Por: Chelsea Westerfield
Universidad de Indianapolis
Hace dos meses, tuve la suerte de pasar diez días en el hermoso país
de Cuba con el fin de conocer la verdad sobre su gente y su cultura.
El haber crecido en los Estados Unidos, me hizo escuchar una historia
de Cuba. Había escuchado que era un país comunista lleno de infelices
oprimidos. Esto es lo que mis maestros me enseñaron en la escuela y lo
que vi en la televisión y en películas como “An American Carol.” Sin
embargo, lo que observé en Cuba no se parecía a nada de lo que yo
había experimentado antes. Aprendí más en diez días en Cuba de lo que
había aprendido en los últimos dos años de mi carrera universitaria.
Debido a esto, me molesta escuchar que algunos políticos
estadounidenses le niegan a futuros estudiantes el acceso a Cuba.
En Cuba, vi a muchas personas con un conjunto de prioridades
completamente diferentes a las de muchos estadounidenses que conozco.
Recuerdo haber hablado con una chica cubana en la universidad acerca
de los Estados Unidos. Dijo que no entendía cómo un gobierno no puede
proporcionar atención de salud y educación gratuita a sus habitantes.
Si cada persona nace igual, entonces ¿por qué se les niega algunas
personas las herramientas para una vida de éxito debido a su estatus
social? Creo que muchos estadounidenses han permitido su codicia anule
el sentido de compasión por sus semejantes. Por lo general, a los
estadounidenses se nos enseña que podemos hacer cualquier cosa y ser
cualquier cosa si sólo trabajamos lo suficientemente duro. Sin
embargo, creo que muchos estadounidenses no tenemos compasión por
nuestros vecinos porque creemos que el fracaso es el resultado de la
pereza. Cuando los estadounidenses tenemos éxito, muchos decimos, “He
trabajado duro; gané esto”. Yo misma soy culpable de atribuirme el
éxito a mi esfuerzo cuando saco buenas notas. En raras ocasiones, me
detengo a pensar en los profesores que respondieron a mis preguntas y
corrigieron mis errores. Rara vez, pienso que el senador que me otorgó
una beca para que pudiera asistir a una universidad privada.
En muchos casos, una persona tiene éxito debido a la red de apoyo que
tienen por debajo de ella, en lugar de una actitud trabajadora por sí
misma. Una vez que me di cuenta de esto, fui capaz de entender
por qué Cuba tiene como prioridad el ver que todas las personas tengan
acceso a la educación gratuita, incluyendo la universidad y la
atención médica gratuita. Me enteré de que en Cuba a todo el mundo se
le da un sistema de soporte básico para que cuando trabajen duro,
puedan tener éxito.
También aprendí acerca de la religión afrocubana. Antes de ir
a Cuba, pensaba que la santería era una religión violenta que
practicaba la brujería y el vudú. Por suerte, tuve la oportunidad de
conocer la verdad acerca de la santería de parte de un antropólogo
cubano muy amable que practica la religión el mismo. Aprendí que la
santería utiliza la magia como una manera de mantener el equilibrio en
el mundo. Dijo que uno hace cosas buenas para que le pasen cosas
buenas. Por lo tanto, no tiene sentido que una persona haga algo para
lastimar a alguien, ya que correrían el riesgo de hacerse daño a si
mismos. Santería me recuerda mucho a otras religiones que son
pacíficas en naturaleza, pero a veces son mal utilizadas por una
pequeña minoría. En esos casos, la gente misma debe ser criticada y no
la propia religión. Aunque, cuando escuché por primera vez la palabra
“magia” me sentí incómoda. Sin embargo, el antropólogo dijo que un
ejemplo de magia sería como escribir los nombres de una pareja
discutiendo en papel y luego verter miel sobre el papel para endulzar
la relación. Este ejemplo puede parecer tonto, pero me hizo
reflexionar sobre el propósito de la religión misma.
Si uno realmente se pone a pensar, creo que muchas de las
prácticas religiosas suenan tontas si no estamos familiarizados con
ellas o las escuchamos fuera de contexto. Por ejemplo, si uno
escuchara que un grupo de personas comieran pan creyendo que era parte
del cuerpo de un santo y bebieran vino creyendo que era sangre, se
podría pensar que esta gente estaría loca. Sin embargo, en el contexto
adecuado, lo que he descrito es el sacramento de la comunión
practicada por los cristianos en todas partes del mundo. Creo que a
fin de cuenta, la religión es una forma en que la gente a encuentra la
seguridad y esperanza en sus vidas. Si las personas tienen la razón o
no en relación a sus creencias, todo el mundo debería tener derecho a
venerar de una manera que les dé paz. Una vez que aprendí esto, tuve
la oportunidad de disfrutar mucho el acto que vi de la gente bailando
para representar a los “orishas” o deidades de la santería.
Sin embargo, no todo es perfecto en Cuba. A veces hay apagones
y hay muchas cosas como fresas frescas que no se puede conseguir. Como
estadounidense, llegué pensando que los
problemas económicos del país fueron causados por el gobierno
comunista. Para mi sorpresa vi evidencia como una valla publicitaria
que mostraba otra opinión. Decía: “El bloqueo: El genocidio más largo
de la historia”. Mucha gente no sabe lo mucho que el embargo o como
dicen los cubanos bloqueo en realidad afecta al pueblo cubano. No sólo
los EE.UU. se niega para el comercio con Cuba, sino que también hace
esperar seis meses a los buques para atracar en los EE.UU. después de
haber entrado a Cuba. Esta es una manera disimulada de forzar Cuba a
que prácticamente tenga que sobornar a otros países a comerciar con
ellos, ya que corren el riesgo de perder el mercado de los EE.UU.
cuando se ven obligados a esperar seis meses antes de transportar
mercancía a los EE.UU. Me es claro, que la familia Castro no es
responsable de la mayor forma de opresión en Cuba, sino que es el
embargo de EE.UU.
En conclusión, mi viaje a Cuba fue la mejor experiencia de mi
vida. Lo que he mencionado son sólo algunas de las lecciones que
aprendí. Siempre me acuerdo de mi tiempo ahí y aprecio cada
recuerdo que tengo. Una de las cosas más importantes que aprendí, como
ciudadana de los Estados Unidos, fue la similitud de nuestros
supuestos enemigos con nosotros. Creo que a la gente se le olvida que
nosotros (tanto estadounidenses como cubanos) somos seres humanos
iguales. Nos reímos, lloramos, amamos, soñamos y que todos merecemos
el derecho a gobernarnos a nosotros mismos como mejor lo creamos
conveniente, aunque esa no sea la manera en que algunas súper
potencias lo quieran. Es hora de que la “tierra de los libres” ponga
fin al embargo.