Las notas del himno nacional y algunas estrofas del venezolano cerraron el encuentro. Fue sin esbozos previos. Habíamos llegado a aquel salón del CMLK todavía desconcertados con la noticia del 5 de marzo: la partida inesperada del presidente Hugo Chávez.
No era la primera vez que el proyecto venezolano y su Comandante nos convocaban. Días antes, el 4 de febrero, con rostros mucho más radiantes habíamos celebrado el preludio de la revolución bolivariana, la rebelión protagonizada por Chávez en 1992. “Yo no tengo nítidos esos hechos” –dijo Joel Suárez, cuando empezaron a aflorar los recuerdos que también conforman la historia de acompañamiento del Centro al proceso de Venezuela. “Pero en 1994, al visitar el país, tuve la oportunidad de entrar a la cárcel donde estuvo Chávez. Fue a través del movimiento pentecostal que me recibió, cuyos antecedentes libertarios se enraizaban en la etapa guerrillera”. De esa forma, el 6 de marzo, volvimos al significado del suceso que mejor grabó en el pueblo la imagen del teniente coronel, con boina roja y uniforme de camuflaje, alzado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, e iniciador de otro tiempo para su nación y América Latina.
“A mí me impactó su oratoria”, comentó Ariel Dacal, del programa de educación popular. Evocó al hombre delgado, de traje negro que habló a los estudiantes en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, casi 20 años atrás. “Su discurso tenía la poesía y la contundencia que solo había sentido al escuchar a Fidel, quien estaba junto a él ese día”.
Llanisca Lugo, del programa de solidaridad, tejió ágil la metáfora: “un rebelde del amor”. Y, tal vez, pasaron silenciosos los acontecimientos con los que ella pudo crear ese nombre: el surgimiento del Movimiento V República; la victoria de 1998; el renacimiento de Venezuela en 1999; la nueva Constitución; las diferentes leyes y misiones populares; el reimpulso tras el golpe de abril del 2002, ya previsible en las palabras del mandatario, secuestrado en la base naval de Turiamo: “No he renunciado al poder legítimo que el pueblo me dio”; la fundación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América en 2004; la reelección, por tercera vez consecutiva, en los comicios del 7 de octubre de 2013.
Con Chávez al frente, emanó en Venezuela la construcción del poder comunal y popular; el apoyo a la integración latinoamericana; a procesos de cambio en diferentes países de la región como Paraguay; a los foros y encuentros de organizaciones sociales, entre ellos el de Caracas en 2006. Basados en los principios de solidaridad y cooperación rehechos nacieron ideas como la Articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA. El CMLK fue aliado de algunas de estas andanzas. Por eso, en el camino, se cruzaron muchas veces miradas y abrazos con Hugo Chávez. Por eso, el pasado 4 de febrero, no solo asistimos a la concentración en la calle G; más íntimamente, en la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, nos reunimos.
Allí estremeció la voz del pastor Raúl Suárez, quien rememoró las transformaciones lideradas por el presidente venezolano y la importancia de que este proyecto continúe a favor “de la calidad de vida de tantas personas ninguneadas, que a partir del gobierno y de su buena voluntad fueron beneficiadas con este proceso revolucionario y socialista”. Nuestra oración quiso convertirse, como dice la Biblia, en soplo de vida…
Sin embargo, los mensajes tras la noticia: los que de forma instantánea se divulgaron aquella tarde invernal o los que se leyeron con voz entrecortada en el saloncito al día siguiente, tenían como denominador común la firmeza de seguir haciendo realidad sus sueños, que son los nuestros:
Jesús Figueredo, educador popular escribía: “Sentimos un dolor que desgarra, pero que impulsa las ganas de continuar siendo más humanos, más patria, más socialismo, más buen vivir. No renunciemos a nuestro compromiso por la humildad y con los humildes.”
Por su parte, la teóloga Kirenia Criado compartía: “El profeta Amós era de Judá en el Sur y fue a trabajar y anunciar la Buena Nueva de Dios en Israel, al Norte, en el santuario de Betel. A Amasías, el sacerdote de Betel, no le gustó y denunció al profeta ante el rey Jeroboán, diciendo que ya no se podían tolerar las palabras de Amós. Y mandó decir a Amós: ´Oye, profeta, márchate de aquí, vete a tu tierra de Judá. Vete a ganarte la vida allí con tus profecías. No me vengas más a profetizar aquí en Betel, porque aquí es el santuario del rey y el templo del rey´. (Amós 7,10-15).
“Como el profeta Amós, Chávez incomodaba a los hombres del poder de su tiempo y quiso ser expulsado muchas veces; unas en su propia tierra por los grupos de derecha y otras tantas de los espacios donde se juega y se reparte el poder. Como el profeta Amós, Chávez nunca se presentó como profeta, sino como ser humano cristiano y gente de su pueblo, cumplidor fiel de su deber. Aunque ausente, sigue presente. Como el profeta Amós, ´su cuerpo fue sepultado en paz, pero su nombre vivirá a través de las generaciones´ (Eclo 44,14). Hagamos no de su nombre, sino de su proyecto latinoamericano de integración, el fundamento de nuestro quehacer como red.”
Entre otros mensajes leídos, estuvo este de Idania Trujillo, del programa de comunicación popular: “Sólo quiero decir, como el poeta salvadoreño Roque Dalton, ´los muertos están cada día más indóciles´. Así prefiero imaginar el último minuto de la existencia de Chávez frente a la muerte: indócil, irreverente, peleador… Sólo la poesía tiene el poder de expresar esa mezcla de dolor y esperanza.”