Ahora se habla de Brasil como una potencia. En discursos y noticias el país brilla. Y hasta, con cierta esbeltez, el gigante se asoma en los foros internacionales. Una amiga me revela: “escogieron a un grupo de publicistas para trabajarle la imagen”. Pero, a estos profesionales del mercado se le han extraviado los manuales de identidad.
Eso se nota al recorrer ciudades como Sao Paulo, una de las urbes más grandes del mundo. Los diseñadores, cada vez más, borran el verde y ponen el gris. Asfalto, edificios, centros comerciales. Por música: latidos de modernidad. También hay tristes desaciertos visuales.
A nadie se le ocurre qué hacer con la multitud que se tapa con la noche alrededor del Viaducto del Chat, en el corazón paulista. Un tiempo viejo se sigue concentrando en la Plaza de Sé, donde intentan dormir inmigrantes nordestinos y buscadores de vida de países cercanos: bolivianos, paraguayos, peruanos. Compite con los rascacielos la torre de la mendicidad en la “New York del Sur”.
Algún mensaje quiso dejar a estos publicistas aquel hombre que salió volando del Viaducto del Chat. Su vuelo, brevísimo, culminó en el parque donde miles de jóvenes se reunían contra el frío de los condominios. Lo vi descender, ya sin su “color rosa” entre indignados e indignadas e impactarse contra el cartel de OcupaSampa.
Otra tarde de esas frenéticas en que todo se vende y se compra, un grupo de teatro salió de las alcantarillas gritando La Internacional.
Ahora, siempre que se pule a Brasil en los cables de noticias, me ilumina el relámpago de la historia de Latinoamérica. ¿No será que se prolongan los años coloniales de robo y extracción?
Por suerte, en diversos lugares se esbozan estrategias contra estos diseños de país. Renace la memoria. Los re-memoriados, ellos y ellas, desenvuelven la lección histórica que mostró Eduardo Galeano alguna vez: el “desarrollo” deja a la deriva a millones de náufragos.
- La autora de este comentario, periodista e integrante del Programa de Solidaridad del Centro Memorial Martin Luther King, estuvo en la ciudad de Sao Paulo, Brasil, durante seis meses para contribuir con la articulación ALBA movimientos.