Después de tres años tratando de declararlo culpable, el ejército de EEUU ha terminado por ceder y permitió que el teniente Watada renunciara. A pesar de su negativa directa de una orden de movilizarse, Watada no pasó un solo día en la prisión.
Watada se presentó como voluntario para el servicio militar después del 11-S. Sus motivos no podían haber sido más patrióticos.
Cuando supo que sería enviado a Iraq, el teniente Watada comenzó a leer todo lo que podía encontrar sobre la guerra, de todas partes, para poder motivar mejor a los soldados bajo su comando. Uno de los libros que leyó fue “A Pretext for War” de James Bamford. En una película sobre su historia: “In the Name of Democracy,” Watada describió el choque que sintió al saber que: “Nuestro país, y nosotros como militares, habíamos sido engañados. No hay otra manera de describirlo. Sea que tergiversaron la verdad, que dijeron verdades a medias o que desinformaron – fue una mentira.” La Guerra de Iraq “no era una guerra de autodefensa sino por elección.”
Watada no es pacifista y basó su posición no sólo en la falsedad de las justificaciones de la guerra sino en la usurpación de la autoridad constitucional legítima por los funcionarios del gobierno de George W. Bush.
“Llegó un momento en el que vi a gente con poder, y ese poder era absoluto y no escuchaban la voluntad de la gente,” dice en “In the Name of Democracy.” “Esa era la dirigencia de nuestro país. Eran los que estaban a cargo de nuestras vidas, y sin embargo hacían lo que querían impunemente, y nadie estaba dispuesto a levantarse y desafiarlos.”
El 7 de junio de 2006, Watada publicó una declaración anunciando su negativa a movilizarse: “Es mi conclusión como oficial de las fuerzas armadas que la guerra en Iraq no es sólo incorrecta moralmente sino una violación horrible del derecho estadounidense. Aunque he tratado de renunciar en señal de protesta, me veo obligado a participar en una guerra que es manifiestamente ilegal. Como la orden de participar en un acto ilegal es también ilegítima en última instancia, debo rehusar esa orden como oficial de honor e integridad.”
Crucial en su argumento era la inconstitucionalidad de la decisión de ir a la guerra.”Teníamos gente dentro de nuestro país con cantidades tremendas de poder que hacía lo que le daba la gana,” explicó Watada. “No habían limitaciones y balances como lo propugna nuestra Constitución.”
Su desobediencia era también su deber según el derecho internacional: La Carta de la ONU y los principios de Nuremberg “prohíben las guerras de agresión. En su calidad de tratados, también forman parte del derecho de EE.UU.”
Watada y sus partidarios se preparaban para enjuiciar a la guerra. Pero el juez militar, el teniente coronel John Head se negó incluso a permitir que fuera considerada la motivación de Watada para rehusar la orden – la ilegalidad de la guerra.
La corte se enredó, tratando de mantener la paradoja de que un soldado tenga el deber de desobedecer órdenes ilegales, mientras Watada no podía argumentar que la orden que desobedeció no era una orden legítima.
Cuando el juez solicitó a los abogados de la acusación y de la defensa que pidieran la anulación del juicio sobre la base de que Watada debe haber comprendido mal su propia declaración, ambas partes dijeron al juez Head que estaban en desacuerdo. En ese momento el juez virtualmente instruyó al abogado de la acusación para que solicitara la anulación del juicio, la que otorgó de inmediato.
Ehren Watada está libre ahora para continuar con su vida civil. Pero como el gobierno de Obama se atrasa con sus promesas de retirarse de Iraq, se hunde en más cenagales en Afganistán y Pakistán, y amenaza con escalar el conflicto con Irán, las preguntas planteadas por la acción de Watada nos siguen persiguiendo. Algunas son:
¿Existe un derecho y una obligación de resistir?
Como dijo Watada; “Pienso que el mayor crimen que los dirigentes pueden cometer – la dirigencia de un país – sería conducir a su pueblo, a su país, a la guerra, sobre la base de afirmaciones fraudulentas.”