Preguntaba ayer un periódico en una encuesta a los lectores de su edición digital si creían que Internet y las redes sociales han jugado un papel fundamental en las revueltas de Túnez y Egipto. Un 87% respondía afirmativamente. Y no me extraña, pues todas las informaciones y análisis insisten en la importancia de estas formas de comunicación a la hora de explicar los estallidos populares.
Ahora bien: me gustaría saber qué responderían los egipcios a esa misma encuesta, si ellos consideran fundamental Facebook o Twitter para echar a Mubarak. No qué responderían los egipcios que tienen acceso a Internet (menos del 20% de la población), sino los cientos de miles que se la están jugando en las calle estos días.
Lo de la ciberrevolución es ya en un tópico de nuestro tiempo, pero dudo que lo de Egipto se explique en esa clave. La decisión del gobierno de Mubarak de cortar Internet no me parece, como pretenden algunos, una prueba de su importancia también cortó las carreteras, y nadie habla de revolución automovilística, sino más bien una muestra de la vulnerabilidad de estas formas de comunicación, que pueden ser apagadas por quien controla los operadores.
De hecho, el bloqueo de Internet ha devuelto el protagonismo al teléfono de toda la vida y hasta al vetusto fax para comunicar con el exterior. Los propios Google y Twitter han habilitado un servicio que funciona mediante una convencional llamada de teléfono. Y días atrás la oposición distribuía octavillas recomendando no usar las redes sociales para convocar, por ser fácilmente vigilables y manipulables por las autoridades, lo que demuestra una vez más que, cuando más libres nos sentimos on-line, más controlados estamos.
No dudo que Internet ayuda, facilita las comunicaciones y rompe bloqueos informativos. Pero lo que estamos comprobando estos días es lo contrario: que las revoluciones se siguen ganando en la calle, en manifestaciones, y con muertos nada virtuales (147 en Túnez, tal vez más en Egipto). Una lección para nosotros, que confiamos en que todo cambiará con un clic, y de salir a la calle nos olvidamos.
por: Isaac Rosa (Sevilla, 1974). Ha publicado las novelas La malamemoria (1999), posteriormente reelaborada en ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), El vano ayer (2004) y El país del miedo (2008). Su última novela, El país del miedo, ha recibido el Premio Fundación José Manuel Lara a la mejor novela de 2008. En sección Opinión de “Público” de Madrid.