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Idania, entre su historia y las nuestras

A sus artículos y libros publicados, se suma la realización audiovisual de dos documentales con la temática de género. El más reciente Por el hueco de la aguja, hila finamente, los impactos de la educación popular en la vida de tres mujeres, una capitalina, una matancera y una joven pinareña. Como si fuera poco, ya se adentra en un nuevo proyecto entre imágenes y sonidos.

Por estos días nos sorprendió el anuncio de los trabajos premiados en el concurso de mujeres Voces, imágenes y testimonios 2009, que convoca en Costa Rica, Voces Nuestras desde el 2002. Su objetivo principal es “generar espacios de expresión cultural y de género, donde se muestre el pensamiento, las experiencias, sentimientos y vivencias de las mujeres centroamericanas en la búsqueda de relaciones más justas y equitativas”.

Las modalidades de testimonio individual y colectivo, poesía, pintura y fotografía, motivaron para esta edición a 159 mujeres participantes de Centroamérica, México, Brasil, Colombia, Argentina y Cuba. Entre los 50 nombres ganadores está el de Idania, con su testimonio “Una pequeña llama en el anafe”. Y su voz se nos confunde con la de otras mujeres que le prestan sus memorias, sus deseos para encendernos las ganas de ver más lejos y de seguir haciendo por nosotras y por otras y otros.

Título: UNA PEQUEÑA LLAMA EN EL ANAFE
Con ojos asomados a la ventana vieron rendijas de mundo. Yo imaginé que era agua, agua de río que viaja sin cesar y me eché sus historias en el morral. Y como agua de río, agua enamorada, viajé con mi escaparate y la ventana seguida de los ventanales. Soy pues agua que escribe, unas veces sentada y otras de paso, por los meandros del espacio. Mojo con agua teñida la pluma y escribo estas historias. La humedad que soy es, sin embargo, enemiga de mis pulmones, que no pueden sino respirar agua, que soy yo.

Descubro que la felicidad es cualquier asunto, incluso agarrarse a una rama y resistir mientras contemplas a la lagartija en su guerra. Descubro hoy que como en un cuento una vez trepé a un árbol. Cuando me separé un metro apenas del suelo comprendí mejor la palabra altura y entreví lo que mis abuelos llamaban el horizonte. El árbol, como las aguas del río, está lleno de descubrimientos que continúan descubriéndose después que una baja y deja la adolescencia.

Las mujeres de esta historia bajaron también del árbol alguna vez y me invitaron a que las descubriera. Yo me amparé en la amplia llave que abrió de par en par sus ventanas.

Vivo en una isla. Soy también una isla, masa continental a la deriva. Y las mujeres de esta historia son islas, conchas que tejen puentes en múltiples direcciones.

Esta sala llena de agua, y ese árbol que me cobija, al que me subo, unas veces para ver el horizonte; y otras me bajo para estar más cerca de Dios y de la tierra, es mi catedral y el nicho donde resisto el embate del viento, donde descubro, reconstruyo y me reinvento y donde vienen a contarme historias mariposas que revolotean sobre la humedad del charco y no encuentran manera de beber.

Cada vez que vienen a mí estas historias experimento un inaudito sentimiento de resurrección. Cada mariposa vuela irradiando y se le localiza desde innumerables puestos de observación. Ellas caminan por donde Dios se recupera a sí mismo, recuperadas también en su envés y su revés como la mano que cubre los itinerarios del sueño al sueño.

Descubrir es también potenciar un instante, sacar un conejo de un sombrero y nacer, de cierta manera, a la palabra que anuncia con la misma intensidad con que devuelve nuestras propias contradicciones. Ver lo que no vio otro, aún cuando ese otro tenía tantos ojos o más que el que vio. La falta de descubrimientos es el fin, el cierre de la navaja.

¿Habrá suficiente tejido en estas historias de mujeres como para deshilar esos misterios?

BEATRIZ…

“Lo único seguro es la certeza de las dudas”, me dice mientras charlamos una calurosa tarde de mayo. Afuera el sol reverbera y esta mujer —pastora de la Iglesia Bautista Shemá de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC), que nació el 27 de julio de 1950 en Los Arabos, en la ciudad de Matanzas, a unos cien kilómetros de la capital cubana. Es graduada de bachiller en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana—, quiere detener el instante como si volviera al comienzo de todas las cosas. “Somos unas herejes, nos hemos escapado de los textos bíblicos, de Dios y de las reflexiones”, le digo en broma. Ella se ríe con sorna y comienza a contarme su historia…

La primera imagen que me construí de Dios era una imagen metafísica; es decir, yo sabía que había un Dios creador y comencé a abrazar ese pensamiento metafísico. Recuerdo que durante esa etapa de mi vida leí mucho a Spinoza, el filósofo holandés de origen judío que planteaba que “podemos conocer el mundo porque nuestro entendimiento, en tanto parte del entendimiento de Dios es una modificación o “modo” de la misma sustancia divina”… Luego vino un largo período donde traté de encontrar un camino propio. Hice muchas lecturas… hasta que me enfermé. Un día, una compañera de trabajo me dijo: “Voy a orar por ti para que te sanes”. Yo les había pedido a todos los santos; incluso tenía una virgen de la Caridad pero nunca había puesto un pie en una iglesia… hasta que conocí al pastor de una iglesia pentecostal quien me regaló una Biblia y comencé a leerla de la mañana a la noche; por eso mi fe parte del conocimiento de la Biblia.

Comencé a visitar aquella iglesia, que era una casa culto. Las iglesias pentecostales predican un evangelio de sanación muy fuerte. No te puedo decir que yo me sané por magia porque no creo en la magia. Sí creo en la fe y en la palabra de Jesús. Y ese convencimiento, ese deseo y esa fe de que Cristo me salvaría, me sanó. Y así fue creciendo mi fe y mi sanidad física y espiritual.

Vivir la fe

Es algo que transita por los sentimientos: No es fácil de explicar, y es preciso mostrarla en la práctica de las relaciones. Vivo la fe en lo cotidiano, me considero una mujer de fe y me muevo a través de relaciones donde está siempre presente la fe en ese misterio, que es tanto revelación como ausencia. Para mí el Dios en que tengo fe se revela para saber que existimos y que está ahí y se ausenta para enfrentar la inseguridad de él. Creo que es la única manera de recrear y repensar su confianza. Lo único seguro que encuentro en la fe es la certeza de las dudas, y es esto precisamente lo que me hace seguir adelante en la búsqueda de aquel que no se deja atrapar, encasillar, enrejar, apresar, emparedar. Ese Dios en libertad es quien me libera para vivir mi fe.

Soy feminista

Una relación con Dios para cualquiera, no sólo para una mujer, desde una perspectiva patriarcal es opresora. Pero la mujer tiene, a diferencia del hombre, una manera diferente de relacionarse con Dios. Creo, a la vez, que Dios se relaciona con la mujer también de una manera diferente.
He transitado por un proceso vinculado a la Teología de la Liberación, que también ha estado presente en la iglesia cubana. Este repensar teológico me llevó de la mano al encuentro con la teología y la hermenéutica feminista de la liberación que se hacen en Latinoamérica, el Caribe, y en Cuba. Y desde muy temprano me descubrí feminista.

Soy feminista porque opto por la propuesta de un mundo sin condicionamientos patriarcales y porque creo que la esencia del movimiento feminista es el compromiso de acompañar la liberación de los excluidos, los marginados, todos los explotados de la tierra, no sólo de las mujeres. El feminismo continúa trabajando por desarticular todo un sistema androcéntrico que genera guerras, violencia, reprensiones, desestimación, desamparo y destrucción del ser humano y del planeta. Tengo la convicción de que el movimiento de Jesús tan revolucionario, tan liberador, fue un movimiento feminista.

Sin lugar a dudas, Jesús soñó con una sociedad sin marginación, sin exclusión, el reino de Dios para nada se parece al sistema que ha regido y rige el mundo.

El trabajo honrado y la preparación sistemática: armas poderosas
Tengo que comenzar por decirte que el descrédito es una de las armas —entre otras muchas— que se usa para legitimar el poder, cualquiera sea. Cuando una persona desacredita o devalúa a otra, en la actitud de quien lo hace se explicita la necesidad de acreditarse ante el resto como quien decide y posee los cánones de conducta y de acción.

He pasado por conflictos personales, y más que desarticularme, me han ayudado a crecer, a repensar mis equivocaciones y a convivir entre el amor y la injusticia. Lo único que lamento de los momentos difíciles ha sido encontrar en el camino patriarcas femeninas que decepcionan cuando desacreditan a otras mujeres, lo cual es más triste que cuando viene de un varón. Sin embargo, he avanzado en un proceso de madurez donde he podido comprender que el trabajo honrado y la preparación sistemática son dos armas mucho más poderosas que el descrédito. Creo en la posibilidad de seguir pacíficamente hacia adelante.

El mayor reto para una mujer en el mundo eclesial y ecuménico es aprender a apropiarse de una hermenéutica feminista crítica de la Biblia. Es además, una buena manera de salir de los conflictos con una fe más fortalecida.

El poder y la fe

Existen dos poderes fundamentales y siempre enfrentados: el poder estructural y el poder espiritual. Por un lado, el poder estructural es hegemónico y daña, pretende todo el tiempo dominar. Por supuesto que no funciona solamente a través de las cosas materiales, como la economía y la política, sino que como estructura de poder pasa también por la subjetividad social e individual. Por otro lado, el poder espiritual es epifánico y se vuelve praxis de vida si aprendemos a descubrirlo. En lenguaje religioso este poder se manifiesta como conversión a la libertad, pero me gusta más llamarle opción de vida.

Reconozco a un Dios liberador de todas las opresiones que el ser humano encuentra a cada paso. Ese Dios lo descubrí en la Teología de la Liberación. Un buen día conocí esta propuesta y opté por ella. Hace más de diez años comparto la fe con un grupo de personas en mi propia casa, en lo que consideramos nuestra iglesia, a la que llamamos Shemá que significa escucha en hebreo. Queríamos que fuese un espacio, sobre todas las cosas, para escucharnos todas y todos. Y así ha sido. En esa pequeña sala cabe cualquier persona; no importa el tipo de creencia que profese; incluso, aun sin creer, puede acercarse a nosotros para compartir las enseñanzas de Jesús. No podría ser de otra manera, porque la imagen del Dios que me convoca es libre, dinámica, a veces suave y otra estruendosa; está en medio de la naturaleza, de la convivencia con la familia, con los amigos; en las alegrías como en las nostalgias. Es una imagen que se me convierte en pasión, paz, ilusión, sexualidad, sueños, esperanzas y, sobre todo, rebeldía ante las injusticias.

En enero de este 2007 fui ordenada al ministerio pastoral. Esto es algo que pidió mi comunidad, una petición promovida por la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba, institución de la que formamos parte. Decidí dar este paso porque siento que me ha ayudado en la reestructuración del compromiso y el acompañamiento a la gente de mi iglesia. También me he propuesto nuevos desafíos y me he abierto a nuevos horizontes.

La ordenación de la mujer en las iglesias, teniendo en cuenta que ninguna institución escapa de la cultura patriarcal, significa poner las cosas en “orden”, en el lugar que corresponde y nos toca defender como mujeres.

Mi vida y mi práctica eclesial están mediadas por una fe colorida que me proporciona un matiz diferente en cada espacio y que se hace cotidiana. Disfruto, aprendo, comparto, acompaño y me dejo acompañar. Amo, me esfuerzo y me debato en el misterio siempre latente de ese Dios
que me trastorna la vida de miles de maneras pero me hace la existencia intensamente feliz.

ALICIA…

Cada palabra y cada hecho vivido o imaginado tienen preludios, huellas de dedos anteriores, signos que nos aproximan a los nuevos misterios. Como dice el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, las estrellas son sociales, están siempre en galaxias. Tal vez por eso hay constantes reincorporaciones pues adicionar, reinventar, volver a contar son sinónimos materiales de la palabra descubrir. Pero, hasta dónde queremos descubrirnos, mostrarnos. Lo más sensato sería soñar que nos vamos descubriendo, poco a poco, y que crecemos desenvainándonos, echándonos al viento o levantándonos de un salto.

Nací en Holguín, un día de julio de 1978. Mi formación cristiana comenzó con los cuentos que le hacían de niña para dormirse y con las cosas que aprendió en la escuela dominical. Mi papá, pastor metodista, siempre quiso prepararme para que desarrollara una vida intensa dentro de la iglesia.

Pasaron los años y comencé a descubrir otros espacios dentro y fuera de la iglesia metodista, entre ellos el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas. Cuando concluyó el preuniversitario, no lo pensó dos veces y matriculó la carrera de Psicología. “Esa decisión me permitió ver la vida de otra manera”.

En un curso de educación cristiana, a finales de los años noventa me vinculo al Centro Memorial Martin Luther King de La Habana. Aquel encuentro fue una especie de revolución interna. Empecé a mirar las cosas desde otro ángulo, incluso comencé a cuestionarme la formación que hasta ese momento había recibido en la iglesia metodista, que era y sigue siendo muy formal —la Biblia se aprendía de memoria, había que recitar los versos; y las interpretaciones que una podía hacer estaban muy condicionadas por las de otras personas—, y en el Centro descubrí que podían cuestionarse la Biblia, la fe y la vida en la iglesia. A esta nueva visión contribuyeron los cursos de Lectura Popular de la Biblia, que en lo personal y en lo eclesial, me movieron mucho. Ya tenía incomodidades con la iglesia metodista por su rigidez y me di cuenta que ya no era compatible con esa manera de ver y hacer las cosas. Entonces decidí romper el vínculo. Luego me invitaron para trabajar en campamentos y fue cuando me acerqué a la iglesia presbiteriana.

Comprendí que mi relación con la comunidad, mi manera de trabajar con la gente había cambiado y lo que empezaba a hacer me acercaba más a las personas, a lo que sabían, sentían y pensaban.

El asombro es una envoltura que cae
Acercarme a la gente, a sus problemas cambió también mi manera de trabajar con la comunidad. La vida real entra en diálogo con los textos bíblicos y estos toman sentido a partir de la experiencia personal. Y es interesante la capacidad crítica que desarrollan las personas que, incluso, sólo necesitan encontrar un espacio adecuado para fomentarla.
Todo ese proceso me hizo reflexionar acerca de quién era yo como joven, quién era yo dentro de la iglesia, quién era Dios para mí, qué era vivir la fe, cosas que no me había preguntado antes. Sentí que mi fe tenía que vivirse mucho más en la realidad, en el presente. Sentí la necesidad de compartir espacios donde las personas pudieran hacerse esas mismas preguntas que una se hace una y otra, y otra vez en la vida.

Uno de esos espacios es la Red Juvenil, nacida por iniciativa de un grupo de muchachas y muchachos que se agruparon en torno al taller socioteológico sobre juventudes. Ellos quedaron motivados con la hermenéutica juvenil cuya propuesta es ofrecer, a los jóvenes de las iglesias, una metodología diferente que promueva la participación a partir del diagnóstico grupal. La Red y el trabajo con los jóvenes en Matanzas estrecharon mis relaciones con el Centro como colaboradora. Luego me propusieron trabajar directamente en el Programa de Reflexión/Formación Socioteológica y Pastoral. Ese fue un momento muy importante.

Como profesora de Psicología en la Universidad me iba muy bien, sin embargo el proyecto compartido con el Centro era muy importante y decidí aceptarlo.

Además, llegué en un momento especial en el cual el Programa está cambiando, está fortaleciendo el trabajo de los colaboradores, está concentrándose en el acompañamiento a los procesos locales y sus articulaciones regionales con énfasis en la apropiación de nuevas metodologías. Siento que es un trabajo muy intenso y me gusta mucho hacerlo.

Mi contacto con el Centro cambió la manera de relacionarme con la gente. Progresivamente empecé a ser más abierta, a tener menos prejuicios, a dialogar con mis estados de ánimo, decir, por ejemplo: “Ahora no es el momento de hablar porque estoy muy enojada” y cosas así.

Por otra parte, mi familia —patriarcal clásica— poco a poco se ha transformado en un grupo donde cada miembro reclama su espacio. Poco a poco he conseguido involucrar a mi mamá en estas nuevas maneras de ser, y ahora también ella ha salido de casa y ha encontrado sus propios proyectos.

Como mujer decidí establecer prioridades en mi vida que no siempre son las prioridades que tienen otras mujeres, y que están centradas, por ejemplo, en mi trabajo con las comunidades, con la iglesia, en mi vida de relación con las personas que me rodean; es decir, intercambiar mis afectos sin cohibirme, incluso en términos de poder abrazar, tener contacto físico. Soy una persona muy tímida, y aunque no he dejado del todo esa timidez, he logrado comunicarme mejor. Siento que ahora aflora mucho más mi propio yo.

Certezas, sospechas
Antes el énfasis estaba en la formación, en lo conceptual, en los conocimientos que uno podía adquirir para luego potenciar una actuación, por decirlo de alguna manera. Uno de los logros más importantes en esta nueva etapa está en lo metodológico. Es decir, lograr que la gente pueda reconstruir esa metodología adquirida en un espacio formativo para luego utilizarla en su iglesia, en su espacio social, comunitario, siempre a partir de sus necesidades concretas.

Otro elemento novedoso ha sido sacar los espacios concretos a los espacios locales reales. Muchas veces cuando la gente participaba en un taller se iba con una insatisfacción: ¿cómo devolver los saberes aprehendidos y relacionarlos con la vida real, cómo aprender a dialogar con ese contexto lleno de nuevas y nuevas preguntas? Después de muchas vueltas de hoja, el énfasis se puso en los espacios locales y en cómo se pueden potenciar, qué necesitan… Se trata de que tengan conexión con las diferentes regiones, es decir, detenerse a observar también las articulaciones regionales. De ahí, esta nueva mirada más profunda a las jornadas locales en las iglesias, como les llamamos, y a los talleres regionales. Ahora combinamos los talleres de formación en las diferentes regiones del país con los espacios presenciales. Esto es muy importante, le da mucha riqueza al Programa pues tiene que ver con la diversidad de situaciones que se dan en lo local. Empieza a crearse una plataforma común, un conjunto de saberes y de herramientas para ser compartidas por todas y todos. Ahí están los espacios de formación y reflexión, que tocan muy de cerca a las experiencias de vida de la gente que participa en ellos, que va desde lo personal hasta lo comunitario tanto dentro de la iglesia como fuera de ella.

En este sentido hay muchas anécdotas: gente que antes se sentía dispersa, no encontraba un sentido para sus vidas y después de establecer contacto con el esta manera diferente de hacer teología desde lo popular, se han enriquecido, incluso, ha decidido retomar sus estudios, o seguir los que habían interrumpido. Es decir, redimensionar la forma en que se trabaja y se participa en espacios sociales o institucionales como la propia escuela. O gente que dice: “La relación con mi hija ha cambiado, la forma de ver el mundo es ahora diferente”; por lo tanto lo relacional inmediato también se va transformando.

Los cambios, por supuesto, son procesos lentos y largos. Y a veces queremos acelerar los ritmos y nos desesperamos… Entonces es conveniente y hasta saludable recordar el propio proceso que uno ha tenido y pensar en todo el tiempo que se ha tomado para conseguir un pequeño cambio, sobre todo cuando se trata de articular los nuevos saberes aprendidos con los conocimientos acumulados. También suele suceder que las concepciones que uno traía de antes son difíciles de remover y llevan años y años para cambiarlas.

¿Qué cambiar? Difícil pregunta. Estoy, como diríamos, en el primer amor. Una va descubriendo tantas cosas lindas y buenas que es muy difícil sentarse con calma y serenidad para pensar qué cosa es necesario cambiar… Lo que más aprecio es que mi trabajo lo mueve todo. Gracias a lo que hago encuentro y promuevo espacios para el diálogo donde la gente tiene oportunidad para cuestionar y compartir experiencias diversas.

Tal vez habría que promover también un espacio para conocer cómo nos necesitamos los unos a los otros, algo que no siempre es explícito. Si miramos hacia lo interno, como quiera que se haya iniciado una nueva etapa de cambios, aparecen muchas inquietudes, muchas preguntas… Por ejemplo, sería interesante reflexionar y llegar a consensos sobre cómo hacer para que la gente se apropie de una metodología y trabaje de forma independiente en los espacios donde vive y desarrolla su actividad.

A veces ese hasta dónde llegar, hasta dónde acompañar, hasta dónde dejar que las experiencias caminen solas, nos cuesta mucho trabajo, porque, tal vez, queremos que el proceso fluya mucho más rápido de lo que realmente va. Otra inquietud, no menos importante, es poner a dialogar nuestros propios objetivos y propósitos personales con los del proyecto conjunto que estamos construyendo.

DAFNE…
Una no es ni el nombre, ni el lugar, ni el título, ni la cuenta bancaria… Sólo es lo que es…Y su historia es su verdadero capital…

Paisaje A
Frente a la impoluta piedra alguien escribe: “Mi cuerpo está pegado a la tierra. ¿Me quedaré inmóvil, dormida dentro de este inmenso sueño?…
El río de voces desciende por el acantilado con anónima calma. Alguien ha sido llamado por la aguas. Sentada a la orilla de un río, una muchacha lanza preguntas como si quisiera aprisionar todas las palabras de una sola vez: viento, luz, pájaros, silencios, muchos silencios, Dios… “Eh, toma mi palabra. Mi verdad está en el asombro”.

Soy Dafne, aunque mi nombre completo es Dafne del Risco Nolla. Nací el 20 de septiembre de 1976 en Ciego de Ávila, provincia de la región central de Cuba. Mis padres, tíos y abuelos eran miembros de la iglesia en Ciego de Ávila que pertenecía a la Convención Bautista Oriental, por tanto desde pequeña participé en la vida de esa congregación. Mi familia integraba una parte importante del liderazgo de aquella comunidad.

No recuerdo bien pero hubo una época en que se hicieron muy fuertes las discrepancias teológicas de pastores y líderes con las Convenciones Bautistas Oriental y Occidental en Cuba como consecuencia de una línea de pensamiento que se había gestado a partir del contacto con la Teología de la Liberación. Como resultado, algunos de aquellos líderes fueron separados por sus propias iglesias, de la participación en la vida de la comunidad de fe, y a partir de ahí nos fuimos convirtiendo en protagonistas de otros espacios que construimos e hicimos nuestros.

Más tarde nace la COEBAC (Coordinación Obrero Estudiantil Bautista de Cuba) y unos años después surge el proyecto de la FIBAC (Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba). Precisamente dentro de esta institución surge la Iglesia Bautista Enmanuel en Ciego de Ávila.

Cuando tenía diecisiete años me interesé por estudiar Teología, por profundizar en mis conocimientos bíblicos sobre la fe. No lo pensé mucho y decidí ingresar en el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas en 1997, donde hice mi formación y concluí la licenciatura.

Paisaje B

La muchacha se inclina sobre el río de voces. No encuentra manera de beber. Una mariposa revolotea sobre la humedad del charco. Es agónico contemplar el paso de las horas, así, cuando el crepúsculo es apenas un punto en el camino…

Sentí que mi relación con Dios se hizo más intensa cuando comencé a participar en los talleres socioteológicos organizados por el Centro Memorial Martin Luther King de La Habana; pero no es realmente hasta el 2005 que me involucro de verdad. Esta vez me motivé por la Lectura Popular de la Biblia.

Uno de los principales énfasis es intencionar tanto lo vivencial como las transformaciones más concretas en la práctica de la gente. A partir de ahí se trabaja lo bíblico, lo teológico y también lo metodológico. Esto implica un salto grande y es, a la vez, un reto para todo el equipo y sus colaboradores porque supone cambios desde lo personal pero también para la vida de las iglesias. Ahora la gente está apropiándose de una metodología más asequible, flexible, desde la lectura popular que les invita a leer primero en sus propias vidas.

Eso, sin dudas, pasa por un signo de calidad, sin olvidar que desde el punto de vista cuantitativo el aporte es mayor porque la gente comparte saberes y aprende a combinar metodologías: la lectura popular de la Biblia y la educación popular, por ejemplo.

Los talleres de Lectura Popular atraen mucho sobre todo porque los pensamos como un todo, de modo integral, desde la mística que diseñamos hasta la reflexión bíblica que hacemos. Las personas después que se enganchan con la lectura popular ya no quieren leer la Biblia de otra manera.

Así tenemos el espacio Ventanas que nos ha permitido reflexionar sobre la metodología que empleamos en la lectura popular y en nuestros trabajos en la base. Las experiencias han sido muy enriquecedoras pues nos han puesto en contacto con lo que hacen otros, cómo lo hacen, y cómo podemos mejorar lo que hacemos a partir de esos intercambios.

La Iglesia Bautista Enmanuel de Ciego de Ávila ha hecho un trabajo misionero muy amplio en casi todos los municipios de Ciego de Ávila, en pueblos y bateyes cercanos a donde llegan personas que participan en el grupo, gente incluso de otras denominaciones: de la iglesia Episcopal, Pinos Nuevos e incluso algunos que vienen de la Asamblea de Dios, de Camaguey.

Paisaje C

Se asoma a las aguas. Detrás, el sol levanta una salpicadura azulada sobre el arrecife. Nuevas voces han empezado a recomponerse en las inmediaciones de la nostalgia. ¿Quién sabe si Dios ha puesto su mano en esta nueva comunión? Tal vez, en su palabra y en la palabra de todas y todos, todos los días esté presente el asombro. Pero le asaltan dudas.

Quizás, sea mejor recomponer el paisaje desde varios ángulos, y así aprender a mirar desde dentro de las propias palabras…

Llevaba un tiempo buscando algo que le diera sentido a mi práctica eclesial, pero también que le diera sentido a mis relaciones personales, que me permitiera definir una opción de vida más clara. Por suerte he encontrado personas que me han retado a seguir adelante, a hacer cosas nuevas y a hacerlas de la mejor manera posible. Es curioso, pero cuando trabajaba cualquier tema con grupos de mujeres, de jóvenes, de adultos o cuando hacía un estudio bíblico, sentía que me faltaba algo al coordinar un grupo; notaba que había algo en lo metodológico que me faltaba, algo que no me permitía interactuar plenamente con el grupo.

También percibía que la gente podía aportar más, podía dar más, pero seguía faltando algo para lograr una mejor comunicación grupal. Al descubrir la lectura popular me di cuenta que era una parte importante de lo que quería hacer en la vida. Lo que siento, lo que experimento cuando coordino el grupo de lectura popular, cuando me acerco a la gente, cuando la gente me cuenta lo que vive, las cosas que les interesan, lo que les angustia, lo que les alegra y podemos entre todas y todos buscar un camino a través de la Biblia, le ha dado un sentido importante a mi vida.

La gente tiene muchas inquietudes de realización personal, de sentido de vida. Me doy cuenta que se vinculan al grupo buscando, sobre todo, un crecimiento desde lo personal, una práctica concreta en el trabajo, la escuela, la iglesia, el barrio; buscan, creo yo, una opción de vida. Tienen entre 25 y 35 años; aunque hay algunas personas un poco mayores. En el grupo encuentran el espacio para cuestionar; la oportunidad para hablar, decir lo que piensan; y sienten que pueden ser escuchados y escuchar a los demás. Es interesante porque de ese intercambio salen muchas cosas: las angustias de la gente con el trabajo de la iglesia, las inquietudes que tienen en este sentido, y un montón de preguntas sobre qué hacer para que la iglesia funcione mejor, para que los espacios que se han ganado respondan cada vez más a sus necesidades.

Paisaje D

La luz escamotea el blanco y el negro de las transparencias. Hay interiores que navegan entre sombras y destellos. Las palabras están llenas de ruidos y silencios y hay nacimientos imprevistos. La muchacha recoge una concha y la espuma sube hasta la orilla de su mano. El río empieza a llenarse de voces…

Soy una persona privilegiada. Mi educación fue muy libre, por decirlo así, a pesar de proceder de una familia bautista y de la Convención Bautista que es sumamente rígida, con patrones éticos, morales, educativos muy ortodoxos, me siento feliz de que mi familia me haya educado de manera tan libre. Siempre me dejaron hacer… Cuando había algo que les molestaba, me llamaban y alertaban: “Ten cuidado con esto, reflexiona sobre esto otro”. Nunca me impusieron las cosas.

Por otra parte, mi crecimiento personal desde la Biblia y desde lo teológico fue bastante abierto con respecto a la perspectiva de género; sin embargo en otras áreas de la vida quedan cosas de las que una no es suficientemente consciente, donde todavía se pueden hacer algunos cambios e intencionar algunas transformaciones. En este sentido los espacios donde participo han sido fundamentales. Ellos me han proporcionado los elementos que me faltaban desde las relaciones interpersonales, desde lo bíblico, lo teológico. Conocer e interactuar con tanta gente diferente que tanto aportan a mi vida desde lo personal y lo profesional, me ha permitido ser hoy quien soy.

La transformación del mundo tiene que empezar por lo más pequeño, por esos espacios de transformación desde la base, desde lo cotidiano, desde lo más pequeño. Ese es uno de sus grandes aportes. Todo lo que hacemos en los talleres de lectura popular de la Biblia, en los talleres de educación popular está en ese camino, en el camino de producir transformaciones desde lo más pequeño y, a veces, aparentemente insignificante.

Por otra parte se produce una especie de sano contagio porque la gente se convierte, a su vez, en multiplicadora de esos espacios en sus comunidades. Un mundo mejor sí es posible desde esa perspectiva aunque muchas veces nos parezca poco eso pequeño que intentamos hacer cada día en beneficio de otros y otras, de nuestra realidad y de la de otros.

Y las voces que trajo el río comienzan a correr arroyo abajo, buscando el cauce. Una estrella alardea su verdad a medias imaginando que aquí abajo todo es seguro. El ojo que te vio es sólo simulacro de ilusiones. Nada acaba, todo vuelve a inventarse como estas historias que hambrean por continuar construyéndose…

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