que tiene lugar la visita del Papa Francisco? ¿Qué impacto puede tener esta sobre el diálogo interreligioso, incluyendo las religiones más extendidas, de origen africano? ¿Qué distingue a Francisco y su mensaje de otros papas? El reverendo Raúl Suárez, pastor bautista, director del CMLK, y colaborador de Temas, conversa sobre estos complejos problemas con nuestra revista.

TEMAS: ¿Cómo son recibidos el discurso y la proyección del Papa Francisco en la actualidad, en comparación con los papas anteriores? ¿Qué tiene de diferente este pontífice?
RAÚL SUÁREZ: En el caso de Juan Pablo II hay que tener presente su identidad ciudadana. Era un polaco. La iglesia católica polaca tiene una tradición de estar al lado de su pueblo, con su cultura, su historia, su independencia y su soberanía. No hay lugar a dudas que también en la situación que se vivió allá entre la iglesia católica por una parte y el marxismo leninismo, versión modelo soviético, por otro, se dio una confrontación que no permitió el diálogo, ni una comprensión por ambas partes. Esto es algo que hay que tener en cuenta en la personalidad de Juan Pablo II. Por lo tanto, no hay en él una actitud que pueda llamarse de simpatía hacia proyectos socialistas. En segundo lugar, aun cuando hay expresiones, sentimientos, discursos y encíclicas donde se menciona a los pobres o el cuidado de la naturaleza, lo hace desde un punto de vista abstracto. No va a los responsables, a las causas esenciales, por lo que no toca el orden económico de su época. No hay dudas de que contribuyó a reforzar la política de Estados Unidos contra la Teología de la liberación, por su postura crítica y actitud de rechazo. Ya desde la época de Nixon, la política norteamericana reaccionó ante objetivos que la iglesia se planteaba en América Latina y que hacían peligrar los intereses de Estados Unidos. A partir de eso, la actitud del Papa Juan Pablo II fue que personas como Frei Betto, Oscar Arnulfo Romero, Ernesto Cardenal, y los sacerdotes que participaban en el gobierno sandinista no tuvieron un soplo de simpatía de su parte.
Ratzinger es el representante de una ortodoxia que se opone a un pensamiento teológico ecuménico, que contribuya a fortalecer la fe y la espiritualidad de tantas personas en este mundo, que se sienten cristianos y que necesitan también un aliento en las luchas que tienen los movimientos populares. Ratzinger llegó, casi al final de su papado, con la intención pública de tocar la personalidad de un teólogo tan reconocido internacionalmente como Jon Sobrino en el Salvador, uno de los padres de la Teología de la Liberación y entre los sobrevivientes de los jesuitas asesinados en la UCA. Yo soy un estudioso de la cristología de Jon Sobrino, una cristología donde enfatiza el Jesús histórico, el humano, el que compartía —como dice la Biblia— con las rameras, con los pecadores. Ratzinger fue un crítico de ese Jesús, porque él entendía que eso era una herejía. Es decir, no hubo en su papado una renovación litúrgica, una renovación teológica, un mayor ecumenismo, sino más bien volver al pasado, al medioevo, a que el latín fuera el idioma de las misas en todas las partes del mundo.
Entonces, de pronto, es nombrado Papa un argentino, un latinoamericano. Y desde su mismo inicio —en cuanto a cómo va a vivir, cómo se va a vestir, cómo va a aparecer en público, cómo van a ser sus relaciones con los seres humanos, con los problemas vigentes—, este hombre opta por un discurso muy coherente, muy consecuente desde mi punto de vista como protestante y, por tanto, en cierta medida, nos enamora.
Dentro de la propia iglesia, él ha tomado medidas con los nuevos cardenales, medidas concretas contra quienes han estado comprometidos con corrupciones, con el silencio frente a otros pecados. No hay dudas de que al interior de la iglesia hay una reacción activa, y otra pasiva, pero la hay. Está tocando un cable de alta tensión. Y ya él en Ecuador él termina una homilía diciendo “recen por mí”. No hay que ser erudito para pensar que el hombre está diciendo: “cuídenme”. Entonces, también en mis oraciones, está el Papa Francisco.
T: Francisco será el tercer Papa que visitará Cuba y lo hará en un momento muy particular, de restablecimiento de relaciones con Estados Unidos ¿Qué significado tiene su visita en ese contexto?
R. S: En primer lugar, hay dos factores que favorecen su presencia. Su discurso, su gesto y su simpatía contribuyen a fortalecer la fe y la esperanza de nuestros pueblos, católicos y no católicos, y a que realmente haya una normalización en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. ¿Cuál es el factor número uno? Que ya su presencia se inició, es decir, que tanto Raúl Castro como el presidente Obama reconocieron de manera positiva la participación del Papa Francisco. Ya ha sido parte activa, no se trata de que haga algo que no ha hecho hasta ahora.
Hay un segundo factor que para mí es importante: no hay dudas respecto a que en las relaciones entre la Conferencia Episcopal Católica, de un lado, y la Revolución y el Estado, del otro, ha habido una mejoría ostensible, que se traduce en cosas como la devolución que ha hecho el gobierno cubano de propiedades que fueron nacionalizadas en el año 1961. Es decir, Francisco se va a encontrar una iglesia que en las relaciones con el Estado no es la misma que cuando vino Juan Pablo II o cuando vino Ratzinger. Ha habido una mejoría, que significa que también la iglesia ha tenido y tiene un mayor espacio.
Pienso que sus relaciones con Raúl Castro han sido excelentes. Raúl es una persona alegre, que inspira a dejar el protocolo e irse a lo personal, por lo que me parece que eso también impacta. Por lo tanto, él tiene que estar bien informado respecto a que, cuando se habla de relaciones diplomáticas, es una cosa, pero cuando se dice normalización, se trata de estar iniciando un proceso.
En este sentido, la dirección política del país ha sido bien definida al decir “nosotros aspiramos a estas cosas para que haya relaciones normales”; mientras, Estados Unidos se pronuncia sobre qué puede entrar en el diálogo y qué no. Yo creo que hay temas pendientes. A mí me gustaría que el Papa se pronunciara sobre una auténtica normalización, que Cuba y Estados Unidos sean dos países que se respeten, y que tengan la modestia de reconocer la diferencia de los proyectos políticos, sociales y económicos de cada uno, como Estados Unidos lo respeta con otros países. Yo creo que el diálogo va por buen camino, ya estamos conversando sobre asuntos que les interesan a los dos países, y también la retórica es otra. Yo no sé cuál va a ser su discurso, pero yo espero que sea coherente. Nosotros tenemos problemas que resolver, y si el los menciona yo aplaudo; pero de los problemas que nosotros tenemos y que dependen de la política de Estados Unidos, a mí me gustarían unas palabras de él.
T: Mirando el contexto religioso cubano, las relaciones entre las iglesias, entre las diferentes corrientes religiosas que conviven en Cuba, ¿tendrá algún impacto la visita del papa Francisco?
R. S: Reconozco que en los últimos dos o tres años las relaciones del Consejo de Iglesias—nuestra organización cimera del ecumenismo cubano—, han dado pasos sobre todo en la promoción y distribución de la Biblia en Cuba. Católicos y protestantes nos hemos reunido para participar en actividades que promueven la espiritualidad y no solamente ha habido una mejoría de las relaciones entre Iglesia y Estado, sino también entre la Iglesia católica y nuestro protestantismo. Ahora bien, hay otra situación, que tiene que ver con la presencia en Cuba de aproximadamente unas 120 organizaciones evangélicas, representantes de un conservadurismo, que se expresa en restarle importancia a la participación de la mujer, un énfasis excesivo en el más allá, una fuerte despreocupación del lado de acá de la vida. En eso compartimos con Francisco la misma preocupación. Estos son movimientos religiosos donde hay una confluencia entre la derecha religiosa y la derecha extrema política, como lo es en Estados Unidos el Tea Party, el Instituto de Religión y Democracia, la Mayoría Moral… Ahí hay un campo donde la Iglesia católica, el protestantismo histórico, y desde luego el propio Papa— que es latinoamericano y que sabe que la América Latina de hoy está con los indígenas, los afrodescendientes, con las mujeres, con los pobres, en los barrios, y que está presente esto que yo llamo el evangelio americano— están exportando hacia América Latina y hacia el mundo entero un evangelio que no es el evangelio de Cristo, si no un evangelio empobrecido, barato, pero estás aceptando también la ideología neoliberal capitalista —y la imperialista también.
Por otra parte, nosotros hemos construido una plataforma interreligiosa. Ese es un punto que el Papa debe fortalecer: el ecumenismo y el macroecumenismo. Pero también es necesario llamar a que los movimientos populares se unan a la iglesia en sus luchas a favor del techo, el empleo, la tierra. Mi preocupación es ante una doctrina social de la iglesia, que apareció de frente al movimiento marxista. Ya el marxismo no tiene ese peso, sobre todo en los países de América, donde se ha logrado un gobierno progresista, de izquierda y ya no aparece la querella histórica entre cristianismo y socialismo, cristianismo y marxismo. Yo creo que los movimientos populares necesitan una teoría revolucionaria que realmente tienda a no quedarse en el camino, sino a seguir hacia una sociedad plenamente humana y justa.
Pienso que Francisco da señales de que es un Papa culto. Plantea que sin la paz entre las religiones no habrá paz mundial y que para lograrla tiene que haber diálogo interreligioso, en eso nosotros estamos. Yo creo que uno de los desafíos que hay que asumir es la promoción del diálogo interreligioso y desde posiciones como la que Cuba le está planteando a Estados Unidos. Si en la visita del Papa se maneja un mensaje a favor del diálogo y la comprensión interreligiosa, sería una maravilla.

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