Inicio Resumen Semanal No. 18-2012 “Lo único seguro es la certeza de las dudas”. Entrevista con Beatriz...

“Lo único seguro es la certeza de las dudas”. Entrevista con Beatriz Casal, pastora de la Iglesia Bautista Shemá de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba. .

Me dice esta frase mientras charlamos en la desorganizada oficina del Programa de Comunicación Popular una tarde de mayo. Afuera el sol reverbera y Beatriz se ha escapado unos minutos del taller de la Cátedra de la Mujer Clara Rodés in memoriam. “Somos unas herejes, nos hemos escapado de los textos bíblicos, de Dios y de las reflexiones”, le digo en broma. Ella se ríe con sorna y comienza a contarme su historia…

La primera imagen que me construí de Dios era una imagen metafísica; es decir, yo sabía que había un Dios creador y comencé a abrazar ese pensamiento metafísico. Recuerdo que durante esa etapa de mi vida leí mucho a Spinoza, el filósofo holandés de origen judío que planteaba que “podemos conocer el mundo porque nuestro entendimiento, en tanto parte del entendimiento de Dios es una modificación o “modo” de la misma sustancia divina”… Luego vino un largo período donde traté de encontrar un camino propio. Hice muchas lecturas… hasta que me enfermé.

Un día, una compañera de trabajo me dijo: “Voy a orar por ti para que te sanes”. Yo le había pedido a todos los santos; incluso tenía una virgen de la Caridad pero nunca había puesto un pie en una iglesia… hasta que conocí al pastor de una iglesia pentecostal quien me regaló una Biblia y comencé a leerla de la mañana a la noche por eso mi fe parte del conocimiento de la Biblia. Comencé a visitar aquella iglesia, que era una casa culto. Las iglesias pentecostales predican un evangelio de sanación muy fuerte. No te puedo decir que yo me sané por magia porque no creo en la magia. Sí creo en la fe y en la palabra de Jesús. Y ese convencimiento, ese deseo y esa fe de que Cristo me salvaría, me sanó. Y así fue creciendo mi fe y mi sanidad física y espiritual.

¿Cómo definirías tu fe y como la vives?

Es algo que transita por los sentimientos: No es fácil de explicar, y es preciso mostrarla en la práctica de las relaciones. Vivo la fe en lo cotidiano, me considero una mujer de fe y me muevo a través de relaciones donde está siempre presente la fe en ese misterio, que es tanto revelación como ausencia. Para mí el Dios en que tengo fe se revela para saber que existimos y que está ahí y se ausenta para enfrentar la inseguridad de él. Creo que es la única manera de recrear y repensar su confianza. Lo único seguro que encuentro en la fe es la certeza de las dudas, y es esto precisamente lo que me hace seguir adelante en la búsqueda de aquel que no se deja atrapar, encasillar, enrejar, apresar, emparedar. Ese Dios en libertad es quien me libera para vivir mi fe.

¿Cómo das tu testimonio de fe desde la perspectiva femenina?

Una relación con Dios para cualquiera, no sólo para la mujer, desde una perspectiva patriarcal es opresora. Pero la mujer tiene, a diferencia del hombre, una manera diferente de relacionarse con Dios. Creo, a la vez, que Dios se relaciona con la mujer también de una manera diferente. He transitado por un proceso vinculado a la Teología de la Liberación, en especial desde el Centro Memorial Martin Luther King (CMMLK) y no quisiera dejar de mencionar a varias personas que han contribuido a mi formación y a mi crecimiento personal en este Centro, entre ellas a Alejandro Dausá, Daysi Rojas, Carmen Nora Hernández y, muy especialmente, al reverendo Raúl Suárez de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao.

Este repensar teológico me llevó de la mano al encuentro con la teología y la hermenéutica feminista de la liberación que se hacen en Latinoamérica y el Caribe. Y desde muy temprano me descubrí feminista.

¿Te consideras feminista?

Soy feminista porque opto por la propuesta de un mundo sin condicionamientos patriarcales y porque creo que la esencia del movimiento feminista es el compromiso de acompañar la liberación de los excluidos, los marginados, todos los explotados de la tierra, no sólo de las mujeres. El feminismo continúa trabajando por desarticular todo un sistema andro-céntrico que genera guerras, violencia, reprensiones, desestimación, desamparo y destrucción del ser humano y del planeta. Tengo la convicción de que el movimiento de Jesús tan revolucionario, tan liberador, fue un movimiento feminista. Sin lugar a dudas, Jesús soñó con una sociedad sin marginación, sin exclusión, el reino de Dios para nada se parece al sistema que ha regido y rige el mundo.

¿Qué retos y conflictos te plantea ser mujer y cristiana en estos tiempos donde lamentablemente existe tanto descrédito?

Tengo que comenzar por decirte que el descrédito es una de las armas —entre otras muchas— que se usa para legitimar el poder, cualquiera sea. Cuando una persona desa-credita o devalúa a otra, en la actitud de quien lo hace se explicita la necesidad de acreditarse ante el resto como quien decide y posee los cánones de conducta y de acción.

He pasado por conflictos personales, que más que desarticularme, me han ayudado a crecer, a repensar mis equivocaciones y a convivir entre el amor y la injusticia. Lo único que lamento de los momentos difíciles ha sido encontrar en el camino patriarcas femeninas que decepcionan cuando desacreditan a otras mujeres, lo cual es más triste que cuando viene de un varón. Sin embargo, he avanzado en un proceso de madurez donde he podido comprender que el trabajo honrado y la preparación sistemática son dos armas mucho más poderosas que el descrédito. Creo en la posibilidad de seguir pacíficamente hacia adelante.

El mayor reto para una mujer en el mundo eclesial y ecuménico es aprender a apropiarse de una hermenéutica feminista crítica de la Biblia. Es además, una buena manera de salir de los conflictos con una fe más fortalecida.

¿Cómo definirías el poder y desde qué lugar teológico te ubicas como mujer y como cristiana para entender desde tu experiencia de vida, la realidad donde vives y trabajas?

Existen dos poderes fundamentales y siempre enfrentados: el poder estructural y el poder espiritual. Por un lado, el poder estructural es hegemónico y daña, pretende todo el tiempo dominar. Por supuesto que no funciona solamente a través de las cosas materiales, como la economía y la política, sino que como estructura de poder pasa también por la subjetividad social e individual. Por otro lado, el poder espiritual es epifánico y se vuelve praxis de vida si aprendemos a descubrirlo. En lenguaje religioso este poder se manifiesta como conversión a la libertad, pero me gusta más llamarle opción de vida.

Reconozco a un Dios liberador de todas las opresiones que el ser humano encuentra a cada paso. Ese Dios lo descubrí en la Teología de la Liberación. Un buen día conocí esta propuesta y opté por ella. Hace más de diez años comparto la fe con un grupo de personas en mi propia casa, en lo que consideramos nuestra iglesia, a la que llamamos Shemá que significa escucha en hebreo. Queríamos que fuese un espacio, sobre todas las cosas, para escucharnos todas y todos. Y así ha sido.

En esa pequeña sala cabe cualquier persona; no importa el tipo de creencia que profese; incluso, aun sin creer, puede acercarse a nosotros para compartir las enseñanzas de Jesús. No podría ser de otra manera, porque la imagen del Dios que me convoca es libre, dinámica, a veces suave y otra estruendosa; está en medio de la naturaleza, de la convivencia con la familia, con los amigos; en las alegrías como en las nostalgias. Es una imagen que se me convierte en pasión, paz, ilusión, sexualidad, sueños, esperanzas y, sobre todo, rebeldía ante las injusticias.

En enero de este 2007 fui ordenada al ministerio pastoral, esto es algo que pidió mi comunidad y que es promovida por la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba, institución de la que formamos parte. Decidí dar este paso porque siento que me ha ayudado en la reestructuración del compromiso y el acompañamiento de la gente de mi iglesia. También me he propuesto nuevos desafíos y me he abierto a nuevos horizontes. La ordenación de la mujer en las iglesias, teniendo en cuenta que ninguna institución escapa de la cultura patriarcal, significa poner las cosas en “orden”, en el lugar que corresponde y nos toca defender como mujeres.

Mi vida y mi práctica eclesial están mediadas por una fe colorida que me proporciona un matiz diferente en cada espacio y que se hace cotidiana. Disfruto, aprendo, comparto, acompaño y me dejo acompañar. Amo, me esfuerzo y me debato en el misterio siempre latente de ese Dios que me trastorna la vida de miles de maneras pero me hace la existencia intensamente feliz.
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Beatriz Casal Enríquez es pastora de la Iglesia Bautista Shemá de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba. (FIBAC) Nació el 27 de julio de 1950 en Los Arabos, Matanzas. Graduada de bachiller en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana. En este mes defiende su tesis de licenciatura en el Instituto Superior de Estudios Bíblicos y Teológicos (ISEBIT).

Colabora con diferentes espacios ecuménicos: Programa de Reflexión/Formación Socioteológica y Pastoral y la Cátedra de la Mujer Clara Rodés in memoriam del CMMLK. Programa de Lectura Popular de la Biblia (CECIC), Programa Mujer y género, Programa de Salud Comunitaria, Programa de Desarrollo Sostenible del Consejo de Iglesias de Cuba. Cátedra de la Mujer del ISEBIT. En la FIBAC integró la Pastoral de Adultos y en la actualidad es Secretaria de Actas de la Directiva de esta Institución.
Coordina un proyecto eclesial ecológico comunitario, en el cual se realizan diversas acciones: cría de animales, siembra de plantas desde la agricultura sostenible, medicina natural y tradicional, práctica de taichi y celebraciones ecuménicas.

Muchas han sido las personas e instituciones a las que agradece su formación: en el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas y el Centro de Reflexión y Diálogo de Cárdenas, a Reinerio Arce y el Maestro René Castellanos; en la FIBAC, Paquito Rodés y Lila, así como el acompañamiento de la Rev. Estela Hernández. En el ISEBIT a Adolfo Ham y Libio Díaz.

En la vida, el trabajo, la complicidad en la fe y el ecumenismo a Daylins Rufin, Raquel Suárez, Luis Carlos Marrero, Javier Pérez, Santiago Delgado, Midiam Lobaina. Y sobre todo, a la gente de la iglesia Shemá que fue y sigue siendo un espacio elegido y especial.

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