Recuerdan en la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao a las primeras cuatro mujeres bautistas cubanas ordenadas al ministerio pastoral.
Como “mujer valiente y transgresora” calificó la reverenda Raquel Suárez Rodés a su colega, la también pastora Ena Teresa García en el culto de oración y homenaje que se celebró en la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao (IBEM) para recordar a las primeras mujeres bautistas cubanas ordenadas, en 1992, al ministerio pastoral por la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC).
Parece que fue ayer cuando las pastoras Ena Teresa García, Xiomara Díaz, Clara Rodés y Estela Hernández, fueron ordenadas al pastorado; pero han transcurrido veinte años. Muchos recuerdan el largo tiempo de tensiones y contradicciones en el seno de la Convención de Iglesias Bautistas de Occidente, que llevó a la ruptura de esa estructura eclesial con no pocas iglesias locales que, a inicios de 1987, decidieron separarse de la Convención. Unos años después la FIBAC, al comprender el desempeño y liderazgo que muchas mujeres bautistas habían asumido en sus comunidades de fe, rectificó su postura y reconoció el trabajo que ellas habían llevado adelante “silenciosamente” al frente de sus iglesias locales. Aquellas mujeres fueron las predecesoras.
Según expresó en el culto Midian Lobaina, integrante del Consejo de Iglesias de Cuba, como precursoras ellas sembraron el camino; hoy son 19 las que están ordenadas como pastoras.
Visiblemente emocionada Ena Teresa, que reside desde hace un tiempo en los Estados Unidos, centró su sermón en un aspecto que considera esencial para las iglesias, no importa cuál sea su denominación: la unidad como factor convocante y aglutinante de la obra de Dios en esta tierra.
Al iniciar su mensaje señaló enfática: “¿Qué nos une, por qué deseamos mantener esta unidad?, nos une una experiencia personal con Dios, una experiencia de fe que nos lleva a ser distintos, a actuar y vivir nuestra fe de acuerdo con los propósitos de Dios y, por tanto, a que nuestro sentido de pertenencia se manifieste no sólo en nuestra iglesia local, sino en la iglesia universal que tiene una historia de vidas entregadas, de vidas fieles al legado de Jesús de Nazaret. Somos el pueblo de Cristo en el mundo. Y eso nos llena de responsabilidad”.
“¿Cómo podemos alcanzar la plenitud de la unidad del espíritu? Lo primero —advirtió Ena Teresa, quien por los noventa fue pastora de la Iglesia Bautista El Jordán de Guanabacoa—, es ser obediente a la palabra de Dios: el pan que nos alimenta diariamente; a buscar en esa palabra lo que nos enseña el Evangelio. Para quienes comienzan a andar en el ministerio cristiano es importante hacer buen uso de la palabra de Dios que está contenida en la Biblia, llevar un mensaje claro, siempre esperanzador a nuestro pueblo, no importa cuán difíciles sean las circunstancias que vivamos”.
Asumir una vida de testimonio fue una de las lecciones que dejó Ena Teresa en su mensaje a quienes asistimos al culto en la IBEM: “El gozo que experimentamos en nuestra vida de fe, el gozo en el servicio, en la palabra nos da un semblante, una fortaleza distinta. Tenemos que estar dispuestos siempre a dar razón de nuestra fe porque el mundo lo necesita, las hermanas y los hermanos que caminan junto a nosotros. Y quienes creemos en Dios no podemos avergonzarnos del Evangelio, porque el Evangelio es dinamita de Dios que rompe, transforma, cambia los corazones y las vidas”.
En otra parte de su sermón glosó al Apóstol Pablo: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados”. En este sentido, esa libertad representa la oportunidad de servirse con amor los unos a los otros, pues “la libertad que nos da Cristo es la de elegir de manera sana, consecuente con la Palabra, libre de temores y de todas las cosas que atan al ser humano”.
“Amados hermanos y hermanas, reiteró finalmente, si realmente queremos estar juntos y juntas en nuestro andar, debemos estar solícitos para guardar y anudar la unidad en el espíritu, para hacer vínculos, que significa estrechar nuestra unidad espiritual, no material, teniendo como sustento nuestra experiencia de fe, la Palabra de Dios y el soplo del espíritu santo para que nuestras vidas resplandezcan en este mundo que se deteriora cada vez más moralmente frente a nuestros ojos. Andemos en luz para poder dar luz”.
Especial fue el momento en que tanto Ena Teresa como Xiomara Díaz dejaron un espacio entre ambas para su hermana Clarita, quien compartió desde la distancia el regocijo de saberse iniciadora de un obra que continúa para otras mujeres bautistas. Para Clara Rodés asumir el pastorado fue un momento que cristalizó la lucha de muchas mujeres, en particular, de muchas mujeres de iglesia, en nuestro país por la conquista de sus derechos.
Por su parte, la pastora Xiomara Díaz, leyó el compromiso que contrajeron estas tres mujeres en el instante en que fueron ordenadas, en enero de 1992, y nos regaló estas certezas: “… es nuestro propósito de cumplir hasta el final con el ministerio al cual fuimos llamadas en el que por años hemos servido con gozo y en un renovado compromiso afirmamos ser fieles a la obra de Dios y a los principios bautistas emanados de ella, continuar proclamando el evangelio del Reino en nuestro país siendo consecuentes en el seguimiento de Jesús, como portadoras de vida y esperanza, dedicar todas nuestras fuerzas a la edificación de las iglesias como comunidades que practican el estilo de vida sustentado en los valores del Reino de Dios encarnado en Jesucristo, reconociendo que hemos llegado a esta etapa del ministerio como resultado de la lucha de muchas hermanas en todo el mundo por reivindicar el lugar dado por Dios a la mujer, seguiremos acompañando a nuestras hermanas en una pastoral que contribuya a la total recuperación de su dignidad hasta que sea completa realidad lo expresado por el Apóstol Pablo en Gálatas 3,27-28: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.