para Alberto Peraza.
El libro de los artículos no tuvo en cuenta
al muchacho del tacón y la peluca rubia
que también juró ser como el Che
en sus mañanas de colegio.
Lo mordió el desamparo
y la madrugada resultó ser una hija de puta
con el pellizco listo en la punta de la tenaza.
No vale acusarlo de bufón por la pirueta.
Hay que buscar en la sangre el arte de las pieles
para no empuñar a la ligera el revolver.
El muchacho del tacón existe, como puede,
y como muchos despierta entre el calor
y el humo asqueroso de los carros,
devora la misma cáscara ácida del pan…
luego acomoda solemnemente unas tetas de goma
sobre su pecho raquítico
mientras mira el retrato
en el muro del frente
junto a una frase que dice:
“Con todos y para el bien de todos”
entonces se pregunta y sueña,
porque el muchacho de la peluca rubia
sueña y se hace preguntas,
aunque no lo parezca.
Varias veces se ha visto entrando a palacio
de la mano de un galán
entre el arroz y los violines.
Otras, rodeado de niños
dibuja con sus alas hermosas
en una pizarra la palabra:
Esencia.
¿Quién sabe?
Tal vez él apostara aún por este suelo,
pero sabe que no aparecerá en los diarios nacionales.
Para él no fueron concebidas las medallas.
De nada le sirve una consigna
si ya por dentro hemos quemado sus banderas.