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Invitación a la utopía

Esther Ávalos Mesa

Ella está en el horizonte.
Yo me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar.

No lo pude evitar. Las conocidas palabras de Galeano estuvieron retozando en mi memoria, mientras asistía, impresionada, al Festival Utopía, que animado por la Asociación de Desarrollo Económico y Social Santa Marta (ADES) y llevado a efecto por jóvenes de los departamentos de Cabañas y Cuscatlán, tuvo lugar en la Casa Comunal de Santa Marta.
Según Julio Zavala, representante del Programa de Organización y Acompañamiento Comunitario de ADES y joven de Santa Marta, el objetivo de este Festival que se realiza cada año es animar y fortalecer la creación artística desde la iniciativa de sus protagonistas, los jóvenes, y al mismo tiempo ofrecerles espacios para dar a conocer sus aptitudes para el arte y la cultura, con énfasis en la historia y la identidad comunitaria.
A la vez que disfrutaba de las danzas, la música, el teatro, venían a mi mente algunos datos interesantes. Resulta que en El Salvador más de la mitad de la población tiene menos de veinticuatro años. Una de cada cinco personas cae en la categoría de adolescente. En fin, que este pequeño país tiene la nada despreciable cifra de dos millones de adolescentes y jóvenes.
Sucede, además, que algunas investigaciones realizadas, muestran que la edad promedio de entrada a las temidas y famosas pandillas de por acá, es precisamente la adolescencia y que los miembros en activo suelen ser mayoritariamente jóvenes. Además, la inmigración hacia los Estados Unidos es también, básicamente, de jóvenes.
Las causas de ambos fenómenos son evidentes: exclusión social, desorganización comunitaria, falta de oportunidades, dificultad para construir una identidad personal, familias disfuncionales, temor a la violencia en el caso específico de la inmigración.
Con la primera presencia del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en el gobierno, mediante un presidente aliado, Mauricio Funes, se aprobó en el país la Ley General de Juventud que por lo menos en el texto da cuenta de una voluntad política y de compromiso con la juventud salvadoreña. Hoy el tema de la juventud está oficialmente incorporado a la Agenda Política del Estado.
Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los jóvenes ignoran el contenido de esta Ley y mucho menos han disfrutado o disfrutan de ella. Son, por lo general, instituciones y organizaciones de la sociedad civil organizada las que impulsan en El Salvador, programas de prevención y rehabilitación, pero no existe todavía una voluntad política que oriente estas acciones. Al menos en la práctica.
Desde mi silla en la Casa Comunal de Santa Marta, (por cierto, repleta de habitantes de la comunidad), pensaba en que si cada actor de la sociedad salvadoreña pusiera empeños en esfuerzos como este que hace ADES a favor de los adolescentes y jóvenes, facilitándoles su participación en actividades comunitarias, educativas, deportivas, productivas y culturales, a la vez que fortalece la identidad y la conciencia política, otro rostro exhibiría este país. Pero un empeño así tiene que tener muchos rostros y muchas manos. No basta la aprobación de leyes. La dimensión del problema en el país es tal que no puede ser manejado de forma exclusiva ni siquiera por parte de los tres órganos del Estado. Se necesita la participación cada vez mayor de la sociedad civil, las iglesias y sobre todo, de una ciudadanía consciente, dispuesta a tomarse las calles porque les pertenecen, en lugar de cederlas al miedo instalado. Sólo así serán más ciertos esos pasos que conducen a la utopía.

El banquete de la creación

Vamos todos al banquete,
al banquete de la creación.
Cada cual con su taburete,
cada cual con su misión.
(Cántico de la misa popular)

Un gran banquete de salud y vida. Esa fue la invitación que durante los días 23 y 24 de agosto recibimos, y a manos llenas, todas y todos los que participamos en el taller que, auspiciado por ADES (Asociación de Desarrollo Económico y Social de Santa Marta) y coordinado por el sacerdote hondureño Fausto Milla, se estuvo desarrollando por acá.
Confieso que entré por pura curiosidad. Ya mucho había escuchado del Padre Fausto, de su impresionante historia de vida donde figuran secuestro, cárcel, clandestinidad, exilio durante los cruentos años de la guerra. Estaba al corriente de su cercanía con la inolvidable Bertica Cáceres a quien nombra con familiaridad y respeto y con quien compartió espacios de lucha. Pero cuando lo tuve delante, supe que nada de lo que me habían dicho era suficiente para tener, al menos una idea aproximada de quién es este joven de 89 primaveras que derrocha salud, amor, ganas de vivir, espíritu de servicio y un sentido del humor agudo y contagioso.
El Padre Fausto trabaja vinculado a INEHSCO (Instituto Ecuménico hondureño de servicio a la comunidad), organización nacida en 1980 y en total clandestinidad, como era obligado en una época donde en Honduras, organizarse se pagaba con cárcel y muerte, cosa que, en verdad, mucho no ha cambiado hoy día. Nos compartió que como Misión tienen educar para tener un pueblo nutrido y sano con sus propios recursos y que esto incluye la apreciación de la vida y la apreciación del valor de cada persona.
En efecto. Durante las dos jornadas que duró el taller, asistimos a un encuentro especialísimo con la vida. No se trataba únicamente de compartir saberes sobre comida sana y medicina natural, aunque lo hubo y riquísimo. Pero no es naturalismo ingenuo lo que predica y practica el Padre Fausto. A la máxima hipocrática “Que tu alimento sea tu medicina, que tu medicina sea tu alimento” con que fundamenta sus enseñanzas, va unido un firme posicionamiento antisistémico que marcó todo el taller. “El capitalismo es profundamente anticristiano”, nos decía el sacerdote y argumentaba: “En el Libro de Génesis, Dios dijo: les doy para que se alimenten (…)”; nunca dijo: “les vendo para que se alimenten. Pero los mercaderes de hoy han convertido el banquete de la creación en una cueva de ladrones. Estoy seguro de que Jesús tiene ganas de darles riata con tanta o más gana que en sus tiempos”.
Su guerra tenaz contra la Coca Cola, los productos Nestlé, los saborizantes artificiales, los plásticos y toda la basura con que el capitalismo inunda el mercado, es mucho más que una actitud saludable ante la vida. “El capitalismo-decía- vende veneno que enferma y después vende la cura. Hay que estar alertas porque todo en el sistema es mentira.”
Una parte bellísima del taller fue el llamamiento a resucitar el tiempo en que el saber sobre la alimentación y la medicina estaban en el pueblo. “Los colonizadores secuestraron ese saber y le pusieron precio- apuntaba el sacerdote- y ahora resulta que muchos productos de nuestra tierra tienen como apellido “de Castilla”. ¡Es mentira!, ¡son nuestros y lo fueron siempre!”.
Entonces salimos al enorme jardín que rodea a ADES. La consigna era reconocer y compartir plantas con propiedades alimenticias y medicinales. Al regreso, el salón se llenó de verde, de aromas y texturas diversas. En mi cuaderno quedó una larga lista que pienso revisitar una y otra vez.
En la evaluación compartí algunas impresiones. Externé que del espacio me llevaba aquello de que cada ser humano se nutre por boca, nariz y corazón. Que el amor es el mejor de los alimentos, la más eficaz de las medicinas porque cuando es amor del bueno, busca la vida del otro y de la otra más que la propia. Me llevé las anécdotas compartidas: historias de abuelas y abuelos, remedios milenarios. Agradecí a ADES fomentar estos esfuerzos. Sentí la presencia constante de Bertica, que cual espíritu de los ríos, nos acompañó durante toda la jornada. En el corazón se me quedó para siempre la figura del sacerdote octogenario, con sus ojos agudos y una piel apenas tocadas por los años, afirmando, entre chistes picantes, impensables de acuerdo al estereotipo de alguien con su formación, que la risa es un arma sumamente anticapitalista porque el capitalismo no quiere que seamos felices. Llamándonos a la resistencia, insistiendo en la organización necesaria como única vía de dar la batalla.
Y allá, muy dentro de mí, latía Cuba como angustia inevitable.

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