Crecí escuchando decir a mis maestros que pesaba una amenaza sobre la tierra que era el desarrollo ilimitado industrialista de las grandes potencias imperialistas, como si la naturaleza pudiera resistir mucho tiempo, los hombres en su afán de acumular riquezas han creado una poderosa maquinaria bélica de muerte con armas nucleares, químicas y biológicas capaces de aniquilar nuestra propia especie.
Fumero, mi profesor de Historia en la enseñanza pre universitaria, defendía con mucho fervor que en nuestro país se había erguido un líder, frente a los gendármenes de las políticas globalizadoras y neoliberales con Estado Unidos a la cabeza, cuyas ideas trascenderían como Noé en tiempos bíblicos. Fidel Castro Ruz, estadista entrañable quien a dedicado su existencia a la causa común de los pueblos y de la tierra y nos ha guiado al buen puerto de un socialismo; no perfecto aún, pero revolucionario y en constante transformación que sirvió de guía cuando todo parecía desmembrarse.
La verdad predicada por éste paradigma humano no excepto de manchas pero Gigante en su actuar nos ha convocado a la esperanza, a soñar con utopías necesarias; para que la podrida fruta imperial en su corta visión, reduzca sus poderosas armas de destrucción y muerte a una merecida solicitud del perdón a la Humanidad.
Yo vibraba por encontrar mi propia voz y ponerme al lado de lo justo, aunque no me comprendieran, mis amigos, me tildaban de loca, porque en mi adolescencia estaba de moda en los jóvenes, el tener por encima del ser, a pesar de todos los buenos valores heredados de la historia viva acumulada en mi patria. Yo nunca tuve nada material, pero sí me impregnaron mis padres, el amor, al punto que todo lo que ofrezco me parece poco y siempre me quedo con sed de entregar lo mejor de mí.
Cuando por la Televisión recientemente anunciaban un encuentro histórico: la conformación del Consejo Económico Latinoamericano y Caribeño (CELAC) que concretó la autoafirmación de nuestros pueblos por el bien de muchos, en contraposición con la opulencia de pocos, de la política actual generalizada en el Continente; me sentí aliada política de este proyecto.
Una Agenda que nos une
En este año 2012 en la Feria del Libro en Sancti Spíritus, Villa del Espíritu Santo como la denominaron sus colonizadores, me adentré en la esencia de determinados artículos de la Agenda Latinoamericana. No podía sino exteriorizar mi profunda lección por no haber comprendido hasta aquí la importancia de unirnos los creyentes y no creyentes porque nuestras causas no tienen grandes diferencias.
Al hurgar en las herramientas importantes que ofrece esta bella publicación continental, me hice la pregunta: ¿Noé o Fidel?
Cuando Noé predicaba la urgencia de cambios las personas no lo escuchaban y vino el diluvio que devastó a la tierra y apareció el arca que salvó a unos pocos y dejó perecer a otros. Cuando Fidel hablaba, muchos no prestaban atención aunque su prédica era para salvarnos todos porque para no ir al encuentro de lo peor tendríamos que sacrificarnos juntos.
Considero que el escenario hoy es de crisis, no de tragedia –al decir de Leonardo Boff en las páginas de esta Agenda 2012. Como en tiempo de Noé, estamos en un proceso de purificación y maduración.
La CELAC con su concepción es nuestra Arca, donde estará a salva lo esencial de nuestros pueblos, mientras continuamos nuestro ensayo civilizatorio y a la vez ya, construimos una nueva forma de habitar la Tierra, de producir, de consumir, de tratar los desechos, para lograr armonía con nuestra Madre Común.
Implica que tendremos que renunciar y hacer cambios profundos de errados paradigmas. Acudamos al buen parto de un nuevo nacimiento. La transición es posible para garantizar un futuro sostenible.
Demostremos los mejores frutos como seres humanos que sienten, piensan, aman, cuidan y veneran. Aceptándonos como parte de la tierra, de la naturaleza, de la creación, tendremos sobradas razones para cuidar la casa de todos y todas.
Nuestra principal misión seguirá siendo conservar el paraíso terrenal, del Edén, donde el derecho a la vida siga siendo más fuerte que la muerte, donde la luz siga teniendo más derecho que las tinieblas; donde la tierra siga siendo el Templo de los Dioses sin diferencias con los humanos y donde el espíritu de las energía creadoras y renovadoras contribuyan a que esta obra de infinito amor no tenga un final trágico como el que cuenta la Biblia.
Yo pertenezco a un pequeño pueblo de éste hemisferio que se llama Jarahueca, en Yaguajay, y porque creo que hasta del más intricado lugar siempre tenemos algo nuevo que aportar, no quería dejar excluidas mis modestas impresiones luego de repasar la propuesta sobre el buen vivir que nos presenta este año la Agenda Latinoamericana Mundial, para que todos y todas los que puedan leerlas sientan también que pueden enriquecer estas páginas.
Por: Damaris Rodríguez Ramos