“Fue la afinidad por el teatro de un grupo de promotores de cultura espontáneos la que nos unió. Nos encontrábamos en la Casa de Cultura de Manicaragua (Villa Clara) , casi siempre después de las cinco de la tarde, ya que muchos trabajábamos durante el día. Allí realizamos nuestros primeros encuentros.
“Las actuaciones iniciales estuvieron dirigidas a los niños y las niñas. Teníamos la peña infantil Maravillas del macuto. Pero nuestras inquietudes, las necesidades de dialogar con un público más amplio, destinaron la creación a jóvenes y adultos. Por eso, tuvimos que hallar una sede en la comunidad para poder enfocarnos en sus problemáticas, principalmente en la pérdida de la oralidad, la contaminación ambiental debido a la situación del río Arimao y el derecho de los niños a la participación y a expresarse libremente.
“Esa sede la encontramos en una de las cuencas del Arimao. Ocupamos el espacio de una vieja placita (mercado de viandas) y desde ahí, salíamos a investigar el sentir de los pobladores de la zona, que nos incluye, pues vivimos en esta comunidad. Varios textos los escribimos teniendo en cuenta el relato de la gente.
En una de las noches del Taller básico de Educación popular (EP), esta directora de teatro nos acercó por primera vez a la aventura transformadora de Cubiche. Y aún cuando no hubo referencias explícitas al teatro del oprimido de Augusto Boal, son innegables las conexiones con aquel ánimo de acción y cambio que inundó la creación latinoamericana de décadas anteriores.
“Nosotros estábamos dedicados a representar obras de otros escritores, era nuestro trabajo tradicional, a diferencia de lo que hacemos ahora, con mayor interés en la comunidad.
“A aquella primera peña Maravillas del macuto – denominada así porque nos movíamos a diferentes lugares a hacer teatro para la niñez, e íbamos con nuestro ´saco al hombro`- tuvimos que cambiarle el nombre en un momento en el que ya no trabajábamos con un solo público. Nos centrábamos en la comunidad. Por eso, a uno de los integrantes del grupo se le ocurrió llamarnos cubiche, por ser un vocablo que recoge el sentido de lo cubano, lo popular, lo tradicional…
“En el grupo hay actores que tienen la facilidad de narrar, son cuenteros, y con fuentes como investigaciones, recuperamos diferentes leyendas de nuestra zona, entre ellas la del güije del Arimao, y la devolvemos, incluso, a la comunidad urbana. Es una forma de que no se olviden.
“Pero no nos hemos quedado estáticos. Todavía vamos, por ejemplo, a la zona del Turquino, de difícil acceso y conversamos con la gente de sus necesidades, de sus tradiciones. Participamos en la Feria del Libro en la montaña, que abarca tres provincias: Sancti Spíritus, Cienfuegos y Villa Clara. Nos movemos con los escritores y presentamos sus textos. Como te decía, también hacemos teatro callejero.
Con los niños trabajamos…
“A los niños y a las niñas a veces les es más fácil participar en la comunidad, cantar, bailar aquí, que incorporase a la Casa de Cultura donde se requieren condiciones específicas”, me dice Zeneida, al adentrarnos en el trabajo que hacen junto a los niños.
“Le damos la oportunidad de que creen soluciones, de que cambien finales, hagan propuestas a la historia que traemos. Muchas veces, después de nuestros ensayos con ellos, hacemos un concurso y pintan dejando interpretaciones de lo que han visto. Nosotros nos quedamos con sus dibujos, con lo que han dicho y armamos la obra, y eso lo movemos a la escuela, a las comunidades a las que vamos.
“También los padres participan con nosotros y, muchas veces, logramos que cambien a partir de las sugerencias del niño, se dan cuenta de la importancia de esa mirada.
¿Qué ha significado para ti llevar adelante esta experiencia?
“Todavía hay muchas cosas que tengo que desaprender y otras que incorporar, como he visto en este taller. Volver con nuevos conocimientos de la educación popular también va a ayudar en mi rol de coordinadora.
“Sin embargo, me satisface mucho que la protagonista de lo que hacemos sea la comunidad. Son sus pobladores los que conducen junto a los miembros del grupo: Arturo Estepa, Nerelis Montero, Fidel González, Norielys Guerra y Aliney Alba. Cubiche es también la comunidad y en varias ocasiones de esta ha salido el apoyo para nuestras obras.
“Para mí el grupo es como un hijo que da alegrías y tristezas, que al final se revierten en cosas buenas, en resultados. Siempre digo que es necesario hacer más, y por eso tengo tantos deseos de volver. Cuando estoy lejos, hasta el aire falta”.