Se ha escrito mucho sobre el papel de los medios de comunicación en el llamado “mundo libre” –tópico que se suele utilizar cada vez más para designar al mundo bajo la égida del capitalismo-, especialmente se les ha denominado cuarto poder e incluso es habitual identificarlos con el carácter democrático de un sistema político. Pero la forma más clara, sencilla y contundente, de definir el papel real de los medios es la que se recoge en el libro de Serge Halimi, Los nuevos perros guardianes, en donde se señala que los medios de comunicación tienen como objetivo central y prioritario el que la población acepte los hechos económicos, es decir, que acepte el mundo tal y como nos lo presentan y que acepte las explicaciones que nos dan de las acciones que se llevan a cabo para preservarlo. Hay que resaltar que se utiliza el termino aceptar y no creer porque hace tiempo que quienes controlan los medios de comunicación entendieron que lo verdaderamente eficaz para dominar a la población es que acepte lo que se le dice mas que se lo crea. Este objetivo es común a la práctica totalidad de los medios de comunicación y las diferencias que podemos encontrar entre unos y otros no se refieren a este principio, sino al modo en que este principio general ha de plantearse para cada público en concreto.
En efecto, la población no es homogénea ni en cuanto a su ideología, cultura o economía de modo que para alcanzar un mismo objetivo, ni los mensajes, ni los discursos ni el lenguaje que se empleen pueden ser los mismos. La realidad es que en los medios de comunicación de masas, existen opciones pero no existen alternativas, son meras variaciones de la misma cosa.
La mezcla de resignación y escepticismo con la que se digiere esta situación se expresa en la denominación popular de “el mentiroso” para referirse al periódico. Pero no se queda en anécdota, desde hace unos años se publican en España los resultados de una encuesta sobre la valoración de las instituciones por parte de los españoles y sorprendentemente entre las instituciones peor valoradas se encuentran los medios de comunicación. De todas formas estas encuestas sólo sirven para llenar espacios en las secciones de curiosidades pero no para promover acciones en este ámbito.
La escasa incidencia que en la practica tiene el que la población se sepa manipulada, ha permitido uno de los éxitos más importantes del capitalismo al haber conseguido neutralizar y convertir en inocuas las denuncias o instrumentalizarlas a su favor según convenga. Lo que hace algunos años constituía un arma en manos de las organizaciones y movimientos, se ha convertido en mera retórica que pone sobre aviso a los poderes constituidos para saber cómo deben mejor presentar sus acciones, es decir, “mejorar la comunicación con la ciudadanía”. De modo que las denuncias, por graves e importantes que sean y por muy fundamentadas que estén dejan de ser transformadoras, a no ser que haya organizaciones, movimientos o colectivos que estén dispuestos a ir más allá de la mera denuncia. Asimismo, la perversión es tan grande que los medios han conseguido revertir la potencia de las denuncias y transformar a las víctimas que denuncian en culpables. Los activistas que se movilizan en cualquier forma de resistencia, que se enfrentan a las políticas sionistas de Israel, que exigen las retiradas de las tropas de ocupación en Afganistán e Irak, que señalan la estrategia de destrucción de Irán, que defienden la voluntad liberadora y revolucionaria de los pueblos de América Latina, son sistemáticamente condenados por los medios de comunicación calificados como extremistas, violentos y marginales, justificando cuantas agresiones se cometen contra ello. La capacidad para manipular impunemente las denuncias permite dar el primer paso del protocolo de eliminación de toda resistencia: condenar, aislar, agredir y finalmente aniquilar para eliminar cualquier riesgo y convirtiendo la denuncia en la primera fase de la guerra psicológica de los medios.
En esta lógica es en la que se inscribe el tratamiento que dan los medios a Cuba que, en tanto que país fuera de la hegemonía capitalista, ha de ser estigmatizado, sistemáticamente condenado y, sobre todo, se ha de evitar el efecto contagio.
Cuando la realidad no se adapta o contradice el discurso o la ideología dominante, se hace necesario adecuar la realidad, es decir, manipularla de modo que se impida que se abran brechas en la ideología dominante. Pero la manipulación va más allá de la mentira, el falseamiento, la ocultación o la exageración, requiere procedimientos complejos que escapen a la mera lectura, a prestar atención a lo que escuchamos en la radio o vemos en la televisión. En general, se trata de alterar y manipular nuestra forma de pensar para producir códigos de lectura a través de los que iremos aceptando todo aquello que se nos diga y rechacemos, sin darnos cuenta, lo que contradiga esos códigos prefijados.
La noticia publicada por el diario español sobre Cuba cumple de forma ortodoxa el modelo descrito y avanza un paso más al incorporar como instrumento de manipulación a las nuevas tecnologías. El titular de la noticia es: “La policía cubana detiene y maltrata a Yoani Sánchez”. Con nombre propio, el articulista nos presenta a un personaje que ha sido maltratado por la policía cubana, se busca así la complicidad del lector con la víctima reforzada por una fotografía del personaje. El relato cuenta una detención injustificada, golpes y malos tratos a manos de agentes de la seguridad vestidos de paisano, el secuestro en un coche sin identificación policial y la posterior liberación en un lugar discreto. Se dice en el texto que el motivo de los malos tratos no es otro que la asistencia de este pequeño grupo de escritores críticos a una performance. La protagonista de la historia repele la agresión con valentía y tras el twiteo en claves de socorro de una de las implicadas se produce la puesta en libertad. La noticia de Público se presenta en formato thriller norteamericano: secuestro en un automóvil, palizas, resistencia, heroína que no se deja intimidar, la llamada salvadora y el final feliz. El papel de los malos, no podía ser de otra manera, es para los agentes del gobierno cubano: matones groseros e incompetentes. Se trata de un capitulo mas de una mala serie en la que los buenos son buenísimo y se adorna a la protagonista con los calificativos de “la mujer más grande de Cuba”, “tan rebelde en la red como en la vida” y a su amigo con “escritor censurado, el mejor de la generación”; y donde los malos son malísimos, al estilo de las policías mafiosas latinoamericanas. Y tal y como ocurre con las malas películas en las que se ve el maquillaje de los protagonistas y los decorados son de cartón piedra, el presunto policía secuestrador experto en artes marciales deja que su víctima le agreda, se produce una liberación milagrosa de la protagonista, hay blogeros críticos en un país donde se supone que el acceso a Internet está restringido y férreamente controlado… Pero ninguna de estas incoherencias de la supuesta noticia es relevante. Lo importante no es una historia contada de manera tan elemental y torpe, lo esencial son sus claves, el discurso político ideológico que trasmite al lector. En este caso la opción de Público ha sido renunciar a las descalificaciones más habituales: dictadura cubana, régimen castrista,… para inducir al lector a que acepte indirectamente estas descalificaciones.
Los dos elementos fundamentales que rezuma el thriller por todos sus poros y que van empapando al que lee son las consignas: libertad y derechos humanos. Del relato se desprende que el gobierno cubano vulnera los más elementales principios de los derechos humanos y lo hace para evitar que la gente sea libre y lo exprese libremente. Exactamente los dos elementos en que se basa la política exterior norteamericana para condenar, aislar y agredir a quienes ofrecen resistencia y, con las variaciones de la cultura local, son los mismos tópicos que se expanden en los discursos mediáticos.
Los portadores de estas consignas son siempre, como en las películas de Hollywood, sujetos individuales, héroes que se salvan de los malos y que acabarán salvando a la humanidad. También en esta historia encontramos una especificidad en el abordaje de las supuestas “disidencias” que tienen lugar en la isla. Durante años, los medios, que han seguido al dictado las directrices de la política exterior norteamericana, han intentado localizar, y en su defecto crear, personajes que sean aceptables como representación de una oposición interna, lejos de los clásicos exiliados recalcitrantes de Miami, difícilmente vendibles como oposición pacífica. Así, la heroína de la historia es una mujer joven, sin vínculos históricos con la contrarrevolución, escritora con amigos intelectuales críticos que emplean como medio de expresión las nuevas tecnologías, de ahí que el título que le otorga el periodista sea “ciberrebelde”.
Otro elemento significativo de esta noticia en relación con las nuevas formas de manipulación mediática es que, en el periodismo tradicional, la verificación de las fuentes de toda noticia era algo esencial, esta cuestión ha caído en desuso hasta el extremo de que cuando los propios periodistas se preguntaron cómo era posible que todos los medios de comunicación del mundo hubieran publicado como cierto el montaje del viaje del niño en un globo perdido, la explicación fue que hoy en día no se pueden verificar las fuentes. Más dramático fue el caso del accidente de aviación ocurrido en Madrid donde murieron más de un centenar de personas. Un número importante de medios publicaron información inventada sobre el accidente y cuando se les pidió explicaciones replicaron que si no se les suministraba información oficial algo tenían que hacer para mantener a sus audiencias. Técnicamente se denomina indiferenciacion y permite que tenga la misma validez un comunicado oficial que un programa del corazón, (de la entrepierna que diría Alberto Moravia)
En el caso de la noticia de Público sobre Cuba, ésta está generada desde Caracas, lo que quiere decir que el periodista no tuvo conocimiento directo de los hechos, lo que no impidió que escribiera la noticia de manera que se dedujera que estaba presente, así llega a decir “Joani Sánchez, conocida bloguera, repasaba ayer en su casa habanera lo acontecido” “ … según confesaba a Público”
En el caso de Cuba, como el resto de los países señalados como canallas, las noticias no necesitan tener verificación, la coartada es simple, la represión impide citar a los informantes y las autoridades por su propia naturaleza no son fiables de modo que nadie se siente en la necesidad de justificar lo que publica, lo que deja un espacio infinito para la invención, el falseamiento y sobre todo, la impunidad de los periodistas. Todo parece indicar que es suficiente con que alguien, aunque sea parte interesada publique una noticia en un blog para que se convierta en una noticia de dos columnas en Público, ocho veces más espacio que en la que en esa misma página se refiere a siete muertes en Afganistán por fuego amigo. En realidad hay que entenderlo como un caso de ayuda mutua, al periodista se le simplifica la tarea y el informante ve su historia proyectada universalmente sin que se haga necesario que nadie la compruebe. La credibilidad que se le da a Internet (“lo que no está en Internet no existe” y al contrario “si está en Internet es que es verdad”) y el libre acceso permite que en una coincidencia de intereses el periodista y los que usan Internet para contar historias puedan realizar cualquier montaje sin que sea cuestionado. Se inaugura un camino que tendrá un largo desarrollo en el futuro ya que concuerda con las buenas prácticas del periodismo participativo.
Solo queda añadir que hace tan solo unos días la Asamblea General de Naciones Unidas, formada por 192 países condenó el bloqueo de EEUU a Cuba; votaron contra el bloqueo 187 países, ahora si la comunidad internacional, y sin embargo dicha noticia no movió a los periodistas de los grandes medios a ningún tipo de condena ni de reflexión.
por: Eduardo Hernández