Recién salidos de Belem de Pará, donde se celebró este año el Foro Social Mundial, llegamos hasta Guararema, Estado de Sao Paulo, Brasil, donde radica la escuela Florestán Fernández del Movimiento de los Sin Tierra (MST), para encontrarnos 40 comunicadores de 10 países latinoamericanos. Allí durante tres días evaluamos el papel de los medios de comunicación populares en este momento y en particular cómo desde la comunicación se puede potenciar la iniciativa de articulación de movimientos sociales en torno a los principios del ALBA.
Joao Pedro Stedile, de la coordinación del MST, sabía desde el inicio que esta reunión serviría para “con los pocos recursos y medios populares que tenemos: boletines, radios, páginas web…, juntar esfuerzos y tener una fuerza mayor.” Pero como todo proceso en construcción, no son pocos los retos que develó este seminario sobre la prensa popular y la integración regional. Entre ellos está la necesidad de que los movimientos populares abandonen una visión instrumental de la comunicación y la asuman como un eje estratégico de su accionar.
Lo anterior supone no sólo jerarquizar los espacios, medios y recursos que se disponen para esta labor, sino pensarla desde los objetivos finales de nuestras luchas. En consecuencia es preciso abandonar el modelo de comunicación autoritario, vertical, transmisivo que en demasiadas ocasiones asumimos, como parte de la cultura hegemónica de dominación que inconscientemente portamos y reproducimos aún al interior de las organizaciones y movimientos. Así daremos pasos hacia la gestación de una cultura de diálogo y participación de las bases y entre los diferentes sectores y movimientos.
Los comunicadores populares también tendrán que hacer lo suyo. “Muchas veces cuesta ponerse del lado de las organizaciones sociales y esa debe ser la prioridad. El eje debe estar en cómo construimos el ALBA desde los movimientos sociales”, alertaba Carina López, de Prensa de Frente, de Argentina.
Comunicarnos a partir de un paradigma dialógico nos hace mucho más coherentes y nos conduce poco a poco a vivir en la lucha, el mundo que queremos construir. Nos permite además reconocer en la práctica y aprovechar la gran sabiduría popular, enriquecer nuestras agendas de lucha y las vías y formas exitosas de esta. Nos unimos mejor al aprender como decía Freire a “convivir con el diferente para juntos luchar contra el antagónico”.
Una comunicación dialógica es la que posibilita una verdadera participación popular y con ella un real sentido de pertenencia y compromiso con las luchas. Asumir esta perspectiva no significa abandonar los recursos de información, movilización, explicación que resultan imprescindibles para organizar las luchas populares, sino todo lo contrario, enriquecerlas con aportes diversos que permitan construir verdaderas visiones compartidas que fortalecen la cohesión.
Los escenarios de una reunión y asamblea parecen mucho más factibles para dialogar que cuando hablamos de la comunicación mediada tecnológicamente. No es tan evidente el intercambio desde una emisora de radio y de televisión o a través de un boletín o un periódico, pero puede intencionarse una voluntad de diálogo cuando construimos la agenda de temas, no encerrados en una redacción sino en el contacto vivo con los interlocutores o destinatarios del medio. Estamos más cerca de ese modo de construir a través de la palabra, cuando además de los periodistas, se da acceso directamente a las voces de la gente y hablamos no sólo de los que creen y piensan los dirigentes de las organizaciones o los comunicadores, sino también incorporamos los temas y las visiones de aquellos a los que nos estamos dirigiendo. Ahí radica la esencia de lo que llamamos comunicación popular.
Esto presupone además cambios en las técnicas comunicativas, en los lenguajes, en las formas de elaboración y presentación pública de los mensajes. No podemos ceder a la tentación de reproducir sin discernimiento crítico las “técnicas exitosas” de la comunicación que estamos acostumbrados a ver, a escuchar o a leer en los medios tradicionales. Tampoco se trata de negarnos a conocer y a utilizar creadoramente muchos elementos que pueden resultar de utilidad pero hay que hacerlo desde la perspectiva de que no nos interesa manipular, ni tan siquiera persuadir, sino que nuestra comunicación tiene como fin construir visiones compartidas, aprender unos de otros, sin que nadie se autoerija en vanguardia esclarecida, sino a lo sumo alguien que quiere compartir sus visiones y propuestas en una comunidad de intereses que, en este caso, son intereses comunes y a la vez diversos, pero no incompatibles, de los sectores populares.
Por supuesto esas maneras de ver el mundo, esos sueños compartidos, esas propuestas de cambios, esos llamados de lucha que emerjan de los intercambios colectivos, queremos compartirlos con otros y otras, pero siempre con la humildad que da la comprensión de que nunca lo sabemos todo y de que todos y todas tienen algo que aportar. Cada llamado debe ser también una invitación a formar parte y a tomar parte, no sólo a sumarse a la propuesta ya hecha.
Los comunicadores reunidos en la Florestán identificamos el difícil entorno comunicativo en el que nos movemos caracterizado por una alta concentración de los medios tradicionales y el cierre o estrechamiento de espacios para los medios populares. Constatamos que, cuando el empuje popular ha provocado el quiebre de gobiernos, parlamentos y de los partidos políticos de las oligarquías subordinadas al imperialismo, los medios a su servicio han abandonado la supuesta objetividad que siempre habían proclamado y se han erigido directa y desembozadamente como los defensores de los intereses de la dominación y como instrumentos de ataque a las conquistas populares.
Ese comportamiento refleja la debilidad de los sectores dominantes y pone a sus medios en el límite de su poder cuando a fuerza de ir contra los hechos pierden su credibilidad ante los sectores mayoritarios de la población. Entonces es cuando más necesitamos medios de comunicación populares que no sólo llenen ese vacío de credibilidad mediática sino que logren, desde una coherencia entre contenido y forma, convertirse en organizadores y vehículos de formación, concientización y movilización de la inteligencia y la fuerza del pueblo.
Hicimos un balance de los recursos y la experiencia que hemos ido acumulando y concluimos en la urgente necesidad de lograr la articulación de medios y redes de los movimientos sociales y aquellos que les son afines a sus valores y propósitos. Para ello convenimos en gestar una campaña comunicativa como apoyo y soporte de la articulación de movimientos en torno a los principios del ALBA. Los primeros pasos nos conducen a intercambiar recursos, experiencias, informaciones, realizar coberturas conjuntas, compartir la agenda de los movimientos sociales como una agenda social de comunicación, que sea permanentemente enriquecida por el propio accionar de los movimientos y los avatares de la coyuntura.
Se identificaron además dos espacios de particular importancia para la comunicación popular, uno el desarrollo de acciones de incidencia en las luchas por el derecho a la comunicación y su democratización, así como las referidas a iniciativas comunicativas regionales que van apareciendo como parte de los esfuerzos integradores y el otro, la organización de procesos de formación de comunicadores y dirigentes de movimientos, organizaciones y redes sociales, en aspectos comunicativos, político-ideológicos y tecnológicos.
Quienes escribimos estas líneas aprendimos mucho en este encuentro, reafirmamos ideas y nos surgieron interrogantes y retos. Nos fuimos y creemos que no sólo nosotros, imbuidos del compromiso de cumplir los acuerdos individuales y colectivos. Si lo hacemos daremos otro pequeño paso en un camino largo que es el de consolidar una verdade
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